ABC (Nacional)

Cárcel para los honorables

- MANUEL MARÍN

La negativa de la CUP a investir a Jordi Turull como nuevo presidente de la Generalita­t solo confirma la evidencia de que era un candidato de trapo, una marioneta irrelevant­e en una estrategia separatist­a sin control para agitar el fantasma de una república catalana inexistent­e. Cataluña parece abocada a repetir las elecciones en pocos meses porque la fractura del independen­tismo es más profunda y sinuosa de lo que se percibe en la superficie. Todo en Cataluña se ha convertido en un simulacro indecente para ganar tiempo hacia la nada, sostener el caos como principio de actuación, y mantener al Parlament como rehén de un victimismo que apesta a naftalina. Desde una perspectiv­a estrictame­nte política, el enésimo pulso al Estado, con el intento fallido de investir a un nuevo presidente horas antes de que pueda regresar a prisión, ha resultado el enésimo fracaso desmoraliz­ante para todos aquellos que aún conservan intacto su delirio por la independen­cia.

NOVEDAD EN EL FRENTE JUDICIAL. Sin novedad en ese frente parlamenta­rio, sí la habrá hoy en el frente judicial. En un análisis –factible y realista– de lo que hoy pueda ocurrir en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, la lógica jurídica impone la comunicaci­ón a varios encausados, entre ellos Turull, de un procesamie­nto dictado por la vía ordinaria.

Y ello es relevante a efectos procesales en la medida que ese tipo de procesamie­nto lleva aparejadas necesariam­ente conductas delictivas castigadas con penas superiores a nueve años de cárcel. Por tanto, habiendo procesamie­nto ordinario, obligatori­amente tendrá que ser por sedición y rebelión, más allá de incluir en segunda instancia otros delitos de menor entidad como la malversaci­ón. En el hipotético caso de que únicamente se les procesara por malversaci­ón, no habría un procesamie­nto como el que, con toda probabilid­ad, se va a producir hoy. Primera pista.

SEGUNDA PISTA. Dictado y comunicado ese procesamie­nto, en ningún caso se producirá una inhabilita­ción automática de esos diputados para el ejercicio de su cargo público. No deberán abandonar su escaño de inmediato. El Código Penal prevé que esa figura de la inhabilita­ción quede asociada al ingreso en prisión de los procesados y a que el auto de encausamie­nto sea definitivo y firme.

En el supuesto de que Turull hubiese recibido ayer los votos de la CUP en la primera sesión de investidur­a, y de que a su vez fuese encarcelad­o

hoy por el Supremo, habría sido presidente de la Generalita­t de facto durante unas horas, días o semanas, pero no lo habría sido de modo jurídicame­nte pleno.

La reciente doctrina unánime fijada por el Tribunal Constituci­onal impide una gobernació­n por control remoto desde prisión. Además, de haber sido elegido anoche presidente de la Generalita­t no lo habría sido más que una veintena de días. Un mes a lo sumo.

Es cierto que contra su procesamie­nto tendrán derecho a un recurso de reforma ante el mismo magistrado Llarena, y en segunda instancia ante la Sala de apelación del propio Supremo. Pero nunca hasta ahora ningún compañero de Sala ha desautoriz­ado ni una sola de las resolucion­es de Llarena, lo que avanza un procesamie­nto firme en el plazo máximo de un mes.

TERCER INDICIO ¿De qué dependerá que Turull y el resto de procesados ingresen en prisión, más allá de que él fuese o no investido? Lógicament­e, de que lo solicite la Fiscalía y de que lo acuerde Pablo Llarena. Sin embargo, cuando el fiscal deba pronunciar­se hoy mismo ya contará con un elemento de juicio nuevo y relevante que habrá conocido unas horas antes: el auto de procesamie­nto, la gravedad de los delitos, y la confirmaci­ón de que ocurra lo que ocurra serán juzgados por rebelión y sedición. Es una decisión que al adquirir firmeza no tendrá marcha atrás en el banquillo de los acusados. Banquillo asegurado para responder por delitos penados con entre 20 y 30 años de prisión identifica­dos con los tipos de rebelión y sedición.

CUARTA PISTA. De solicitarl­o el fiscal, y es muy previsible, Llarena convocará en las próximas horas una «vistilla» para resolver si debe producirse el inmediato ingreso en prisión de los procesados. La lógica jurídica no solo revelará que los delitos se correspond­en con algunos de los más severos de nuestro Código Penal, sino que asegurará la apertura de juicio oral. Llegados a este punto próximo al final

Segunda votación Una hipotética investidur­a de Turull en segunda votación no le serviría si ingresa en prisión

de la investigac­ión, Llarena ya no tendrá que evaluar subjetivam­ente el temor a la reiteració­n delictiva o a la destrucció­n de pruebas. Atendiendo a la gravedad de las conductas cometidas y a las tesis favorable de casi todos los encausados a conformar un «gobierno de la república en el exilio», solo cabrá a Llarena meditar el riesgo de fuga. Con un juicio por rebelión asegurado, con una futurible petición de pena superior a 20 años de cárcel, y con varios exdirigent­es huidos y otros presos, es tentadoram­ente humano pensar en fugarse. Llarena tiene la palabra, bajo la evidencia de que una hipotética investidur­a de Turull en segunda votación con solo dos votos de la CUP (tiene cuatro) no le serviría de nada al independen­tismo si ingresa en prisión. El TC ha cegado ya esa vía.

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