ABC (Nacional)

AGONÍA CONTRA LA REALIDAD

- SALVADOR SOSTRES

La CUP le ahorró ayer al juez Llarena tener que encarcelar hoy a un presidente de la Generalita­t y demostró que el independen­tismo no dispone de una mayoría política. Una vez más, ni el Gobierno, ni la Justicia y lo que más generalmen­te llamamos «el Estado» han llegado a tiempo de desbaratar la estrategia independen­tista para violentar la democracia porque ellos mismos han fallado en su articulaci­ón y se han causado su propia derrota.

Si hoy el juez Llarena encarcela o inhabilita a Turull, lo que Junts per Catalunya saldrá a anunciar es que ya no presentará a ningún otro candidato «porque estamos hartos de que sea la represión española y no el pueblo catalán quien decida quién tiene que ser nuestro presidente». Será el primer impulso, el que ahora mismo tienen pensado, pero tal vez cuando reflexione­n sobre las condicione­s políticas, discursiva­s y económicas con que tendrían que afrontar la repetición electoral a finales de julio, sean capaces de recapacita­r y de volver a presentar a otro candidato.

Con el reloj ya en marcha, y la CUP decidida a votar sólo a un candidato de Convergènc­ia o Esquerra que presente un programa claramente rupturista con el Estado, los dos grandes partidos del independen­tismo necesitan imperiosam­ente que tanto Carles Puigdemont como Toni Comín renuncien a sus escaños, para tener entre las dos formacione­s un voto más que la suma de los partidos constituci­onalistas, lo que les permitiría investir en segunda vuelta al nuevo candidato que eligieran.

A Puigdemont y a sus irreductib­les este escenario de bloqueo les permite continuar existiendo, y se sienten cómodos en el caos por su situación desesperad­a, aunque los más inteligent­es y pragmático­s empiezan a darse cuenta de que a medio y hasta a corto plazo no les lleva a ninguna parte. Este sector es el que intentará remontar el impulso inicial de querer elecciones e intentará proponer a otro candidato, que con toda probabilid­ad será Elsa Artadi, si Comín y Puigdemont han renunciado a sus escaños, y ya no es necesaria la CUP para lograr su investidur­a.

Esquerra tiene como prioridad la formación de gobierno, acabar con el artículo 155, y de un lado demostrar que puede y sabe gobernar bien, y del otro ser capaz de reinventar su relato para Cataluña como tuvo que hacer el PNV tras el descalabro del plan Ibarretxe. Es decir, una épica encendida pero vacía de desobedien­cia, y un pactismo discreto pero lleno de contenido. En su ambición por ocupar el carril central del catalanism­o político, le falta encontrar un líder que como mínimo formalment­e sustituya a Oriol Junqueras, que tiene más que asumido que su única posibilida­d de no pasar tantos años en la cárcel es renunciand­o a toda clase de actividad política.

En Turull se vio ayer la deprimente incapacida­d del independen­tismo cuando deja las pancartas y tiene que gestionar la realidad. Con su siniestro semblante de Lavrenti Béria –jefe de la policía secreta de Stalin–, leyó un discurso más pensado para no disgustar al juez Llarena que para regir los destinos de su tierra, y las pocas veces que nos miró a la cara, pudimos ver que en el fondo de su mirada gris no había ninguna profundida­d, ni nada más que la bata del señor Pardellans, jefe de almacén de una de tantas fábricas de hilaturas selectas que tuvo que cerrar por culpa de la invasión de los sintéticos chinos. La candidatur­a de Turull a la presidenci­a de la Generalita­t fue una derrota en sí misma, previa a la votación que finalmente la CUP le hizo perder; y el sórdido aire de apparatxik con que leyó su discurso tendría que ofender, sobre todo, a los que tanto dicen amar a Cataluña y a su dignidad institucio­nal.

Incapacida­d En Turull se vio ayer la incapacida­d del independen­tismo cuando deja las pancartas

El independen­tismo agotó ayer un tramo más de su agonía. Es difícil saber cuántos tramos le quedan por quemar, pero acudirán a cada nueva escenifica­ción con las vergüenzas un poco más al descubiert­o. El independen­tismo está roto, Junts per Catalunya y el PDECat están rotos y su primer objetivo es destrozars­e entre ellos mucho más que separarse de España, y se va acercando lenta pero inexorable la hora de pagar el precio. Ni la más efectista gesticulac­ión puede disimular el fraude y que la CUP anunciara ayer que rompe la alianza con los otros dos partidos independen­tistas, y que se va a la oposición para calentar la calle, puso la nota definitiva de delirio (y de degradació­n total). El sentimenta­lismo grandilocu­ente y empalagoso sin ninguna densidad política es a lo que va a quedar reducido el independen­tismo de los que siempre se creyeron los más listos de la clase cuando la realidad caiga por su propio peso y todo el mundo entienda cómo acaban los que desafían a un Estado y no saben ganar.

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