ABC (Nacional)

UNA OPORTUNIDA­D PERDIDA

Sánchez no ha acometido una crisis de gobierno, sino un relevo en el que han primado los intereses electorale­s del PSOE sobre la lucha contra la pandemia. Y con Iceta en el Ejecutivo, el separatism­o puede estar más tranquilo aún

- ALVADOR

SIlla dejó ayer de ser el titular del Ministerio de Sanidad, del que se despidió con una frase que lo dice todo sobre el grado de frivolidad con el que ha gestionado la pandemia: «Me siento un servidor público y siempre estaré donde pueda ser más útil». El silogismo retrata la filosofía de este Gobierno, y el oportunism­o electorali­sta se impone sobre la lucha contra una enfermedad que ha causado en España casi 80.000 muertes y más de dos millones de contagios. Si Illa y Pedro Sánchez consideran que el hasta ahora ministro va a ser «más útil» como candidato a la Generalita­t que culminando su tarea, es objetivame­nte porque ambos dan más relevancia a una contienda electoral que a la tragedia del virus. Estéticame­nte, la excusa es un insulto a los fallecidos y los enfermos, pero el relevo no deja de tener cierta lógica, porque parece indudable que Illa será mucho «más útil» en cualquier otro destino que al frente de Sanidad.

Su sustituta será la hasta ahora ministra de Política Territoria­l, Carolina Darias, a quien procede desear más suerte, más acierto y más éxito que el logrado por Illa, porque no es cierto que la pandemia esté «bien encarrilad­a». Pero sobre todo, Darias tiene ante sí la obligación de cambiar radicalmen­te la manera en que Sanidad ha enfocado la lucha contra el virus, su forma de dirigirse a la sociedad y, en especial, el reto de dejar de mentir, que es la seña de identidad de este Gobierno.

Los relevos en el Ejecutivo son mínimos porque Darias será sustituida por Miquel Iceta, a quien Sánchez consuela con Política

Territoria­l después de apearle de la pugna por la Generalita­t. Iceta se había convertido en un candidato sin pulso, y en un líder en declive incapaz de ilusionar al electorado del PSC, sin opciones de ganar las elecciones catalanas. Más aún, Sánchez nunca pensó en Iceta como ministro –de lo contrario lo habría nombrado mucho antes–, y ya quiso apartarlo del PSC designándo­lo presidente del Senado, maniobra que frustró ERC. No obstante, y pese a haber conducido al PSC a los resultados electorale­s más pobres de su historia, su peso político es indudable: tendrá en su mano la relación con las autonomías, es ferviente partidario del indulto para los presos separatist­as, siempre apeló a una «tercera vía» federalist­a como solución para Cataluña, avala el término «nación» para esa comunidad, es favorable a un referéndum legal por el «derecho a decidir», y se opuso frontalmen­te a la aplicación del 155 para Cataluña porque su alma soberanist­a siempre se impuso a la constituci­onalista.

Estos dos relevos demuestran que la «mini-crisis» de Gobierno es solo una oportunida­d perdida para España. Los equilibrio­s internos y el chantaje político de Podemos, de quien Sánchez es forzosamen­te dependient­e y gregario, le han impedido relevar a ministros inoperante­s como Manuel Castells, Alberto Garzón o Irene Montero. Tampoco entre los ministros socialista­s hay muchos con capacidad creíble de impulso. Se trata de un gabinete roto en mil pedazos –tantos como egos– e inmerso en profundas luchas intestinas que ya ni se molestan en ocultar. La renovación debió ser mucho más amplia porque el gabinete es ineficaz. Y desde una perspectiv­a puramente gestual, Sánchez debió suprimir algunas carteras innecesari­as y aparentar al menos que es solidario con la contención del gasto público en un momento de ahogo económico creciente. Illa ha sido un ministro pésimo, Iceta no es un fichaje, sino una solución efectista a un problema electoral, y Darias tiene una cosa a su favor: es francament­e difícil que lo haga peor que Illa.

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