HONOR Y LEONOR
Iglesias avisó: «La televisión es un arma»
AYER salí a pasear solo para pensar, ese suplicio de la era contemporánea, porque recordé el evangelio del filósofo Emilio Lledó, que es uno de los pocos luceros que nos quedan: «La libertad de expresión solo tiene sentido cuando hay libertad de pensamiento porque decir majaderías, ¿para qué vale? Esa libertad debe sustentarse en la racionalidad, en la libertad de una mente que no esté atrofiada por mentiras». Mucha gente va al gimnasio a ponerse en forma el cuerpo, pero poca hace ejercicio para mejorar el pensamiento, tal vez porque ambas cosas son incompatibles, como sentencia Curro Romero: «Yo dejé de hacer natación porque no se puede nadar y pensar a la vez». Por eso el Gobierno tiene llanura por delante para proponer desde su mitad morada una reforma de la ley que permita la entrada gratuita de la injuria y la calumnia en el templo de la libertad de expresión. Para que, por ejemplo, el cerebro atrofiado de Hasél pueda expectorar sus ripios biliosos contra la Corona de balde. O para que en el programa de la meteoróloga ascendida a presentadora estrella de la televisión pública por su servidumbre al partido se publique un rótulo sobre los estudios de la Princesa Leonor en Gales que bien podría haber dictado el presunto rapero catalán: «Leonor se va de España, como su abuelo».
Mientras paseaba, la cabeza, que se comporta con la misma impredecibilidad que el mar, me devolvió el cabreo de Irene Montero con aquel poema satírico del juez Pérez San Francisco y la denuncia de su suegro a Cayetana Álvarez de Toledo cuando la diputada le recordó que había sido terrorista del Frap. El matrimonio del Consejo de Ministros se rebeló cuando le dieron estopa porque su método político se basa en el puño de hierro y la mandíbula de cristal. Ellos sólo creen en la justicia «ad hominem». Defienden que las ideas valen más que los hechos. Por eso no puede sorprendernos el rótulo de Leonor. Pablo Iglesias dice que «los medios de comunicación son armas» y que le gustaría dirigir la televisión pública para disparar. Y ahí lo tienen, apuntando a la Monarquía, a España, al honor de los discrepantes y a la libertad en los rótulos majaderos del pensamiento único que se ejercita en los gimnasios soviéticos.