La caída del enlace de la Guardia Civil en el Emad dejó a Robles sin opciones
«En un caso como este no era posible contemporizar», dicen fuentes de Interior
La salida del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), general del Aire Miguel Ángel Villarroya, no tenía marcha atrás desde la mañana de ayer cuando se conoció que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, había destituido de forma fulminante al teniente coronel de la Guardia Civil Gustavo Giménez, que ejercía como enlace con el Estado Mayor de la Defensa, por haberse vacunado. Margarita Robles, que había optado por la prudencia solicitando un informe al Jemad antes de anunciar una decisión, se veía de esa forma arrastrada por los acontecimientos. No había margen.
Por la mañana, las fuentes de Defensa consultadas por ABC se esforzaban por desvincular una cosa y otra: «Las decisiones están claras. No nos condiciona». Desde Interior el mensaje era similar. Sin embargo, a nadie se le escapaba que el general Villarroya no podía salir bien parado tras la reacción fulminante de Marlaska y la única estrategia era intentar hacer ver que se trataba de dos asuntos diferentes, con claves internas distintas. En vano. El mensaje lanzado desde el Ministerio del Interior para comunicar su decisión era contundente: «Tras tener conocimiento de que el oficial de enlace de la Guardia Civil destinado en el Estado Mayor de la Defensa había participado en la vacunación en esa Institución, y tras recabar y analizar todos los informes pertinentes, el ministro del Interior ordenó anoche su cese con carácter inmediato. Se trata de un puesto de libre designación». Las fuentes consultadas, remachan: «No se podía contemporizar».
A partir de ese momento la posición de Robles quedaba muy comprometida: ¿Por qué el ministro del Interior actuaba de inmediato con un teniente coronel, y la de Defensa no tomaba decisiones con el jefe operativo de las Fuerzas Armadas? Y quedaba otro enigma por desvelar: ¿Quién era el responsable último de que se hubiese aprobado el protocolo según el cual los primeros en vacunarse serían los sanitarios militares, luego el personal en misiones exteriores y después la cadena de mando por edad? ¿Nadie tuvo en cuenta que en el Ejército los ascensos, por tanto los empleos, están muy ligados a la antigüedad? Más aún, ¿qué riesgo mayor corre un general o almirante que los oficiales, suboficiales y tropa que están a pie de calle, por ejemplo con motivo de la reciente tormenta Filomena? En el Gobierno defienden que el caso del Jemad era «diferente en términos de repercusión». Y también desde el punto de vista político. La salida de Villarroya se comunicó una hora después de que concluyese el Comité Federal del PSOE. En todo este caso Sanidad se ha puesto de perfil, diciendo que es Defensa quien debía dar explicaciones.
Discrepancias
Marlaska, para su decisión, lo tenía fácil: no era admisible que un teniente coronel con un destino en un despacho se beneficiara de una vacunación antes que las decenas de miles de policías y guardias civiles que prestan servicio en la calle, o de los propios mandos operativos. Los sindicatos policiales y a las asociaciones del Instituto Armado se le hubieran echado encima. Hay otra clave. La relación de Marlaska y Robles es manifiestamente mejorable. Desde Interior se ha reprochado a Defensa que haya convertido su actuación en la pandemia en una operación de propaganda en perjuicio de las Fuerzas de Seguridad y adoptando decisiones que no correspondían al Ejército. Por ejemplo, patrullando por las calles e identificando ciudadanos, para lo que no tiene competencias.