Los vascos, una pieza fundamental en la trata de esclavos de la Sevilla del XVI
Un estudio pone de relevancia su poderío en la ciudad: tenían habilidades comerciales y de navegación, y estaban presentes en todas las fases del negocio
Sevilla en el siglo XVI era el centro del viejo y el nuevo mundo. Una ciudad en crecimiento desbordante que atraía a sus calles a todo tipo de emprendedores y aventureros con ganas de mejorar sus fortunas en las tierras recién descubiertas al otro lado del Atlántico. Por ello, fue en la capital andaluza donde se puso en marcha la primera trata de esclavos entre Castilla y las Indias, que impulsaron los comerciantes sevillanos y se tuteló desde la Casa de la Contratación.
En esta primera trata, que se extendió durante el siglo XVI, intervinieron andaluces y comunidades radicadas en Sevilla, como burgaleses y portugueses, aunque fue la comunidad vasca, una de las más potentes de la ciudad, la que tuvo una influencia fundamental en su desarrollo, tanto porque sus habilidades encajaban perfectamente en este negocio (comerciantes, navegantes, ingenieros navales) como porque tenía presencia en todas las fases, desde los ministros del Rey que daban las licencias a los pequeños traficantes.
Estas son algunas de las conclusiones de la investigación realizada por Javier Ortiz Arza, doctor en Historia de la Universidad del País Vasco, a partir de documentación del Archivo de Indias y del Archivo Histórico Provincial. Su obra «La comunidad vasca de Sevilla, el sistema de licencias y la trata de esclavos con las Indias en el siglo XVI», ha recibido el premio Archivo Hispalense que concede la Diputación de Sevilla, y será editado este año.
En este volumen, Ortiz Arza ofrece datos sobre este comercio en el XVI. No afirma que los vascos, frente a burgaleses o andaluces, dominaran el comercio de esclavos con América, pero mantiene que «tuvieron una influencia fundamental en su desarrollo». El sistema, que comenzó en 1518 y que estaba controlado por la Casa de la Contratación, funcionaba a partir de licencias que concedía la Corona a terceros para obtener ingresos o liquidar deudas.
Estas licencias eran necesarias, porque cada esclavo debía contar con una para poder embarcar a las Indias. Era en Sevilla donde se libraban estos documentos en favor de los comerciantes, funcionando como una reserva de esclavos que posteriormente se embarcaban para América en puertos africanos como Cabo Verde, Santo Tomé, Guinea o Angola. «En Sevilla no se suele trabajar con esclavos reales, sino con licencias. Podemos decir que se reservan los esclavos que serán embarcados en la última fase, la de transporte», explica. Esta parte del proceso la «dirigen hombres de mar y agentes comerciales que actúan en nombre de los grandes comerciantes la ciudad».
Este complejo sistema administrati
vo-burocrático de licencias se mantuvo durante el XVI, pero comenzó a colapsar a finales de siglo, por cuanto se generó un mercado especulativo paralelo al comercio de esclavos. Ortiz Arza indica que la trata la dejaba la Corona en manos privadas mediante la venta de grandes lotes de licencias que recibían, por lo general, «ministros, favoritos del Rey, conquistadores o grandes financieros». Estos revendían o cedían estas licencias a los verdaderos traficantes de esclavos, con pingües e inmediatos réditos.
De esta forma, se creó en Sevilla este mercado especulativo centrado en las licencias, que colapsó. «Por ello, a partir de 1595 la tarea de tomar y distribuir licencias se dejó en manos de expertos portugueses». Mientras duró este negocio, los vascos en Sevilla tuvieron un papel fundamental. Ministros como Juan de Eguíbar, Martín de Gaztelu y Ochoa de Urquiza; beneficiarios como Juan Ortiz de Zárate o Gregorio de Ugarte destacan en una larga lista.