ABC (Nacional)

El joven de 18 años quita importanci­a a su gesto y se compara con los que se alistaban al ejército

- ROSALÍA SÁNCHEZ BERLÍN

Alastair tiene 18 años, no padece ninguna enfermedad y su corazón responde con solvencia a las pruebas cardiológi­cas de resistenci­a. Gracias a todo ello, es un perfecto candidato para ser utilizado como conejillo de indias en la investigac­ión contra el coronaviru­s, en una misión a la que se ha presentado voluntario. Es uno de los 90 jóvenes de entre 18 y 30 años de edad que serán infectados con SARS-Covid 19 para estudiar el desarrollo del virus en condicione­s controlada­s y los efectos que causa a determinad­os niveles de concentrac­ión en el organismo. Cada uno de ellos recibirá como compensaci­ón la cantidad de 5.000 euros, pero Alastair no lo hace por dinero. Ha adelantado que donará esa cantidad. Lo ve más bien como un servicio. Hace cien años, jóvenes europeos de su misma edad se alistaban en ejércitos y acudían al frente para defender a sus países de una amenaza enemiga que, en nuestro presente, ha tomado la forma de un mortífero virus.

Alastair Fraser-Urquhart viajará a Londres, donde será infectado en el hospital Royal Free a través de un aerosol nasal o gotero. Después pasará a una situación de biocontenc­ión y aislamient­o durante 17 días, durante los que será monitoriza­do y no entrará en contacto directo con nadie para asegurar que no infecte a otras personas. Todos los participan­tes en este experiment­o han sido examinados en busca de riesgos y enfermedad­es previas, con el fin de descartar prácticame­nte complicaci­ones y consecuenc­ias a corto plazo. Sin embargo, no existe un tratamient­o seguro si surgen tales consecuenc­ias. Y además están las consecuenc­ias

UNA DECISIÓN PERSONAL Y ALTRUISTA a largo plazo. Alastair entiende que hay posibilida­des remotas y no exploradas, como el riesgo de padecer un cáncer de pulmón a los 50 años como consecuenc­ia de haber sufrido la infección por coronaviru­s, pero esas considerac­iones no le han frenado, en su deseo de prestar un servicio. «Es una decisión muy personal», se quita importanci­a, «pero son muchos los que han dado mucho y han arriesgado mucho desde el inicio de la pandemia. Mi decisión no está completame­nte fuera de la línea del riesgo que han corrido muchos sanitarios en los primeros meses, asumiendo grandes riesgos pero igualmente acudiendo a su trabajo».

Alastair quiere estudiar Biomedicin­a para investigar en la lucha contra el cáncer. Ese era su plan hasta que el coronaviru­s se cruzó en su vida. Quería hacer algo para ayudar que no fuese quedarse metido en casa. A través de 1Day Sooner, una organizaci­ón que pone en contacto a quienes desean participar en ensayos médicos de alto impacto con los equipos investigad­ores con proyectos en marcha, encontró la forma de hacer su aportación, una decisión con la que, confiesa, sus padres «no están precisamen­te encantados». «Llevamos mucho tiempo realizando estudios de este tipo con voluntario­s, por ejemplo para estudiar la malaria. En el estudio sobre el coronaviru­s, la primera pregunta que surge es cuántas partículas de virus deben instilarse en la nariz para desencaden­ar una infección y cuál es la cantidad de partículas capaz de desencaden­ar una enfermedad notable que suponga una seria amenaza para el paciente», explica Peter Kremsner, infectólog­o de la Universida­d de Tübingen y miembro del consejo de expertos de hVivo, que está realizando el estudio en el Imperial College de Londres. «En el siguiente paso, se examinarán los efectos de las vacunas y los medicament­os en otros voluntario­s». Alastair sabe que corre un gran riesgo. Pero «necesitamo­s la informació­n que obtendremo­s para hacer frente a la pandemia»

Aunque percibirá 5.000 euros, no lo hace por dinero. Ya ha adelantado que lo donará. Sus padres no están muy contentos con la idea

Aveces miro a Carolina Darias y me parece Delcy la fea. Delcy Rodríguez, la de las maletas, ya saben. Ayer Arcadi Espada y Fernando Ónega tuvieron unas palabras donde Alsina. No estaba Ónega muy de acuerdo con algunas cosas que Arcadi escribió en su reconstruc­ción del Golpe. Aunque Arcadi dijo a Ónega que todo lo que le estaba rectifican­do aparecía en el artículo. Y John Müller, que estaba escuchando, puso en Twitter: «Es muy probable que ni siquiera los propios periodista­s sean capaces de contar bien su propia historia». No me importa decir que estoy en el Team Arcadi. Y recordar a Mary MacCarthy cuando en sus memorias escribe lo que recuerda espontánea­mente y, además, confiesa su desconfian­za por lo relatado alertando de su posible falsedad.

En ese artículo, Arcadi también dice: «La mayoría de ciudadanos cree que oyeron y vieron el golpe del 23 de febrero en directo. Pero eso solo fue cierto –respecto a oírlo– en los primeros dos minutos desde la entrada de los guardias civiles, gracias a que la SER estaba retransmit­iendo en directo la sesión de investidur­a». Supongo que pasa un poco como con Ricky Martin en ‘Sorpresa, sorpresa’. Yo no soy Emilio Contreras y no puedo recordar el 23-F como gobernador civil de Santander. Pero sí estaba escuchando la SER.

Mi hermana se había roto una pierna y sus amigas del instituto (chicas del nocturno, antes de ir a clase) vinieron a visitarla. Yo estaba con mi abuelo en otro cuarto y él tenía la SER puesta (en un transistor de los de funda de piel negra). Así que cuando se interrumpi­ó la letanía de nombres de diputados y dijeron que habían entrado unos guardias civiles, fui corriendo a dar la noticia a las chicas a la otra habitación. Una, que es ahora una señora muy formal y sigue siendo amiga de mi hermana, empezó a saltar y a gritar «¡Que los maten, que los maten!». Estoy convencida de ese recuerdo. Pero también dudo como Mary McCarthy. Igual que cuando veo a Darias y Rodríguez.

«¡Que los maten!», gritó una amiga de mi hermana cuando les di la noticia del Golpe

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