FIN DE PARTIDA
Claro que Iglesias sabe que lo de Putin es una dictadura. Pero es bastante verosímil que la envidie
PABLO Iglesias respaldó anteayer las palabras del ministro de Exteriores ruso, para quien el juicio y condena de los golpistas catalanes invalidaba cualquier crítica de la UE contra la dictadura de Putin. Y fue mucho más lejos que Lavrov mismo en su caracterización del régimen español: «En España no hay una situación de plena normalidad democrática», declaró al diario barcelonés ‘Ara’. Y explicitó su argumento: «Si, como miembro del Gobierno español, voy a cualquier país y me dicen que los jefes políticos de los dos partidos que gobiernan en Cataluña, uno está en la cárcel y el otro en Bruselas, me están describiendo los hechos».
Busco precedente de que el vicepresidente de un gobierno de la UE haya concedido autoridad democrática a un ministro ruso. No doy con él. Busco precedente de que un ministro de la UE haya declarado que su país no es plenamente democrático. No existe. Sencillamente, porque es un oxímoron. De las actuaciones de un gobierno son responsables colegiadamente por igual todos sus miembros.
Si el señor Iglesias se proclama parte –y además a título de vicepresidente– de un gobierno no-democrático, significa que se está declarando no-democrático a sí mismo. Lo cual puede que sea un acto de lucidez. Pero es también un llamamiento a la rebeldía ciudadana contra él y contra los suyos. Convendría que nos aclarase la paradoja.
¿Significa eso que sus palabras encierren un absurdo? No lo creo. Las leyes del discurso político no son las de la lógica. Sí, las de la retórica. Y en retórica dos más dos no suman necesariamente cuatro. Platón lo hace proclamar al retórico Gorgias: no hace falta saber medicina para que el paciente te encomiende su salud; basta con dominar bien el arte de convencerlo.
En política, no existe más realidad que la que la retórica impone. Siempre fue así. Sólo que ahora la potestad de los medios audiovisuales para imponer el monopolio de esa retórica en cada cabeza ciudadana no tiene límite.
Cuando aceptó formar parte de un gobierno de matriz socialdemócrata, Pablo Iglesias sabía que se adentraba en un campo de minas. No es imprescindible saberse de memoria a Lenin y a Malaparte para entender que, una vez abierta una ocasión de doble poder, la estabilidad queda reducida a un plazo muy corto. Y que, al cabo de ese plazo, será destruido aquel cuya retórica resulte menos eficiente de las dos que comparten la gestión del Estado: Sánchez-Redondo por un lado, los cónyuges Montero-Iglesias por el otro.
Es ahora el momento crítico para hacer saltar por los aires la ficción de un gobierno que son dos: hora de empezar la guerra seria por el poder. Lo saben ambos contendientes. Y ni al uno ni al otro se les da un comino mentir lo que haga falta: es la ley de la simulación. Y claro que Iglesias sabe que lo de Putin es una dictadura. Pero es bastante verosímil que la envidie.