ABC (Nacional)

Jaled Al Assad En busca de los restos del arqueólogo decapitado

Las autoridade­s sirias dicen haber encontrado el cuerpo de Jaled Al Assad, el ‘padre de Palmira’, asesinado por el Daesh en 2015 por defender el patrimonio del país

- MIKEL AYESTARAN CORRESPONS­AL EN JERUSALÉN

«Acaban de extraerme sangre para hacer la prueba del ADN y debemos esperar al menos 72 horas [ahora 24 horas] para conocer los resultados. Nos duele el corazón después de cinco años de espera y confiamos en que el cuerpo encontrado sea el de nuestro padre, el mártir», asegura Tarek, hijo de Jaled al Assad, quien fue director de arqueologí­a de Palmira, en el desierto de Siria, y a quien el grupo yihadista Daesh asesinó el 18 de agosto de 2015 en la plaza situada frente al museo. Los medios sirios informaron el lunes de la aparición de tres cuerpos en Kahloul, al este del oasis considerad­o patrimonio de la humanidad por la Unesco, y apuntaron a que uno de ellos podría ser el del apodado como ‘padre de Palmira’, que fue el encargado de dirigir este lugar entre 1963 y 2003.

Palmira fue conquistad­a en dos ocasiones por los islamistas durante los años del califato. Tras la primera toma, la mayoría de la población escapó del lugar, pero el profesor Assad decidió quedarse para defender el museo y la ciudadela. Tarek y el resto de la familia escaparon en uno de los camiones enviados por el Ministerio de Antigüedad­es para salvar piezas del museo. Su padre se negó a salir y esa fue la última vez que le vio con vida. Los yihadistas no tardaron en apresarle y le interrogar­on «para que les mostrara el lugar donde el gobierno guardaba un tesoro de dos toneladas de oro, alguien les contó este bulo y se lo creyeron», declaró Tarek a este medio en un encuentro mantenido en Damasco tras el asesinato. Sufrió 28 días de malos tratos antes de ser decapitado frente a sus vecinos. «Se negó a arrodillar­se y pidió que le cortaran la cabeza de pie, como las columnas y las palmeras de Palmira», comentaba Tarek con lágrimas en los ojos. Desde entonces vive atormentad­o por no haber podido enterrar a su padre y esa pesadilla podría terminar esta misma semana tras los análisis de ADN.

«Su lugar favorito era el museo, por eso pidió a sus verdugos que le permitiera­n dar un último paseo por sus galerías antes de que le cortaran la cabeza y ahora, si se confirma que son sus restos, nos gustaría enterrarle en los jardines que rodean a este edificio», apunta el hijo desde Damasco. La primera ocupación de Palmira duró poco menos de un año y en ese tiempo los yihadistas emplearon el anfiteatro romano para realizar asesinatos colectivos, convirtier­on el museo en su prisión y aplicaron su agenda de «limpieza cultural» para justificar la voladura de las tumbas de Mohammad Ben Ali, un descendien­te de la familia del primo del profeta Ali Ben Abi Taleb, y de Nizar Abu Bahaedin, un religioso local, destruir la figura del León de al Lat, de tres metros y medio de alto, quince toneladas de peso y más de 2.000 años, y dinamitar el templo de Bal, erigido en el 32 D.C en homenaje al dios de la lluvia, el trueno y la fertilidad. Cinco años después «el lugar está abandonado y eso nos preocupa. Es necesario que la comunidad internacio­nal, con Unesco a la cabeza, intervenga para realizar al menos labores de mantenimie­nto ya que el abandono puede provocar a la larga más destrozo», lamenta Mamun Abdulkarim, quien fuera director de Antigüedad­es de Siria durante los años más duros de la guerra.

«Nos duele el corazón después de cinco años de espera y confiamos en que el cuerpo encontrado sea el de nuestro padre, el mártir», comenta el hijo del arqueólogo

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ABC Jaled Al Assad
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