Lydia Bosch: «Los ojos nunca envejecen y con los años aprenden a hablar de otra manera»
La actriz reaparece hoy en «Servir y proteger» (La 1), donde se reencuentra con Luis Martín y Antonio Valero
Lydia Bosch (Barcelona, 1963) regresa hoy a la televisión con un personaje episódico en «Servir y proteger», en La 1. La actriz reaparece dos años después de su participación en «Paquita Salas». Ahora da vida a Mabel, médico forense y exmujer del inspector jefe Tomás Salgado, personaje que interpreta Antonio Valero. El reencuentro ha sido bonito y sencillo: «El primer día era todo alegría... Son caras amigas y trabajar con Luisa y Antonio ha sido muy fácil, porque nos conocemos mucho. También me he encontrado con Pepa Aniorte, con la que trabajé en “Águila roja” y en “Los Serrano”, y con Juanjo Artero», cuenta Bosch. La actriz revela que tiene alguna otra oferta sobre la mesa: «Ahora tengo un proyecto para el que voy a hacer una prueba, pero no puedo decir nada».
—De pequeña quería ser maestra, luego la descubrió Chicho Ibáñez Serrador, un poco por casualidad, pero quizá ya había algo de vocación.
—Es verdad que de pequeña quería ser maestra. Mi abuela era profesora y lo de ser actriz lo veía muy lejos. En mi familia no había nadie relacionado con eso. No me lo planteé, pero sí colaboraba en las obras de teatro del colegio. Luego hice anuncios de televisión. Ya había tenido contacto con las cámaras cuando entré en el «Un dos tres». Ahí Antonio Giménez-Rico me ofreció la oportunidad de hacer «El disputado voto del señor Cayo», y me quedé enganchada. —¿Fue complicado triunfar tan joven? —Empecé cuando debía tener 16 o 17 años. Las personas que me rodeaban eran gente maravillosa. La educación que uno tiene en casa es fundamental. Siempre me han enseñado que uno es válido por lo que es, no por su profesión o su dinero. Me he dado cuenta de que en la vida, cuantas menos
El éxito «Me he dado cuenta de que cuantas menos pretensiones tengas, las cosas te funcionan mejor»
pretensiones tengas, las cosas te funcionan mejor.
—¿Cambió más su vida con el «Un dos tres» o con «Médico de familia»? —Fueron dos programas muy potentes. Había solo dos cadenas en la época del «Un, dos tres». He tenido la suerte de estar en programas donde la familia se unía para verlos, como «Motivos personales» y «Médico de familia».
—¿La fama cuesta?
—Soy muy tímida, creo que como todos los actores. Pero yo soy muy muy tímida, aunque no lo parezca. Y sigo teniendo una gorra marrón, de pana, de visera alta, que me ponía cuando venía a Madrid para el «Un, dos, tres». La gente de mi generación o mayor me guarda un cariño especial, y lo agradezco. —No sé si era consciente de toda la gente a la que enamoraba... —¡Calla! No era consciente. Ahora porque me lo dicen. Pero es cierto que no soy una mujer peligrosa para las mujeres. Por eso recibo un cariño más familiar que de otro tipo.
—Los actores mejoran con el tiempo y la verdadera belleza no se va... —Los ojos nunca envejecen y con los años aprenden a hablar de otra manera. La mirada que tienes a los 20 años no es la misma que a los 50. Los silencios, las pausas que puedes hacer no son los mismos mientras dices un texto. Muchas veces en el guion hay palabras innecesarias y si las suplantas con una mirada tienen más peso que la voz. —¿Ha sentido miedo a perder protagonismo con el paso de los años? —Indudablemente, a medida que cumples años son menos personajes. Para mí es inexplicable, porque hay muchas historias que contar con mujeres entre 45 y 55 o 60, cuando más vida tienes. Supongo que tiene mucho que ver con la edad de los guionistas también.