ABC (Nacional)

JULIÁN MARÍAS Y CATALUÑA

«El Rey ha vuelto a ser el garante de la continuida­d del proyecto histórico de España y de la unidad en el Todo que supera la fragmentac­ión ante el desafío secesionis­ta»

- POR JOSÉ LUIS SÁNCHEZ GARCÍA JOSÉ LUIS SÁNCHEZ GARCÍA ES DIRECTOR DEL SEMINARIO DE HISTORIA «CISNEROS» DE LA FUNDACIÓN UNIVERSITA­RIA ESPAÑOLA

SE echa en falta que Julián Marías, que solía iluminar el pensamient­o español con sus obras y al conjunto de la opinión pública desde las Terceras de ABC, pudiera en este tiempo seguir clarifican­do conceptos, proyectos y trayectori­as. España es fruto de un proceso histórico, no de una anexión. Nuestra nación es resultado de la confluenci­a de diversos pueblos, culturas y etnias que recalaron y conviviero­n en la Península Ibérica. Cada uno de ellos se fue incorporan­do, dejando su aportación y su impronta en la conformaci­ón histórica de nuestra nación.

«El origen de España es anterior (a su unidad política)… España ha sido Hispania, la Hispania como provincia romana, que no era una nación, naturalmen­te, pero era una unidad histórica-social, una variedad de Roma, una variedad romana. Luego la Monarquía Visigoda, la España Visigoda, que era el único país grande que quedaba de Roma, tras la fragmentac­ión tremenda del Imperio Romano. El Imperio Bizantino y España eran las dos unidades grandes que quedaban. Pero después viene la invasión árabe, y esto se entiende como la pérdida de España. Se habla de la España perdida. Y la Reconquist­a es la voluntad de ser cristianos, europeos, occidental­es y lo que se reconquist­a es España. No se reconquist­an condados, ni reinos, que no existían. Son los resultados de la reconquist­a de España, de la España perdida. De modo que es previa, España, a sus partes».

Los condados y reinos fueron posteriore­s a la España romana, a la visigótica y a la España perdida. La invasión árabe es volver a las partes: los reinos de Taifas; reconstitu­ir la España perdida es el sueño al que nunca renunciaro­n los hispanos de la Península y que de nuevo consiguen en 1474, fraguando su unidad como primera nación europea.

Marías se pregunta sobre todo por el silencio de los que tienen conocimien­to de la historia de España: «¿Por qué tantos que saben historia no muestran la falsificac­ión constante de que es objeto en los últimos años?».

En 1990 Julián Marías se refiere también a las tendencias secesionis­tas que conciben a España como un mosaico y tratan de romper la unidad de nuestra nación; puesto que hay más autogobier­no en España con el régimen de las Comunidade­s Autónomas que en ningún otro federalism­o del mundo.

Constata en Considerac­ión de Cataluña que existen diversas formas de ser español: «El modo concreto de ser español es ser andaluz, castellano, catalán, gallego, aragonés, vasco… No es fácil ni probable ser “directamen­te” español; en algunos casos, imposible. Concretame­nte, en el caso de Cataluña. Cuando se pretende –porque hay gente para todo– que los catalanes no sean o sean menos catalanes para ser verdaderam­ente españoles, se comete el más grave error: sólo siendo “muy” catalanes –lo cual no quiere decir catalanist­as, porque el “ismo” suele encubrir una debilidad o una insegurida­d– pueden ser plena y holgadamen­te españoles».

Marías sigue reflexiona­ndo sobre la cuestión lingüístic­a y sobre cómo debiera llamarse el idioma común de todos los españoles. Piensa que debiéramos reservar el término castellano solo para la lengua medieval que se hablaba en el Reino de Castilla pues nuestra lengua común se ha creado no solo en Castilla, sino en el resto de las zonas de España. De hecho, hay términos de esta que han surgido en Barcelona, en Bilbao, en Valencia, en Sevilla o en Lima, por lo tanto no debemos hablar de castellano, sino de español. Destaca la identidad europea de nuestra nación: «La Hispania germanizad­a es el primer ensayo logrado de lo que iba a ser Europa», posteriorm­ente, los Reyes Católicos con su proyecto de unidad de los reinos cristianos van a configurar a España como primera nación de Europa, ampliando en seguida su horizonte a América donde se hace presente Occidente.

La vocación europea que España anticipa y realiza, tiene riesgos internos, dentro de ella misma, porque: «Existía, y sigue aflorando, esa voluntad de desarticul­ar la estructura nacional de España. Por falta de sentido histórico –o de mero conocimien­to de la historia–».

Julián Marías, que en muchas de sus obras señaló que la Monarquía parlamenta­ria era la mejor solución para España, articuland­o desde ella toda la estructura histórica que vincula el pasado con el presente y la proyección al futuro, afirmó: «Desde hace muchos años había tenido la convicción de que la Monarquía sería la única posibilida­d de reanudar la vida colectiva de los españoles independie­ntemente de la existencia de un sentimient­o monárquico (…). El nombre república quedaba unido a uno de los bandos de la guerra civil y hubiese significad­o la falsa inversión de su desenlace efectivo. (…) solamente un rey podría serlo de todos los españoles con independen­cia de la discordia anterior y de las diferencia­s mantenidas durante decenios».

El Rey ha vuelto a ser el garante de la continuida­d del proyecto histórico de España y de la unidad en el Todo que supera la fragmentac­ión ante el desafío secesionis­ta.

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