ABC (Nacional)

ARRIMADAS consolida la idea de ser llave pese al derrumbe del 14-F

La dirección de Ciudadanos asume que su salto al Congreso perjudicó su posición en Cataluña

- MADRID

La dirección de Ciudadanos (Cs) se empeña en buscar el centro en plena tormenta de polarizaci­ón. Inés Arrimadas es consciente del riesgo que entraña apostar ahora por la moderación, pero insiste en que su «única estrategia» pasa por «hacer lo correcto». Eso se traduce en devolver a Cs al rol que desempeñó en 2015 y 2016 –esa suerte de bisagra de la que huyó Albert Rivera– para arrinconar a los extremos.

En la última reunión del Comité Ejecutivo, el mensaje hacia las voces críticas quedó claro: «Quien quiera un partido que aspire en las próximas elecciones a un 17, 18 o 24% del voto se está equivocand­o». La meta es menos ambiciosa: rebasar el 11% para superar los treinta escaños y ser decisivos.

Cs, dicen, sufre todavía las réplicas del cataclismo que le sacudió en 2019, después de rozar la gloria con una estrategia pensada para liderar el centrodere­cha. La moción de censura con la que Pedro Sánchez alcanzó la Presidenci­a de la mano de Podemos y nacionalis­tas cortocircu­itó los planes de Rivera, quien lo apostó todo al ‘azul’. Las alianzas del secretario general del PSOE y la corrupción que acorralaba al PP convencier­on al entonces presidente de Cs para lanzarse a encabezar la alternativ­a al ‘sanchismo’.

En las primeras elecciones de aquel año, las del 28-A, Cs acarició el ‘sorpasso’ a los populares. Solo nueve escaños separaron a Rivera de ser el líder de la oposición. Pero la opción de suma con los socialista­s derivó en una presión ante la que no cedió, pero que le costó un desplome electoral y el final de su carrera política. En la actual dirección asumen que el partido permanece aún varado en las costas del 10-N, la noche en la que Cs cayó del casi todo al casi nada, aunque también se reivindica que ahora los sondeos auguran una ligera mejoría que permite olvidar el suelo que tocaron en diciembre del 2019: un 3% en intención de voto.

No culpan a Rivera

Son muchas las causas que explican por qué más de un año después las urnas castigaron a Cs con igual virulencia en Cataluña. De ganar con 36 escaños, a obtener solo seis diputados autonómico­s. El Comité Permanente señala al pasado, a la aventura hacia el liderazgo del centro-derecha, de la que salieron escaldados. Pero fuentes de la máxima confianza de Arrimadas lamentan que este análisis se interprete como un ataque a Rivera. «No lo culpamos, también estábamos allí –dice un dirigente–. Arriesgamo­s y perdimos».

Ahora, pasadas las elecciones catalanas, en el núcleo de Arrimadas admiten que su candidatur­a al Congreso, después de haber ganado los anteriores comicios en Cataluña, suponía «sacrificar» la tierra que vio nacer a Cs. Una contrapart­ida, a cambio de echar el resto en unas elecciones generales formando tándem con Rivera.

Lo cierto es que el golpe en Cataluña comenzó el 28-A, aunque la euforia de entonces consiguió maquillarl­o. Cs venía de lograr el 25% de los votos en las catalanas del 2017 y ya el 28-A, cuando se disparaba en el resto de España, en Cataluña bajó a un 11%. El 10-N se desmoronó al 6% en esta comunidad, solo unas décimas por encima del resultado del 14-F. Desde el entorno de Rivera azuzan responsabi­lidades a la actual dirección y la acusan de haber perdido respaldo desde julio, cuando la candidata era la destituida Lorena Roldán, no Carlos Carrizosa, y Cs estaba en los sondeos en un 14%.

La clave, se defienden en la ejecutiva, radica en la altísima abstención: «Llevamos un año diciendo a nuestros votantes que se queden en casa [por el Covid], era dificilísi­mo movilizar. Con un 65% de participac­ión, quedábamos por encima de Vox y nos íbamos a 14 escaños. El 70% de nuestros simpatizan­tes no quería votar el 14-F». De la campaña, confusa, no hay autocrític­a. De hecho, Cs se desplomó el 10-N porque alejó al votante pragmático que habría deseado un acuerdo con Sánchez –un millón de votantes, en casa– y, después, levantar el veto le supuso a Rivera que un millón y medio de papeletas marchasen a su derecha.

Algo similar ha sucedido este año en Cataluña, donde el acercamien­to al PSC y la contradicc­ión con la denuncia de un «tripartito cerrado» confundier­on e invitaron a muchos de sus antiguos votantes a dejarse seducir por el ‘efecto Illa’. Mientras, los más «valientes», hartos del independen­tismo, optaron por Vox. El acoso al partido de Santiago Abascal en Vic (Barcelona) marcó un antes y un después, según reconocen diversas fuentes.

Ex de la cúpula de Rivera recelan de la apuesta por el centro y consideran que está abocada al fracaso en el panorama actual. En privado, abogan por una refundació­n del centro-derecha con el PP. Algo que cala entre ciertos dirigentes, pero no en Arrimadas ni en su equipo de confianza: «Es normal el vértigo, pero somos un partido de centro».

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El expresiden­te de Ciudadanos, Albert Rivera
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La líder de Cs, Inés Arrimadas

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