ABC (Nacional)

HONOR Y LEONOR

Iglesias avisó: «La televisión es un arma»

- ALBERTO GARCÍA REYES

AYER salí a pasear solo para pensar, ese suplicio de la era contemporá­nea, porque recordé el evangelio del filósofo Emilio Lledó, que es uno de los pocos luceros que nos quedan: «La libertad de expresión solo tiene sentido cuando hay libertad de pensamient­o porque decir majaderías, ¿para qué vale? Esa libertad debe sustentars­e en la racionalid­ad, en la libertad de una mente que no esté atrofiada por mentiras». Mucha gente va al gimnasio a ponerse en forma el cuerpo, pero poca hace ejercicio para mejorar el pensamient­o, tal vez porque ambas cosas son incompatib­les, como sentencia Curro Romero: «Yo dejé de hacer natación porque no se puede nadar y pensar a la vez». Por eso el Gobierno tiene llanura por delante para proponer desde su mitad morada una reforma de la ley que permita la entrada gratuita de la injuria y la calumnia en el templo de la libertad de expresión. Para que, por ejemplo, el cerebro atrofiado de Hasél pueda expectorar sus ripios biliosos contra la Corona de balde. O para que en el programa de la meteorólog­a ascendida a presentado­ra estrella de la televisión pública por su servidumbr­e al partido se publique un rótulo sobre los estudios de la Princesa Leonor en Gales que bien podría haber dictado el presunto rapero catalán: «Leonor se va de España, como su abuelo».

Mientras paseaba, la cabeza, que se comporta con la misma impredecib­ilidad que el mar, me devolvió el cabreo de Irene Montero con aquel poema satírico del juez Pérez San Francisco y la denuncia de su suegro a Cayetana Álvarez de Toledo cuando la diputada le recordó que había sido terrorista del Frap. El matrimonio del Consejo de Ministros se rebeló cuando le dieron estopa porque su método político se basa en el puño de hierro y la mandíbula de cristal. Ellos sólo creen en la justicia «ad hominem». Defienden que las ideas valen más que los hechos. Por eso no puede sorprender­nos el rótulo de Leonor. Pablo Iglesias dice que «los medios de comunicaci­ón son armas» y que le gustaría dirigir la televisión pública para disparar. Y ahí lo tienen, apuntando a la Monarquía, a España, al honor de los discrepant­es y a la libertad en los rótulos majaderos del pensamient­o único que se ejercita en los gimnasios soviéticos.

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