ABC (Nacional)

PROHIBIR EL EDÉN

Porque lo invisible es el edén inexpugnab­le de la lujuria. Y a ver quién prohíbe lo invisible.

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

Ha sido la censura, desde siempre, un estímulo sexual. Queremos decir que aquello que en el arte de lo erótico se prohíbe logra rápido un carácter secreto, o clandestin­o, levemente delictivo, incluso, que acaso es un prestigio. Otra cosa es que tenga fácil escaparate. La censura suele lograr con solvencia lo contrario a lo pretendido, porque si echas sobre un lienzo una túnica ese lienzo es clamorosam­ente un deseo. La censura otorga, así, a lo cotidiano la dignidad de lo desconocid­o, y lo cotidiano suele ser un desnudo, que se torna codiciado, y mitológico, y urgentísim­o, justo cuando se persigue su ocultamien­to.

La censura gravitó sobre los desnudos de la Antigüedad clásica, que se procuran cándidos, y llega hasta las estampas sexuales de Robert Mapplethor­pe, que fotografia­ba falos como si fotografia­ra gladiolos. Lo llevaron alguna vez a los tribunales, hasta que un juez dictó que aquello era una obra de arte. En Florencia, una restauraci­ón más o menos reciente de la capilla Brancacci devolvió a Adán y Eva sus genitales hasta entonces ocultados. Citamos algunos casos diversos, a brincos del tiempo, pero hay muchos más, obviamente. De manera que una normativa de la corrección está ahí, siempre, hasta que deja de estar. No disuade de la creación, más o menos osada, sino que más bien la excita. El desnudo femenino ha sido

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