Lo que no debemos imitar
Se cumple ahora un año desde que las autoridades chinas reconocieran el primer muerto por Covid en la ciudad de Wuhan. Han tenido que transcurrir doce dolorosos meses en todo el planeta para que el régimen de Pekín haya recibido, por fin, a un grupo de expertos de la OMS para investigar el origen de la pandemia. Tampoco puede decirse que la OMS haya presionado con dureza; en medio de oscilaciones y contradicciones ha echado un capote al régimen chino cuando arreciaban las críticas desde Occidente. En todo caso, los expertos no lo van a tener fácil después de tanto tiempo, más aún porque las autoridades chinas se han empleado a fondo en silenciar cualquier voz crítica sobre la gestión de la pandemia, especialmente en aquellos primeros días en los que se castigó con el ostracismo e incluso la cárcel a quienes osaron dar la voz de alarma. Desde hace meses el régimen comunista difunde la versión de que el Covid no surgió en su suelo, al tiempo que presume de haber doblegado al virus y recuperado su economía con un vigor que resulta llamativo. Y aunque parezca increíble, el método chino basado en el control social y la represión suscita atractivo en nuestras sociedades, fatigadas por la lucha contra la pandemia y enredadas en discordias suicidas. El pueblo chino posee cualidades admirables, pero su régimen no puede plantearse como ideal de nada, tampoco de la lucha contra la pandemia. Lo curioso es que en lugar de volver a los fundamentos que hacen posible la democracia, algunos prefieran oír cantos de sirena en mandarín.