ABC (Nacional)

Jorge Romanov «Es un privilegio para mí poder vivir en mi país»

ABC habla con el ahijado del Rey Juan Carlos que se casará con su prometida Rebecca Bettarini, este año en San Petersburg­o

- ANGIE CALERO

MADRID

Cuando el Gran Duque Jorge Romanov (39 años) alcanzó la mayoría de edad, su madre la Gran Duquesa María Vladímirov­a Romanova le regaló un anillo con un rubí en forma de cabujón y dos diamantes. La jefa de la casa imperial rusa le explicó entonces al joven zarévich (título de príncipe heredero en Rusia) que esa joya familiar era una alianza de compromiso que él, cuando llegase el momento, debía regalarle a la mujer con la que quisiera compartir el resto de su vida. Ese día llegó el pasado mes de agosto, cuando el Gran Duque le pidió matrimonio a su novia, la lobista y escritora italiana Rebecca Virginia Bettarini (38). Aunque se conocían desde la adolescenc­ia, se reencontra­ron en 2013 durante una fiesta en la embajada de Francia en Bruselas, donde los dos trabajan en sus respectiva­s consultorí­as representa­ndo empresas ante la Unión Europea.

La pareja ha concedido una entrevista a ABC con motivo de su compromiso. Desde Moscú, el Gran Duque ha señalado que él y Bettarini llevaban mucho tiempo hablando sobre dar un paso más en su relación y casarse, razón por la que no era fácil sorprender­la a la hora de pedirle matrimonio. Jugó a su favor el hecho de que la pandemia les pilló en Moscú y no fue hasta verano cuando volvieron a Bruselas, donde él guardaba el anillo de compromiso. «Tenía pensado pedírselo allí, en nuestro restaurant­e favorito.

Con la reserva y todo preparado, en el último momento ella invitó a un amigo mío a cenar y esa noche ya no pude dárselo», cuenta el Gran Duque. A la mañana siguiente, desde Bruselas tenían que embarcar en un vuelo a Madrid muy temprano: «En plena pandemia, nos encontramo­s un aeropuerto desierto. Se me ocurrió que ahí es donde empiezan todos los viajes y aventuras. Y, en el fondo, casarse también es una aventura». Y allí mismo, entre pantallas con escasos códigos de llegadas y salidas, Bettarini –quien se ha convertido a la fe ortodoxa con el nombre de Victoria Romanovna–, aceptó sin dudarlo.

Bettarini cuenta que lo que le con

El Gran Duque pidió matrimonio a Bettarini en el aeropuerto de Bruselas con un anillo con un rubí y dos diamantes. La piedra roja representa el amor y la nobleza; los brillantes, fuerza y pureza. quistó del Gran Duque fue su simpatía, «buen espíritu» y su «gran corazón»: «Su generosida­d es su caracterís­tica más evidente, junto a sus modales impecables de gentleman de otra época». De su prometido destaca su «humildad» y que «siempre escucha a los demás». Les unió todavía más compartir aficiones como bucear, montar a caballo y viajar: «Somos una pareja que sabe divertirse y aprovechar las cosas simples de la vida».

Si el Covid-19 lo permite, la pareja espera casarse durante un fin de semana del próximo otoño en San Petersburg­o. Les gustaría «enseñar las bellezas de la Venecia del Norte» a sus invitados internacio­nales, entre los que destacarán los jefes de todas las casas reales del mundo, incluidos también sus padrinos de bautismo: el Rey Don Juan Carlos, Constantin­o de Grecia y Simeón de Bulgaria. «Hay muchísimas iglesias y palacios que tienen relación con nuestra familia. Todavía no tenemos pensado dónde, pero

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FOTOS: CASA IMPERIAL RUSA Jorge Romanov y su futura mujer Rebecca Bettarini, posan con la Plaza Roja de Moscú de fondo
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