Histórico hundimiento económico y político del socialismo francés
Desde sus estrepitosos resultados en las elecciones de 2017, la dirección del PS oculta el montante exacto de las deudas y descubiertos bancarios
El socialismo francés vegeta en un limbo político: sin programa político conocido, sin líderes relevantes, cuando la crisis financiera del Partido Socialista (PS) se ha transformado en una bomba de relojería instalada en un campo de ruinas.
Las deudas financieras, descubiertos bancarios, gastos insostenibles hipotecan el futuro del PS, por una razón simple y brutal: el partido no tiene, al día de hoy, los ingresos económicos mínimos para poder pagar los gastos de un candidato propio a la próxima elección presidencial. Se trata de una catástrofe histórica y sin precedentes en la historia del socialismo francés.
El 2012, el año de la victoria presidencial de François Hollande, el PS tenía 300 parlamentarios, contaba con 24 millones de euros de subvenciones anuales, y 80.000 militantes cotizaban como miembros del partido.
Venta de la sede
Desde el 2017, el año de su hundimiento político, en las elecciones presidenciales y legislativas, el PS tiene una treintena de diputados, 5,9 millones de subvenciones oficiales, 30.000 militantes oficiales, muchos de los cuales no pagan sus cotizaciones, y un rosario de deudas e hipotecas que Olivier Faure, primer secretario del partido, califica de «monstruosas», sin atreverse a dar una cifra exacta.
Hace tres años la dirección del PS vendió la antigua sede social del partido, por un montante de 45,5 millones de euros. ¿Dónde han ido a parar esos millones?, se preguntan muchos militantes, cuándo la dirección socialista anuncia el despido laboral de una
veintena de empleados permanentes.
Según la dirección del PS, los 45,5 millones cobrados hace cuatro años han desaparecido de este modo: la deuda hipotecaria con la que se financió la campaña presidencial del 2017 costó 20 millones; un primer plan destinado a salvar el empleo de los permanentes costó 4,9 millones; el descubierto bancario creció hasta los 6,3 millones; el traslado a una nueva sede, en la periferia, costó otros 9 millones…
La dirección del PS no desea comunicar el montante exacto de las deudas y descubiertos bancarios. Según el semanario ‘Le Point’, tradicionalmente bien informado, el PS tendría un deuda y descubiertos que ascenderían a unos 17 o 18 millones de euros. Con unos ingresos oficiales de 5 o 6 millones de euros, anuales, el socialismo francés se encuentra en un estado de bancarrota, sin recursos conocidos, por ahora, para financiar una campaña electoral propia.
A esa catástrofe financiera, hipotecando su futuro administrativo, es necesario añadir una catástrofe política.
A cinco meses de las próximas elecciones regionales, a 14 meses de la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales, el PS no tiene programa político conocido ni candidatos que se coticen como rivales creíbles contra Emmanuel Macron, presidente, y Marine Le Pen, presidenta de Agrupación Nacional (AN, extrema derecha), las dos personalidades presidenciables que siguen dominando el paisaje político nacional.
Tras la gran humillación y catástrofe de las elecciones presidenciales y legislativas de mayo y junio de 2017, el PS ha sido incapaz, en tres años largos, de encontrar ideas, redactar algún programa sobre algo, o facilitar la revelación de personalidades jóvenes y creíbles.
En la presidencial de 2017, el candidato socialista, Benoît Hamon, consiguió menos votos que Marine Le Pen, eliminado en la primera vuelta. El PS pasó de 295 a 31 diputados. Una pérdida de 260 diputados con muy pocos precedentes en la historia política nacional.
Las dos almas del PS
Tres años después, el PS no tiene diputados ni líderes conocidos. Su primer secretario, Olivier Faure, es uno de los políticos más invisibles y desconocidos de Francia. Tampoco tiene programa político nacional. Ante las regionales del próximo mes de junio, los candidatos tendrán que apañarse libremente, a su aire.
El PS no tiene programa regional para una Francia poco descentralizada. Ante las elecciones presidenciales, la corona del sistema político francés, el socialismo ofrece el espectáculo de varios candidatos que no se entienden entre ellos, sin que nadie sepa cómo ni cuándo pudiera ser elegido el posible candidato o candidata.
Ante la muy mala cotización de todos los aspirantes al liderazgo presidencial socialista, la burocracia del PS baraja varias posibilidades: presentar un candidato de unión de la izquierda (a discutir con los ecologistas), o lanzar unas elecciones primarias entre los distintos aspirantes.
La presentación de un candidato de unión de la izquierda corre el riesgo de ser eclipsado o eliminado por un candidato ecologista. La convocatoria de elecciones primarias puede correr el riesgo de agrietar a las distintas familias socialistas, reducidas a su mínima expresión política nacional.
Olivier Faure, primer secretario del PS, intenta negociar con los ecologistas un proyecto común. Pero los ecologistas dan largas a las negociaciones: esperan conocer el resultado de las próximas elecciones regionales, el mes de junio, si todo va bien, para poder negociar en posición de fuerza ante unos socialistas que tampoco se entienden con el PCF (convertido en un grupúsculo insignificante) ni La Francia Insumisa (LFI, populista de extrema izquierda), de Jean-Luc Mélenchon, que aspira a ser el hombre providencial de todas las izquierdas.
La crisis económica y financiera del PS tiene muy mal arreglo. Una familia política sin ingresos, con muchas deudas y descubiertos bancarios. Sin ideas, sin programa, sin líderes, esa crisis económica hipoteca gravemente el futuro aparentemente negro.
El líder de la Francia Insumisa aspira a ser el gran y único tótem de la izquierda francesa