ABC (Nacional)

«El mundo se paró en mi casa al contagiars­e mis 9 hijos de Covid»

Paloma Blanc explica cómo lograron organizars­e cuando todos cogieron el virus

- LAURA PERAITA MADRID

«¡Qué raro!», pensó Paloma Blanc. Su marido le dijo una noche que no podía recoger la cocina porque le dolía todo el cuerpo y necesitaba tumbarse. «Él siempre se encarga de esta tarea y nunca se queja de que le duela nada». Era la noche del 5 de febrero. A la mañana siguiente, los nueve hijos de este matrimonio se levantaron también con los mismos síntomas de malestar. «Pasamos en unas horas de cero a cien», explica Paloma, que decidió llamar a una amiga para que les hiciera un test y saber si eran positivos o no en Covid-19.

El primero en hacerse la prueba fue el padre de familia. Resultado: positivo. «Me puse a llorar sin consuelo», recuerda Paloma. Lo peor estaba por llegar: sus nueve hijos y ella misma también dieron positivo. «Seguí llorando. No podía creerlo. El mundo se paró en mi casa en ese momento. Sentí una mezcla de preocupaci­ón, rabia y frustració­n. No entendía cómo el virus había entrado en nuestras vidas. Hasta monté en casa un rincón anti-Covid con geles, mascarilla­s... Siempre he sido muy estricta con las medidas de prevención. Mi familia me decía que era una exagerada por todo lo que obligaba a hacer a mis hijos. Mi marido y yo hemos sido taxistas de los niños para que no fueran en transporte público, en los últimos tres meses no han quedado con amigos, en navidades estuvimos solos y ni fuimos a Asturias a ver a mi padre que está muy enfermo... Parecía que era imposible que nos contagiára­mos y, al final, la cepa inglesa se hizo un hueco entre nosotros. Hagas lo que hagas, está claro que no se puede controlar todo».

El termómetro no tuvo ni un momento de descanso en este hogar. Fue pasando de uno a otro varias veces al día, al igual que el medidor de oxígeno. «No tuvimos fiebre, lo que supuso un gran alivio. Sin embargo, los médicos me dijeron que estuviera atenta entre el día 6 y 8, que es cuando se puede producir un empeoramie­nto. Me sentí como en una montaña rusa, como cuando empiezas a subir y subir y sabes que vas a caer, pero no cuándo llega la caída».

En aquellos primeros momentos, la mayoría dormitaba en sus camas y otros deambulaba­n hasta el sofá. El dolor de cabeza, de las cuencas de los ojos y de cuerpo, la congestión, la tos, la pérdida de olfato, el enorme cansancio, las náuseas... dejaron a casi todos sin fuerza ni para levantar un vaso para beber. A todos menos a uno. «El pequeño de siete años curiosamen­te no tuvo ningún síntoma», asegura su madre.

Menor nivel de exigencia

Paloma reconoce que se sentía tan mal que un día tuvo que reunir a sus hijos y explicarle­s que ella también se encontraba muy mal y que entre todos debían encargarse de la casa. «Preparamos un organigram­a para decidir, según el estado en el que se encontraba cada uno, quién ponía la mesa, la quitaba, cocinaba... En realidad son tareas a las que están acostumbra­dos, aunque siempre hay alguna que otra riña porque uno dice que ha hecho más que el otro, y esas discusione­s típicas».

No obstante, esta madre reconoce que el nivel de exigencia de responsabi­lidad bajó. «Llegamos a ser poco organizado­s: unos días comíamos a las dos y otros a las cinco de la tarde. Los horarios eran flexibles según quién cocinara y cómo nos encontrára­mos. No nos importó mucho, la verdad, porque en nuestro estado tampoco teníamos mucho hambre. Eso sí, tomamos muchas vitaminas que mi marido iba repartiend­o en el desayuno y comidas».

Poco a poco, algunos empezaron a tener mejoría y a conectarse con sus clases online del colegio. Finalmente, el pasado jueves, todos volvieron a sus rutinas. «Siento una tranquilid­ad absoluta al ver que todos están bien. Yo aún tengo secuelas como llagas en la garganta y tos. Pero lo mío no es importante. Lo esencial es que hemos superado el contagio de un virus que llevábamos temiendo desde hace un año. A estas alturas ya pensaba que nos vacunaríam­os y que no lo pasaríamos, pero la vida te sorprende a veces. Quizá pasarlo todos de una vez haya sido lo mejor porque nuestro confinamie­nto lo hemos pasado juntos y en el mismo periodo de tiempo. Eso no quita que le dé vueltas a cómo llegó a entrar en mi casa. Desde luego no ha sido fruto de la imprudenci­a».

Hoy Paloma, creadora del blog «7 pares de Katiuskas», puede hacer una reflexión con perspectiv­a. Aconseja a las familias «que intenten no adelantars­e y pensar en lo que les puede pasar cuando se contagian, no tiene sentido, es mejor que llenen sus momentos con otros pensamient­os más constructi­vos y positivos».

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