Tres picas en Marte
Marte, de entre todos los planetas del Sistema Solar, es el más idóneo para buscar vida, tanto en el pasado como, más improbable, en la actualidad. Su tamaño, composición, presencia de atmósfera y de débiles campos magnéticos, así como su accesibilidad y lo que ya conocemos de su historia, lo convierten en una diana prioritaria. El objetivo de esta exploración es entender cómo se formó, en qué momento se diferenció de la Tierra y, en un problema más complejo, detectar evidencias de posible actividad biológica.
Ayer se posó en su superficie un nuevo rover de NASA, el Perseverance, fruto también de la colaboración internacional. Como en las últimas ocasiones, este ingenio ha incluido un instrumento español, el MEDA, que servirá para el análisis de las condiciones ambientales, del polvo y de la radiación solar. Esta estación meteorológica ha sido diseñada y construida en España. Representa tanto un hito científico como tecnológico, una proeza no siempre bien publicitada ni interiorizada por la sociedad. Muy pocos países han tenido la capacidad para financiar, diseñar, fabricar y enviar a otro planeta una sofisticada instrumentación.
Pero los éxitos actuales no deben quedarse ahí. Así, en el 2023 llegará al planeta rojo el rover Rosalind Franklin. Incorpora un instrumento español cuyo objetivo será detectar indicadores de la presencia de vida.
La exploración espacial no solo da respuestas científicas o es un excelente escaparate para promocionar la Marca España, también sirve como banco de pruebas de tecnologías y de sistemas de gobernanza. Lamentablemente, ahí fallamos. La ciencia española, especialmente en el sector público, se administra por sistemas anclados en el siglo XIX cuando tiene que competir en el ambiente globalizado del XXI, con actores decididos y con recursos.
La ciencia ha hecho su labor de manera brillante, ahora toca a la política.