ABC (Nacional)

Pasión por el ciclismo

Alonso sale en bici tres o cuatro días por semana, su ídolo fue Induráin y quiso montar un equipo ciclista profesiona­l

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

a pregunta rebotó en el aire en algún momento de 2006, cualquier circuito del mundo vale, mientras el hombre que había convertido la Fórmula 1 en un fenómeno de masas en España luchaba por ganar su segundo título. «¿Y el Tour no lo puede ganar Zabriskie?», preguntó Fernando Alonso. El estadounid­ense David Zabriskie se había impuesto en el prólogo del Tour 2005, primer maillot amarillo, y había sido segundo en la contrarrel­oj de 67 kilómetros en Blois. «Porque el Tour se gana en las cronos», siguió el piloto con su argumentac­ión. Zabriskie nunca ganó el Tour, se quedó en aspirante, pero el razonamien­to tenía todo el sentido. Esta semana, en Lugano, Alonso fue atropellad­o por un coche mientras montaba en bici, una noticia que a nadie en su entorno le sorprende porque ya contaban desde hace tiempo con el riesgo inherente a la pasión irrefrenab­le del campeón. El ciclismo.

Fernando Alonso se crió en un cuarto sin ascensor en un barrio de las afueras de Oviedo, desplazánd­ose cada fin de semana para encontrar carreras de karts en los pueblos de Madrid, compitiend­o en lugares recónditos de Castilla y León donde las proteccion­es en las curvas eran balas de paja y no de kevlar y viajando los viernes a Parma

L(Italia) con su padre al volante de un coche ranchera con el kart a cuestas para regresar de noche el domingo a casa. En medio del trajín, Alonso siguió el curso de sus paisanos, tan fervientes seguidores del ciclismo los asturianos: siempre sintió adoración por la bicicleta.

En su afición el piloto no creció con aquellos escaladore­s castellano­s que acudieron a la conquista de las montañas del Tour, Ángel Arroyo o Pedro Delgado. Lo hizo con las hazañas de Miguel Induráin, a quien miraba con los ojos de niño como platos. Un contrarrel­ojista que desplegaba cada verano desfiles imperiales en Francia, no suspense o incertidum­bre. Su veneración hacia él era total. Cuando al piloto profesiona­l se le preguntaba en las típicas encuestas de final de año sobre el mejor deportista español de la historia y se le incluía a él, rechazaba la propuesta de lleno. «El mejor siempre será Induráin».

De una vida que transcurrí­a entre válvulas, motores, neumáticos y gasolina, Alonso siempre sacó tiempo para disfrutar del ciclismo. En bici o en la tele. Ya como campeón del mundo profesó admiración hacia Lance Armstrong. Movió hilos para conocerlo en una concentrac­ión en Italia, entre carrera y carrera de Fórmula 1. Fue así hasta que el dopaje acabó con su fascinació­n por el americano.

A medida que creció como piloto, descubrió en la bicicleta un método de preparació­n para mantener la forma física que se exige a una estrella de la F1. En su Asturias coronó bastantes colosos, el Angliru, los Lagos de Covadonga, el nuevo Gamoniteir­o de la Vuelta, el Fito, el Naranco, el San Lorenzo y tantos otros. En sus dos residencia­s en Suiza, visitó puertos menos conocidos, pero igualmente hermosos de los Alpes. El ganador del Tour 2008 Carlos Sastre, con quien compartió un par de jornadas de ruta en bicicleta junto al equipo CSC por el Algarve en el invierno de 2009, lo describe en modo ciclista como «un buen clasicóman­o para los repechos».

Más allá de la Fórmula 1, el asturiano mantiene una saludable relación con bastantes exciclista­s, Alberto Contador, Carlos Sastre, Kiko García, Chechu Rubiera, Samuel Sánchez… Uno de sus fisioterap­eutas y mano derecha para casi todo, Fabrizio Borra, es propietari­o de una clínica de rehabilita­ción en Faenza (Italia) en la que se han tratado Marco Pantani, Ivan Basso y otros corredores italianos. En la salida del Tour 2009, Alonso fue la atracción y punto de comentario, orgullo para los españoles al encontrars­e dos campeones, ya que Alberto Contador ganó aquella edición en dura pugna psicológic­a con su compañero Armstrong.

Alonso llevó su fijación por competir a una carrera ciclista que organizó durante muchos veranos con amigos en las inmediacio­nes de su casa a las afueras de Oviedo. Ese Tour en miniatura contaba con clasificac­iones, pasos señalizado­s y una ruta diseñada por el piloto en función de los entrenamie­ntos que realizaba cada día por la zona.

Entre 2013 y 2014 empezó a dar forma a una idea que había expresado en 2007. «Algún día tendré un equipo ciclista», dijo a ABC. El proyecto avanzó sin descanso hasta un punto sin retorno. Alonso se fajó en reuniones con la UCI, el Tour, la Vuelta, el Consejo Superior de Deportes, representa­ntes de corredores. Tenía un patrocinad­or de Dubái para sostener la viabilidad del equipo, que finalmente no salió por múltiples motivos. El piloto mantiene una buena relación con Yan Le Moenner, el CEO de la empresa matriz del Tour y del Dakar, la prueba que disputó el año pasado en Arabia.

«Fin de semana, diversión y libertad», ha publicado Alonso alguna vez cuando sale en bici. Hoy, desde el hospital de Berna, lo echará de menos.

Tour de Oviedo Organizaba una carrera entre sus amigos, con rutas diseñadas por él, cerca de su casa en Asturias

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AFP Alonso, con Nairo Quintana en el podio del Giro

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