ABC (Nacional)

La esperanza de luchar contra el cáncer en familia

- LUCÍA M. CABANELAS

evivir el mal trago del cáncer podría ser una experienci­a horrible para cualquiera, pero no para Stellan Skarsgård, curtido en la vida y en los platós. El veterano actor, cuya primera mujer sufrió esta enfermedad, traslada de su pasado esa «pasividad» que requería su personaje, marido ausente pero compañero perpetuo de la intérprete Andrea Braein Hovig cuando la esperanza ya es lo único que les queda. «Todo lo que hago está siempre relacionad­o con mi propia experienci­a y eso me hace entender las cosas», explica a ABC el protagonis­ta de «Hope», la candidata de Noruega a los premios Oscar que se estrena hoy en España. «Sobre todo me ayudó a comprender la pasividad de mi personaje, Tomas, porque cuando a la persona con la que convives le cae una sentencia de muerte encima lo único que sientes tú, como persona a la que no le ha tocado, es absoluta impotencia. No hay forma de poder compartir con esa persona lo que le está ocurriendo, por mucho que lo intentes. Puedes ofrecer un apoyo práctico, estar ahí siempre, pero siempre estarás fuera. Es una sensación horrible».

El intérprete, fetiche del siempre provocador Lars von Trier, a punto estuvo de rechazar el proyecto consciente de lo saturado del género, pero cambió de opinión cuando leyó las dos páginas que le envió Maria Sødahl, tan satírica como cruda en esta visión creativa sobre su propia vida. «La directora y su marido, también cineasta (Hans Peter Molan), son viejos amigos míos. Ya conocía la historia porque la he vivido. Cuando Maria me envió el boceto pensé: “Otra película de cáncer no”. Pero al leerla me di cuenta de que era una película muy divertida, con toques de humor, y que más que una cinta

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sobre el cáncer era una historia en torno al amor», reconoce Skarsgård.

A pesar de que es la protagonis­ta la que lidia con el cáncer, el que sale peor parado es su marido, al que escupe verdades y rencores durante el metraje. Y como la confianza da asco, Skarsgård echó el resto sobre el personaje. Eso sí, tuvo la caridad de advertir a su amigo. «Él es muy leal al trabajo de su mujer, lo respeta, y entiende que es el punto de vista de ella y no el suyo. Cuando acepté el papel, le dije: “Nadie va a querer hablar contigo después del retrato que voy a hacer de ti en la película”. Y le dio un poco de miedo», bromea al otro lado del teléfono, siempre con una carcajada sonora preparada. «Pero no intenté imitarlo, simplement­e hice el papel de un hombre en esta situación, no de amigo».

Se lo toma a broma porque, después de más de cien títulos, ya no quiere «más papeles trágicos». Le sobran en su filmografí­a, tan abundante en número como escasa en grandes premios. En 2020 ganó el Globo de Oro por su papel de Boris Shcherbina en «Chernobyl», pero estos galardones tienen una importanci­a efímera en su vida, donde el éxito y el orgullo tienen otro significad­o.

Además de una historia sobre el cáncer y sobre el amor, con ese afecto que solo consigue hacer resurgir la fatalidad, «Hope» es también una película sobre la familia. Padre de ocho hijos, cuatro de ellos han seguido sus pasos. El más conocido es Alexander Skarsgård, protagonis­ta de «True Blood» o «Big Little Lies», y le siguen Gustaf («Vikingos»), Bill (el payaso malévolo de «It») y Valter («Señores del caos»). «No me siento un patriarca sino su amigo. Cuando supe que mis hijos seguirían mis pasos pensé que lo tendrían más difícil, porque empiezan bajo mi sombra. Me hace muy feliz su éxito», admite.

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