Un medio de medios
NO se deje confundir por el titular: este artículo va con usted. Le concierne. Porque de lo que vamos a hablar es, nada menos, que de libertades individuales. Google, con su sobrecogedora posición de dominio en el mercado digital, que es tanto como decir en el mercado, se ha hartado de ser buscador. Quiere ser más. Quiere ser la central de distribución de contenido periodístico. Y quiere hacerlo en su estilo, o sea, como único proveedor. Hagamos un poco de historia.
A partir de los atentados del 11S, Google decidió que los medios estaban desordenados, que eran muchos, y que los ciudadanos, desvalidos ellos, necesitaban de su filantropía para proporcionarles orden. Se puso manos a la obra y lanzó Google News, una central de distribución de noticias de cualquier medio ordenadas a partir del criterio de un algoritmo, es decir, de un criterio opaco. Las marcas tradicionales veían cómo sus informaciones, elaboradas con la correspondiente inversión en profesionales cualificados y recursos tecnológicos avanzados, eran puestas a disposición de los lectores de Google de manera gratuita. ¿Qué sacaban los editores de esto? Tráfico indirecto y dilución de su marca, ya que quedaba subordinada a otra mayor. ¿Qué sacaba Google? Tráfico directo, datos de navegación de los lectores, prestigio como distribuidor de contenido informativo llovido del cielo y, sobre todo, ingresos por publicidad. En este punto es bueno recordar que se estima que entre Google y Facebook concentran el 80% del mercado publicitario digital mundial.
En 2013, la asociación de editores españoles logró un hito en la lucha por la protección de los derechos de los editores. El texto de la ley de propiedad intelectual que el entonces gobierno del Partido Popular propuso para aprobación en el Parlamento contenía en su artículo 32.2 que los editores tenían derecho a ser retribuidos por el uso de sus contenidos. Hasta ahí todo en orden para el gigante de Mountain View, ya que podría hacer lo que se le da mejor: pactar con algunos editores disidentes la desarticulación de cualquier iniciativa colectiva. Esto es eficaz ya que el, en otros tiempos, buscador tiene a su merced impulsar o expulsar del mercado a aliados o contrarios por un, seamos claros, precio insignificante si se compara con sus fines perseguidos. El problema para Google es que, como siempre, el diablo estaba en los detalles. La norma española contenía un adjetivo que se ha convertido en uno de los mayores dolores de cabeza para los directivos de Google: el derecho de los editores a ser retribuidos era IRRENUNCIABLE. La posibilidad de romper la unidad de acción de los editores mediante la distribución de platos de lentejas quedaba imposibilitada por ley. ¿Consecuencia? Google News cerró en España. ¿Impacto en la capacidad de los ciudadanos
«La disyuntiva que se presenta hoy a los editores es elegir entre la vigencia de nuestras marcas, la independencia respecto de nuestro omnímodo competidor y la búsqueda de nuestro propio negocio, o la subordinación de nuestras cabeceras a otra mayor y única, llámese como se llame, hasta quedar reducidos a meros servicios de agencia. Lo que está en juego es la prensa libre y plural»
para acceder libremente a información? Ninguno. Aquí quiero subrayar que los editores jamás nos hemos opuesto a la función de buscador del gigante tecnológico sino a su pretensión de erigirse en un «medio de medios». Y no hay mejor factor disuasorio que fijar un precio entre nuestros contenidos y su marca.
Durante años, editores y políticos españoles hemos resistido sin «Los editores jamás nos hemos opuesto a la función de buscador del gigante tecnológico, sino a su pretensión de erigirse en un