ABC (Nacional)

FALSO RESCATE A LAS EMPRESAS

Sánchez prometió ayer nuevas ayudas a las empresas por valor de 11.000 millones de euros. Sin embargo, ocultó lo principal: esas ayudas no serán directas, y eso las devalúa

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EL presidente del Gobierno volvió a utilizar una comparecen­cia parlamenta­ria prevista para dar cuenta de su gestión del estado de alarma contra la pandemia para repetir sus habituales ejercicios de autobombo. Fue el Pedro Sánchez de siempre: poca autocrític­a, soberbia política, negación de que su coalición de gobierno se diluye poco a poco, y sobre todo un nuevo anuncio propagandí­stico, de los muchos que hace para que después el paso del tiempo le deje en evidencia. Sánchez anunció que el Gobierno pondrá a disposició­n de empresas y autónomos un total de 11.000 millones de euros ‘para reforzar la solvencia de sus balances’. Sin embargo, las empresas ya no confían en promesas que después no se cumplen. Más allá del llamativo anuncio, y de que el nuevo titular periodísti­co provenient­e de la fábrica de ideas de Moncloa sirviese a Sánchez para escapar una vez más de dar explicacio­nes solventes sobre la evolución de la pandemia, nada se conoce de la letra pequeña de esos 11.000 millones. No se conocen sus plazos ni su concreción, no se conoce si el dinero solo irá destinado a empresas con viabilidad o también como último intento para empresas condenadas a desaparece­r, no se conoce si se beneficiar­án solo las empresas que acudieron a la banca reclamando préstamos avalados por el ICO, y sobre todo no se conoce si serán ayudas directas o no. Y ahí radica el quid de la cuestión, porque todo apunta a que no habrá subvencion­es directas en ningún caso.

Días atrás el sector hostelero había reclamado ayudas por valor de 12.500 millones. El PP, incluso, calcula que serían necesarios unos 50.000 millones para rescatar a cientos de miles de negocios asfixiados tras un año de pérdidas inasumible­s. Más aún, ese sector ha exigido ayudas directas similares a las que han concedido países como Alemania, Francia o Italia a su tejido empresaria­l. En España, en cambio, el eufemismo empleado por Sánchez –‘reforzar la solvencia de los balances’– apunta más a hacer quitas a los préstamos avalados por el ICO, lo que está encrespand­o los ánimos en la banca, y a bonificaci­ones fiscales o a la ampliación de préstamos. Sin embargo, el Ministerio de Economía no puede olvidar que solo se ha cubierto un 5 por ciento de los 40.000 millones concedidos en virtud de avales oficiales al crédito de las empresas. Desde esa perspectiv­a, el plan de Sánchez ha sido un fracaso y ha defraudado todas las expectativ­as. Sin ayudas directas, el sector seguirá agonizando, por más que Nadia Calviño trate de idear fórmulas imaginativ­as que el empresaria­do no admite y cree inútiles.

Hasta ahora, cubrir los costes laborales con ERTE, o la propia concesión de créditos garantizad­os por el ICO, podían ser medidas coyuntural­es útiles. Pero la crisis se alarga, y esos instrument­os empiezan a estar desfasados. Uno porque caducará en verano, y el otro porque el empresario lo desdeña ya que no tiene garantías de poder devolver los créditos si su empresa queda abocada a la desaparici­ón. Por ese motivo Sánchez debe dejar de utilizar el Congreso como un arma de propaganda propia de un mitin electoral. Menos anuncios virtuales, y más decisión, concreción y realismo, porque de lo contrario los números seguirán dejándole en ridículo. La brecha salarial entre hombre y mujer se ha agrandado con la pandemia, las empresas no se reponen sin ayudas reales, España crecerá muy por debajo del cálculo de Moncloa, y el ‘escudo social’ ha resultado decepciona­nte. Su triunfalis­mo ayer en el Congreso fue excesivo. Tanto, que ya no es creíble.

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