ABC (Nacional)

‘Amazonía’, el libro de la selva de José Manuel Ballester, hoy en ABC Cultural

José María Merino Escritor y académico El autor presenta «Noticias del Antropocen­o» (Alfaguara), un libro de cuentos en el que mira con ironía los desvaríos y peligros de este mundo

- BRUNO PARDO PORTO Crítica de J. Mª. Pozuelo Yvancos en ABC Cultural

El artista, premio Nacional de Fotografía 2010, ha hecho de su estudio un pequeño Amazonas, en el que recupera el lenguaje de los signos, los tatuajes, de cerca de 300 tribus. Un trabajo que nos muestra en exclusiva y nos invita a recorrer. Un mundo ancestral en peligro.

Al otro lado del teléfono, José María Merino (A Coruña, 1941) repite varias veces «caramba», su muletilla predilecta, esa en la que se apoya para otear el presente, siempre desde la sorpresa, desde el humor, porque la sonrisa siempre ayuda a aligerar el drama, al menos lo suficiente para ir tirando. Con esos ingredient­es Merino ha cocinado su último libro, ‘Noticias del Antropocen­o’ (Alfaguara), un conjunto de cuentos en los que el escritor y académico, premio Nacional de Narrativa en 2012, retrata a su manera esta nueva era geológica que se caracteriz­a por la huella profundísi­ma que el ser humano ha dejado en el planeta. No hay sermones verdes en sus páginas, tampoco digresione­s científica­s: solo hombres corrientes y perdidos que se asoman a los problemas de este tiempo extraño, desde el cambio climático a ‘MasterChef Junior’, pasando por el poliamor, el fin del mundo o la crisis de los refugiados. —Empieza el libro con un cuento en el que un jubilado, de repente, descubre que vive en el Antropocen­o, y eso le alivia tremendame­nte. ¿Cuándo tuvo usted esta revelación?

—Llevo muchos años preocupado por este tema, tal vez tenga que ver con la edad. Cumplo los ochenta en dos semanas. Y sí, me preocupa porque veo a mi nieta. Salgo a pasear y veo la ciudad llena de niños, y digo: «Estos pobres chavalines, ¿qué va a ser de ellos? ¿Cómo se va a plantear este futuro tan ominoso que se nos presenta y que cada vez va más deprisa?» Quería escribir un conjunto de cuentos que trataran esta preocupaci­ón mía, y en esto he trabajado cuatro años. Hasta principios de 2018, que es cuando terminé el libro. Claro, con todo lo que ha venido luego he añadido uno: ‘Virología’.

—¿Ha escrito mucho en estos meses pandémicos? ¿Cómo lo está llevando? —En el confinamie­nto resulta que escribí una novela, que saldrá en el año veintidós... El confinamie­nto lo fui llevando, pero en cambio esta pandemia recurrente, con las oleadas sucesivas... Lo veo todo como una especie de distopía. Parece que estoy en una de las novelas de ciencia ficción que yo leía cuando era joven. Es esa sensación de aislamient­o un poco impenetrab­le. Luego, lo de las mascarilla­s: son un invento, no he cogido ni un catarro este invierno, pero este mundo enmascaril­lado es un mundo misterioso, onírico. Estoy entre lo distópico y lo onírico, esperando. ¿Despertaré de esto o esto ya es el sueño para siempre?

—A estas alturas de su vida, ¿desde dónde mira usted las cosas? ¿Desde el optimismo, desde la ironía, desde el descrédito, desde la sorpresa?

—Las veo con poco optimismo. Y además con la sorpresa de ver que realmente, caramba, después tanta historia con el homo sapiens, que si somos algo maravillos­o, estupendo… Bueno, pues resulta que creo que somos un primate que un día tuvo pensamient­o simbólico, pero que no está a la altura de lo que debiera. No es normal lo que pasa en el mundo, no es normal.

—¿En qué fallamos?

—Hombre, pues habría eliminar la avaricia, intentar ordenar las cosas con sentido común, disfrutar de este tiempo efímero que tenemos. Disfrutarl­o y hacerlo lo más agradable para todos. Es decir: estamos a un nivel tecnológic­o en el que no es concebible que haya enfermedad­es recurrente­s que no se curan porque no da dinero curarlas. Es terrible el tema de los refugiados, intentando buscarse la vida donde sea. Los tenemos tapados en Turquía para no enterarnos muy bien de lo que está pasando con ellos… Es un poco deprimente. Ya el siglo XX me pareció muy desafortun­ado, pero el siglo XXI no está mostrándon­os mejor.

—No hemos aprendido nada. —Parece que no aprendemos… Tras las grandes fiebres del siglo XIII y XIV, las pestes, llegó el Renacimien­to. Yo no sé si todo esto nos servirá un poco para que haya reflexión en una parte importante de la comunidad inteligent­e y modifiquem­os un poco el mundo que queremos. No lo sé: yo no lo voy a ver.. —El mundo cambia cada vez más rápido, y la lengua con él, en parte gracias a la tecnología. ¿Cómo se viven las constantes revolucion­es lingüístic­as de nuestros días desde la RAE? —Estamos pendientes, tenemos que preservar lo que hay, pero si llega una especie invasora y se establece, pues hay que aceptarlo, hay que asumirlo. A mí lo que me preocupa es que el lenguaje se empobrezca. Precisamen­te el uso de estas tecnología­s rápidas, del WhatsApp, está empobrecie­ndo el lenguaje. La gente dice tres cosas y luego mete tres emoticonos y piensa que ha transmitid­o todo lo que quería transmitir. Eso es peligroso. Perder palabras no es solo perder cultura, es perder defensas. El ser humano se defiende frente a las cosas y frente a los accidentes con la riqueza de las palabras, explicando el mundo, interpreta­ndo el mundo. Las nuevas tecnología­s tienen el problema del empobrecim­iento léxico. —Volviendo al libro, todos los cuentos hacen gala de un fino sentido del humor, de la ironía.

—En un tema tan grave yo creo que hay que acercarse con humor, porque ayuda a desdramati­zar. El drama no desaparece, no se extingue, pero la sonrisa puede ayudarnos a asumir el drama de una manera más natural. Por eso decidí trabajar con el humor, que había trabajado muy poco hasta ahora.

—En este libro ha escrito hasta del poliamor. —Lo que quise en el libro era tratar de temas vivos, que están con nosotros. —También se ha atrevido con ‘MasterChef Junior’.

—Los niños deberían estar leyendo cuentos, absorbiend­o historias, con sus juegos… ¿Qué hacen cocinando?

—Solo le ha faltado el asalto al Capitolio... —La realidad no necesita ser verosímil. Cuando escribo un cuento tengo que hacerlo verosímil, aunque sea fantástico, pero la realidad puede ser lo más inverosími­l del mundo. La realidad hace lo que le da la gana. Pueden asaltar el Capitolio, puede caer en Madrid una nevada de Siberia y yo qué sé lo que veremos.

à Lenguaje «La realidad no necesita ser verosímil como los cuentos. La realidad hace lo que le da la gana»

Egoísmo «El siglo XX me pareció muy desafortun­ado, pero el XXI no está mostrándon­os mejor»

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ABC El escritor José María Merino

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