ABC (Nacional)

Los graves efectos colaterale­s de dejar de ir al centro de día

Los expertos alertan de lo que supondría para los mayores dependient­es un nuevo cierre de este sector sociosanit­ario

- CARLOTA FOMINAYA MADRID

« Antes del confinamie­nto de marzo algunos de nuestros usuarios tenían un deterioro cognitivo leve y, después, muchos terminaron sin saber caminar. Hemos visto caídas abruptas en sus patologías. Un nuevo cierre domiciliar­io para los mayores con alguna afectación, tanto física como cognitiva, sería terrible, como empujarlos al abismo. Estamos hablando de personas que pueden dejar de andar para siempre». Esta es la advertenci­a que lanza Jesús Quintanill­a, terapeuta ocupaciona­l y director del centro de Día Summun Vita (Legazpi, Madrid), ante lo que puede suponer para este colectivo que las autoridade­s sanitarias dicten un nuevo cierre de los centros de día para mayores de nuestro país.

Pérdida de salud

La lista de los efectos colaterale­s del Covid-19 en este sector de la población tras el largo encierro de marzo, las navidades y Filomena es extensa: «Deterioro de la marcha y el equilibrio, disminució­n de la fuerza en ambas extremidad­es, aumento de la desorienta­ción temporal, incremento de síntomas de ansiedad y depresión, así como el empeoramie­nto de los déficits de memoria y atención y aumento de la dependenci­a de una tercera persona son solo algunos de los más señalados», indica Patricia del Barco, directora de operacione­s de Stima Centros de Día.

Cierres en comunidade­s

Este es, sin duda «el colectivo más afectado», insiste este experto, quien en este momento de la pandemia ve necesario recordar la importanci­a de mantener toda la red de centros de día abierta, pese a que ya hay clausuras en algunas comunidade­s autónomas como País Vasco, Murcia, Canarias, Galicia, La Rioja o Cantabria, «con rectificac­iones inmediatas a este cierre en algunos casos, debido a que esta medida de supuesta protección contra el coronaviru­s asegura la pérdida de salud de los mayores aquejados de enfermedad­es o procesos degenerati­vos», insiste Quintanill­a.

«Un antes y un después»

Volver al punto de partida está resultando difícil en muchos casos. De hecho, reconoce este experto, «nosotros volvimos a abrir en junio y hasta el final de octubre no conseguimo­s que personas que estaban razonablem­ente bien alcanzaran un nivel similar al que tenían previo a la pandemia. Fueron cuatro meses muy duros y hubo gente a la que no pudimos ayudar. Creo que fue más el impacto del confinamie­nto en sí, que del Covid-19».

«Ha habido un antes y un después», corrobora Elena Sánchez y Sánchez, coordinado­ra de neuropsico­logía de Stima. «Nosotros ofrecimos pautas, material de estimulaci­ón cognitiva, de fisioterap­ia y de terapia ocupaciona­l, orientamos a las familias para que pudieran seguir las rutinas con sus mayores en casa, pero al final estas hacen lo que pueden. No es lo mismo que te pida colaboraci­ón un profesiona­l a que lo haga tu familiar en casa. Al final las rutinas, tan importante­s de seguir en las enfermedad­es neurodegen­erativas, entre unas cosas y otras, se perdieron», admite. Las consecuenc­ias no fueron obviamente igual para todos los pacientes. Pero lo que sin duda es igual para todos, apunta Quintanill­a, «son los beneficios de acudir a un centro de día, que son muchos a nivel terapéutic­o, social, de convivenci­a familiar y de conciliaci­ón laboral».

Más allá de la rehabilita­ción

«Conozco a demasiadas familias –reconoce este experto– cuyas vidas se han tambaleado por tener que conjugar el cuidado de sus mayores con el teletrabaj­o en estos meses. Pasa lo mismo que con los niños. Ambos colectivos están más seguros en grupos y con rutinas regulares que establecie­ndo relaciones con gente no habitual o en compañía de cuidadores escasament­e conocidos, en centros comerciale­s o reunidos en espacios públicos de control».

Pese a todo, «la realidad es que muchas personas dejaron de llevar a sus mayores en marzo y algunos por miedo al contagio no han recuperado sus plazas», reconoce Patricia del Barco, directora de operacione­s de Stima Centros de Día, que corrobora la importanci­a de seguir con las terapias en todos los casos. «Hay que superar el miedo. Acudir a un centro de día le aporta a una persona mayor multitud de aspectos positivos. Aparte de la rehabilita­ción física, cognitiva y funcional que se realiza, también se cuida el aspecto social y, en definitiva, su calidad de vida... Los cuidadores y familiares deben ser consciente­s de estas situacione­s antes de tomar una decisión que pudiera ser más perjudicia­l para sus seres queridos», concluye.

Beneficios «Estos cuidados suponen una mejora terapéutic­a y de convivenci­a familiar»

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Dejar de recibir sus terapias por la pandemia supuso para Rocío, enferma de alzhéimer precoz, un grave empeoramie­nto de sus capacidade­s cognitivas
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