LLAMADAS EN ESPERA
De haber ganado en noviembre, Donald Trump no hubiera tardado en telefonear para celebrarlo a Kim Jong-un, con el que tan buenas migas hizo durante su ajetreado mandato. Con el relevo en la Casa Blanca se produce, en cambio, la ceremonia de recalificación del orden internacional, que cada cuatro años consiste en coger número para esperar la llamada del nuevo presidente de Estados Unidos, lo que posiciona a cada país en el concierto internacional. Cuanto más tarda en sonar el teléfono, menos pinta uno en el mundo. Tras el primer ministro canadiense y el presidente mexicano, por cuestiones vecinales, las llamadas de Biden cruzan el Atlántico y se trasladan al continente europeo. Nuestra inquieta ministra de Exteriores ya se encargó el pasado viernes de anunciar que había contactado tangencialmente y por videoconferencia con el enviado especial para el Clima de Joe Biden, actor tan secundario en la Casa Blanca como Sánchez para el nuevo presidente norteamericano, que la noche del pasado sábado charló con Boris Johnson y ayer mismo telefoneó a Macron. No ocultó el primer ministro británico su alegría por ser uno de los primeros elegidos por Biden. Ahora que dirige un país independiente, le hace falta tanta compañía internacional como contactos diplomáticos a nuestra inquieta Arancha González Laya.