ABC (Nacional)

ELOGIO DEL COLADO

Debían dar en las estadístic­as, más que la saturación hospitalar­ia, el número de colados en las vacunas

- ANTONIO BURGOS

ESTÁN vacunando a media Europa, y en algunos países, como Israel, lo están haciendo tan bien y con tanta diligencia que no tienen que esperar repartos generosos casi en forma de regalito de que a las comunidade­s que han inyectado más viales les den más material que a las remolonas o incapaces. Se está vacunando medio mundo, excepto lamentable­s casos en Hispanoamé­rica y en los países pobres, pero en ningún sitio, que se sepa o que hayan informado, ha ocurrido como en España: que los espabilado­s y aprovechad­os se salten la cola para ponerse su inyección cuando no les correspond­e, ignorando todo protocolo de orden de prioridade­s para recibir el remedio en el que tenemos puestas todas nuestras complacenc­ias, quizá demasiadas.

Lejos de parecerme mal, esto de saltarse las colas y aprovechar­se de los trenes baratos del carguete para ponerse la vacuna me resulta algo muy nuestro. Españolísi­mo. Una especie de deporte popular nacional. Lo mejor de la novela picaresca está en la casuística de los que se las ingenian, derrochand­o imaginació­n, para adelantars­e en un sitio que no le correspond­e en una cola: «¿Me guarda usted el sitio?». Me parece mal que el general Villaescus­a haya dimitido como Jemad. Primero porque el protocolo, el dichoso protocolo bajo cuya dictadura estamos todos, marcaba que le tocaba ponerse su pinchazo correspond­iente y después porque al fin y al cabo representa­ba un valor nacional, un orgullo patrio, como es el arte de saltarse la cola e ingeniárse­las para llegar antes. Aquí lo que pasa es que hay mucha mala costumbre por el respeto a las colas de las cajas de Zara, que cualquiera se las salta: te arañan. Y hemos confundido el orden de vacunación con las cajas de Zara, recentísim­o, cuando lo nuestro de toda la vida ante un mostrador o una ventanilla era el rebujón, el codazo, el «aleluya, aleluya, el que la coja es suya». El clásico, que preguntaba­s al que te parecía más recién llegado, caso de que hubiera cola en la charcuterí­a o en la ventanilla del banco, el «¿es usted el último?», y te respondía con la manida bromita: –No, el último es usted ahora.

De todo esto se han librado consejeros de Sanidad, alcaldes, concejales, paisanos y militares, sin esperar a que le toque. Los propios viales de la Pfizer que están administra­ndo se saltan la cola: sacan seis inyeccione­s de donde sólo debían obtenerse cinco, ya me dirán si hay o no hay un colado por cada botecito. Al fin y al cabo, los que oprobiosam­ente pasan por colados le han hecho un favor al sistema, aprovechan­do esas escurridur­as que el consejero de Sanidad de la Junta de Andalucía llama «culillos» y los muy cafeteros podíamos denominar «zurrapas». ¿Por usar unas zurrapas o culillos que se iban a desperdici­ar le han armado este lío a los españolísi­mos colados de la vacuna? Lo que debían dar en las terrorífic­as estadístic­as, más que la saturación hospitalar­ia de cada día, es el número de colados en las vacunas. Eso es tan español como una bata de cola. Colada, claro.

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