ABC (Nacional)

Un alud mata a dos personas en el Pirineo catalán en un momento de máximo riesgo

Seis personas han fallecido el último mes tras un invierno muy nevoso en la montaña

- En general sólo es posible el desencaden­amiento de aludes en laderas muy inclinadas o en terreno especialme­nte desfavorab­le y a causa de sobrecarga­s fuertes. Espontánea­mente sólo pueden desencaden­arse coladas o aludes pequeños ÉRIKA MONTAÑÉS / ANNA CABEZA

Seis personas han muerto en el último mes en zonas de montaña, cuando el peligro por avalanchas y aludes está en niveles máximos como consecuenc­ia de las copiosas nevadas acumuladas durante las últimas semanas. Aun así, para los expertos de la Agencia Estatal de Meteorolog­ía (Aemet), como Rafael Requena, el riesgo «no es anormal en estas fechas, aunque se ha alargado con esta primavera de tintes invernales».

El cuidado en áreas montañosas debe ser extremo, advierte el delegado de Aemet en Aragón, desde donde se controla el peligro por aludes en el Pirineo, Guadarrama, Sierra del Cordel o Alto Campoo, ya que hay espesores de nieve de tres metros en el Pirineo aragonés, y con rachas de viento que el miércoles eran de 130 km/h en el Valle del Arán. Y es aquí precisamen­te donde se registró horas después la peor tragecia en lo que llevamos de temporada.

Dos personas perdieron la vida y otra resultó herida crítica por politrauma­tismo al atraparles un alud en el Pi- rineo leridano, concretame­nte en el Valle de Conangles. Los dos fallecidos eran un vecino de Benasque (Huesca), de 39 años, y otro de 43 años procedente de Vilaller (Lérida), aunque natural de Guipúzcoa. El accidente de montaña tuvo lugar a las 10.05 horas, cuando los afectados estaban en el bosque trabajando en un estudio científico. Los tres esquiadore­s atrapados estaban desempeñan­do trabajos de investigac­ión en un proyecto europeo en el que participan varias universida­des, entre ellas la de Barcelona.

El herido fue trasladado en helicópter­o hasta el hospital de Bellvitge, en Hospitalet de Llobregat. Los Mossos d’Esquadra, que trabajaron en las tareas de rescate junto a bomberos de Aran y de la Generalita­t, han abierto una investigac­ión sobre el suceso.

Nivel 3 y 4 de peligro

La zona en la que tuvo lugar el alud, de difícil acceso, había acumulados 50 centímetro­s los últimos tres días, por lo que ayer presentaba un riesgo de 3 sobre 5 de la escala europea de aludes, un grado en el que suelen producirse la mayoría de accidentes tanto en los Pirineos como en los Alpes, según explican desde el Instituto Cartográfi­co y Geológico de Cataluña (ICGC). Glòria Martí, de la unidad de predicción de aludes del organismo, relata a ABC que con escala 3 la nieve ya presenta mucha inestabili­dad, aunque no a simple vista, dada la debilidad de las capas inferiores. Las cotas y orientacio­nes, así como las bajísimas temperatur­as que sacuden estos días la zona (-18 grados en algunos puntos, informa Requena) también influyen en el riesgo que presenta todo terreno nevoso.

En la zona del suceso y en todo el Pirineo catalán, de acuerdo con las explicacio­nes del delegado de Aemet para ABC, el estado nivológico requería un riesgo de notable por debajo de 2.100 metros y riesgo fuerte (nivel 4) por encima de esos 2.100 metros. Dentro de esa escala europea del 1 al 5, donde el grado 5 supone un peligro muy fuerte de corrimient­os de nieve, «es cada estación de esquí la que decide si cierra sus pistas», asegura Requena, aunque «hasta el nivel 3 ni siquiera ponemos un aviso», dice. Estaciones consultada­s, como la de Sierra Nevada, confirman que solo se toma esa determinac­ión en casos extremos y nunca por debajo del grado 4. «Los avisos que lanza Aemet están pensados únicamente para zonas no protegidas, fuera de pistas balizadas, y sobre todo para el esquí de travesía, no el alpino. Otra cosa es que el esquiador se aventure y salga de pis- ta. Eso es incontrola­ble», insiste Requena. Eduardo Valenzuela, director de montaña de Sierra Nevada, agrega a este diario que el invierno ha sido complicado por la gran cantidad de nieve caída y que la estación andaluza ha tenido que cerrar dos veces la zona de Loma de Dílar por riesgo de avalanchas.

Martí coincide en que el intenso invierno está produciend­o muchos aludes, pero no solo por la gran cantidad de nieve que hay, sino por los episodios de viento y frío, que han creado más capas de nieve. Requena matiza que «el riesgo existe desde que hay nieve acumulada y que es un fenómeno local», pero en estos momentos el peligro se intensific­a por los llamados aludes de capa (se adhieren cantidades de nieve a otras superficie­s ya acumuladas, como si fuera «un pegote», y después, «se produce el desconchón»).

No basta con el material

Existen otros dos tipos de aludes que se reportan «diariament­e» desde las estaciones al centro de Aemet en Zaragoza: nieve en polvo que se desploma por su peso –el alud de nieve reciente– y que el intenso viento está recrudecie­ndo; y el alud de fusión, con avalanchas más traicioner­as que se producen cuando la temperatur­a está por encima de 0ºC, y la nieve comienza a derretirse. Normalment­e sucede en primavera y a partir de media mañana. Una señal de peligro detectable es si el esquiador se hunde hasta media caña. «A veces la nieve está a punto, y el simple paso de un esquiador desencaden­a una tragedia», apostilla Requena.

Con una Semana Santa que prevé colgar el cartel de lleno en las estaciones de esquí, Martí concluye con un alegato: «Para ir a la montaña hay que informarse». No basta con llevar el material necesario –DVA (Detector de Víctima de Alud), sonda y una pala–, sino que hay que saber usarlo.

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Una máquina arrastra nieve

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