LA EFICACIA PLURAL
Me pregunto cómo es posible que, estando entre nosotros gente que sabe hacer las cosas tan bien, como los soldados de la UME, haya tantos y tantos haciéndolas mal. Y me preocupa la respuesta
Hace ya algún tiempo, recibí una amable invitación del entonces jefe de la UME, general Miguel Alcañiz, para visitar sus instalaciones. Y tengo un recuerdo muy nítido porque, a la hora de pasar por la zona de vestuarios, me sorprendió el tamaño de las taquillas y los guardauniformes. Pero me sorprendió aún más comprobar que las dimensiones eran necesarias, porque dentro había que conservar trajes ignífugos para los incendios, de neopreno para las inundaciones, de alta montaña para rescates o equipos para la nieve… Era la evidencia de la compleja y multifacética formación de estos hombres y mujeres que sirven en la Unidad Militar de Emergencias. En una sociedad cada día más especializada, y dividida en pequeños compartimentos, me tropezaba con una actividad tan diferente como buscar vidas después de un terremoto, o ayudar a auténticos náufragos de agua dulce durante las riadas, o actuar de bomberos durante un pavoroso incendio forestal. Aquella diversidad de uniformes de trabajo hablaba de la complejidad de la tarea que llevan a cabo, nada fácil, porque en el vestíbulo ya existe un largo rosario de nombres, que son los de esos componentes de la UME que hicieron realidad lo de morir por la Patria, y dieron su vida para salvar la de otros compatriotas o ciudadanos de otros países, porque la UME ha participado en misiones en el exterior, a las órdenes de la ONU, y se ha ganado tanto prestigio que algunos países, que desean organizar algo semejante, envían a sus oficiales a España para conocer sobre el terreno su formación y su organización.
En todos los lugares donde intervienen son bien recibidos… bueno, excepto donde anida la estupidez secesionista, y en todos los sitios, fuera y dentro de España, dejan un recuerdo envuelto en agradecimientos tan sinceros como perdurables. Tengo memoria, también, de un programa de la Cadena Cope en Lorca, al que me llevó Ernesto Sáenz de Buruaga, un año o dos después del terrible terremoto, y el poso que allí había dejado la UME en todos los ámbitos, en todos los sectores de la ciudad.
Esos militares que vemos en la fotografía, no hace mucho, cuando no podíamos enterrar a los muertos debido a la voracidad de la pandemia, se encargaron ellos de hacerlo y, como nos dijeron: «Lo hemos hecho como si cada uno de esos cadáveres fuera un compañero nuestro, que hubiera perdido la vida».
Algunas veces, cuando en medio de tantos detalles de incompetencia o desidia, me doy cuenta de que en España se ha creado una Organización Nacional de Trasplantes, que ha sido y es ejemplo e imitación en numerosos países, o la UME, con un prestigio que llega a otros continentes, me pregunto cómo es posible que, estando entre nosotros gente que sabe hacer las cosas tan bien, haya tantos y tantos haciéndolas mal. Y me preocupa la respuesta.