El incontrolable problema ambiental de los hipopótamos del narco Escobar
La especie pone en peligro los ecosistemas locales y los expertos piden su erradicación
¿Qué es grande como el narcotráfico, se reproduce como el narcotráfico y es agresivo si se le impide medrar a sus anchas como el narcotráfico? ¡Pues los hipopótamos del narcotráfico! Se trata de unos cien ejemplares, hermosos, como de película, y siempre listos a procrear porque en Colombia han encontrado un paraíso.
Todo empezó en 1981 cuando el capo Pablo Escobar trajo de zoológicos de Estados Unidos a su Hacienda Nápoles cuatro crías para sumar a la fauna que daría vida a su sueño de tener un zoo ubicado en las riberas del Gran Río de la Magdalena. El macho y las tres hembras crecieron felices y libres. Pero con la caída del capo, la confiscación de sus bienes y la crisis para mantener el zoológico, los hipopótamos mostraron el tamaño real del problema.
Hacia 2008, los cuatro ya eran 28 y se pronosticó entonces que, en diez años, es decir por estas fechas, serían cien. Y en esa cifra estamos. ¿Qué se puede hacer ahora? Ese es el gran debate entre ambientalistas, defensores de los animales, autoridades regionales y nacionales, así como académicas. Se hacen foros, visitas, se plantea hacer un censo por la zona, para saber a ciencia cierta las dimensiones del reto, e inclusive no se descarta el sacrificio de varios de ellos como último recurso y cumpliendo con la legislación en esa materia.
La cosa no se puede hacer a lo salvaje. Carlos Valderrama, veterinario y quien más ha lidiado con los hipopótamos de Escobar, fue el artífice de la castración de Napolitano, un ejemplar inmenso al que le aplicaron cinco dardos para dormirlo, lo izaron con grúa y lo ubicaron en una jaula a modo de quirófano, diseñada especialmente para una labor que se prolongó 12 horas.
Otro confinamiento
«Existen tres opciones –dice Valderrama–: repatriarlos sería el ideal, todos quedaríamos contentos, pero ya no es viable pues todos provienen de tres hembras y un mismo macho, así que los problemas genéticos por endogamia traería consecuencias a la población nativa africana, que genéticamente está bien y tiene variabilidad».
La segunda opción, que es en la que están y la que tiene el tiempo en contra, es el confinamiento. Es lo deseable, pero tiene limitaciones. «La primera, por temas de bienestar animal. No puede confinarse una población sin control reproductivo, traería hacinamiento, enfermedades y riesgos biológicos», explica Valderrama. Además implicaría tener un espacio suficiente para animales de hasta cinco toneladas, que derriban fácilmente las barreras.
En 2009 esa fue la recomendación, pero a paso de tortuga las autoridades no hicieron nada. Entonces se fugaron algunos, por peleas entre machos y comenzó el ‘boom’ demográfico. Los riesgos para las poblaciones de pescadores empezaron a evidenciarse, además
Territoriales Su comportamiento territorial está desplazando a caimanes y manatíes autóctonos
del inicio de su impacto para los ecosistemas de la región, que no están diseñados para soportar la carga de estos animales, sin depredadores. Como dijo un experto sudafricano que vino a analizar el caso: «Este es el cielo para los hipopótamos» y recomendó la vía de sacrificar a algunos y castrar a otros.
En Colombia es un desastre para el ecosistema. Su comportamiento territorial hace que, además, vayan desplazando a manatíes y caimanes que usan los mismos ecosistemas. «Lo que más nos debería importar es el impacto ambiental», dice Valderrama. Nadie quiere hablar de sacrificio (hubo una protesta en 2012 por el hipopótamo Pepe y un juez falló contra la caza), pero nadie quiere o tiene los recursos para actuar. Mientras, los animales crecen felices en el paraíso que les tocó en suerte.