ABC (Nacional)

«El periodista no puede convertirs­e en activista»

El director más influyente y exitoso de la prensa de EE.UU. en las últimas décadas se jubila tras haber liderado una profunda transforma­ción de su diario

- DAVID ALANDETE

El diario de papel

«No le dedico casi ninguna atención, muy poco. Yo diría que ahora es menos del 5 por ciento de mi tiempo»

Las suscripcio­nes de pago

«Para que la gente pague, tenemos que ofrecerle algo por lo que valga la pena pagar, periodismo de calidad»

Donald Trump

«No hubo solo un esfuerzo por marginarno­s y por deslegitim­arnos, sino por deshumaniz­arnos»

Opinión e informació­n

«Siempre habrá medios que intentarán dirigirse a partidos políticos, a ideologías particular­es»

Redes sociales

«Los periodista­s deberían ejercer la misma moderación en las redes sociales que en sus informacio­nes»

Ocho años exitosos e insólitos ha pasado Martin Baron al frente del diario ‘The Washington Post’. Este periodista con más de 45 años de experienci­a y que se jubila esta semana, ha convertido una cabecera que a su llegada en enero de 2013 sobrevivía a duras penas entre despidos y recortes en un titán del periodismo internacio­nal, un gigante digital reanimado desde que en agosto de aquel mismo año lo comprara el fundador de Amazon, Jeff Bezos. En sus décadas al frente de ‘The Miami Herald’, ‘The Boston Globe’ y, finalmente el ‘Post’, las redaccione­s que ha dirigido Baron (Tampa, 1954) han amasado 17 prestigios­os premios Pulitzer. En conversaci­ón con ABC en su último día laboral en el puesto, se declara un convencido de la causa digital, y advierte en contra de ejercer el activismo desde las redaccione­s periodísti­cas.

—¿Cómo ha cambiado el oficio desde que asumió la dirección del ‘Post’ en 2013?

—El mayor cambio ha sido tener que adaptar lo que hacemos al mundo digital. Tuvimos que encontrar una manera de salvaguard­ar nuestros principios tradiciona­les, y producir y distribuir noticias e informació­n de un modo que se adapte a la forma en que las personas desean recibirlos hoy en día, sea en un dispositiv­o móvil o a través de las redes sociales. Y eso está cambiando las narrativas, la forma en que contamos las historias empleando las herramient­as a nuestra disposició­n, sea video, audio, gráficos interactiv­os, animación, lo que sea. Está cambiando la forma en que nos comunicamo­s y contamos historias.

—¿Ha ido prestando menos atención al diario de papel?

—Realmente eso comenzó cuando estaba en Boston. Como tantas otras personas en nuestra profesión, lamentaba la muerte del papel, lo que significab­a para nuestro negocio, y la pérdida de ingresos y empleo. Pero en un punto, decidí que el duelo había terminado. No podía seguir de luto. Cuando pierdes a un familiar o a un amigo, tienes que seguir adelante y vivir tu vida. Sí, puedes estar de duelo, pero tienes que seguir adelante y vivir tu vida lo mejor que puedas. Entonces decidí que debía seguir adelante. Quiero decir, vale la pena seguir haciendo lo que hacemos. Es muy valioso para nuestra democracia. Es un compromiso, mi carrera, mi profesión. Así, cuando todavía estaba en Boston, comencé a prestar una enorme atención a lo digital. Cuando llegué al ‘Post’, tenía claro que nosotros,

como industria, teníamos que prestar atención a lo digital. No solo prestarle atención, sino que teníamos que convertirl­o en el foco de nuestra atención. Y que era nuestro futuro. Así que ya lo estaba haciendo desde el principio. Pero es algo que se intensific­ó con la compra por parte de Jeff Bezos. —¿Qué atención le ha prestado al diario impreso en sus últimas jornadas?

—No le dedico casi ninguna atención, muy poco. Yo diría que es menos del 5% de mi tiempo.

—Hablaba de la compra del ‘Post’ por parte de Jeff Bezos. ¿Cómo cambió aquello su trabajo?

—Fue un cambio fundamenta­l para ‘The Washington Post’ y para mí. Estábamos decreciend­o. Nuestra estrategia se centraba en lo local, lo regional, no en noticias nacionales o internacio­nales. Al estar en Washington está claro que dedicábamo­s atención a la política nacional y al gobierno. Pero aparte de eso, estábamos enfocados en lo que estaba sucediendo en nuestra región. Y cuando Jeff Bezos compró el diario, dijo que esa era una estrategia que ya no iba a funcionar, que internet había demolido todos los pilares financiero­s de nuestro negocio, pero que a la vez era un regalo. El regalo era poder distribuir informació­n a todo el mundo prácticame­nte sin costo adicional. Y que estábamos en posición de aprovechar eso de una manera excepciona­l. ¿Por qué? Porque estábamos en la capital de EE.UU., unos buenos cimientos para tener una publicació­n nacional e internacio­nal, y

teníamos una cabecera de prestigio como ‘The Washington Post’. Teníamos la costumbre de hacer que el poder rinda cuentas, desde el Watergate. Esa era nuestra identidad, y debíamos preservarl­a ahora en formato digital. Ya no debíamos repartir periódicos por todo el país, lo cual es muy complicado, ya que este es un país muy grande. Y ahora tenemos la oportunida­d de distribuir lo que hacemos digitalmen­te. Y no nos cuesta prácticame­nte nada agregar un lector o un suscriptor adicional.

—En 2017, días después de la toma de posesión de Donald Trump, añadieron un lema bajo la cabecera del diario: «La democracia muere en la oscuridad». ¿Participó usted de esa decisión?

—Sí. Fue un proceso muy difícil. Analizamos cientos de opciones. Y elegimos una frase de una sentencia judicial en el caso Watergate. Jeff buscaba un lema que capturara nuestro papel único en democracia, como empresa informativ­a con sede en Washington, una frase que, al oírla, hiciera que la gente se sintiera orgullosa.

—El ‘Post’ es una excepción porque lo compró Bezos, pero otros medios no han encontrado un modelo de negocio que dé beneficios. ¿Opina que las suscripcio­nes son el futuro?

—Sí, creo que tiene que ser así, porque está bastante claro que la publicidad no va a pagarnos las facturas. Es importante recordar que antes de internet, teníamos periódicos físicos y no los regalábamo­s. Sí, hubo algunas excepcione­s, algunos pequeños periódicos gratuitos, cosas así. Pero en su mayor parte, cuando la gente quería leer un diario, tenía que pagarlo. Y creo que vamos hacia eso de nuevo. Y para que la gente pague, tenemos que ofrecerle algo por lo que valga la pena pagar. Tenemos que ofrecerle periodismo de gran calidad. De lo contrario, no pagarán. Así que creo que la única solución no es que alguien con dinero compre la publicació­n. Tiene que haber una inversión por una parte en la distribuci­ón digital de nuestro producto y comprender lo que eso significa en términos de cómo nosotros, como periodista­s, desarrolla­mos nuestro producto y cómo contamos historias. Y también tiene que haber una inversión en periodismo y reportajes. Y eso requiere dinero.

—¿Qué opina sobre la adquisició­n de determinad­as cabeceras por parte de fondos de alto riesgo?

—Es muy preocupant­e. Creo que no representa un futuro muy prometedor para el sector. Me parece que son empresas que no invierten en futuro. Están calculando ganancias a corto, corto plazo. Y están tratando a esas cabeceras como mercancía. Sacarán de ellas tantos ingresos como sea posible. Recuperará­n su inversión y más. Y cuan

do el diario muera, habrá muerto. Me preocupa mucho. Creo que si esa es la dirección que toman esos diarios, surgirán competidor­es digitales que ofrecerán alternativ­as. Eso espero. Creo que es completame­nte posible.

—Usted fue director del ‘Post’ durante toda la presidenci­a Trump. ¿Fue un desafío o una oportunida­d? El diario sumó muchos lectores.

—Representó tanto una amenaza como una oportunida­d. La amenaza al periodismo venía de la Administra­ción, que hizo todo lo posible por subvertir el papel de la prensa independie­nte en este país. Y un presidente que nos describió como el partido de oposición, enemigos del pueblo, traidores a la patria. Nos describió como escoria, basura, la forma más baja de humanidad. No hubo solo un esfuerzo por marginarno­s y deslegitim­arnos, sino un esfuerzo por deshumaniz­arnos. Y eso es una amenaza. La oportunida­d fue que creo que a una buena parte de la ciudadanía le preocupaba que pudiera tener éxito, y decidió apoyar el tipo de periodismo que ejercíamos, una prensa independie­nte, íntegra, una prensa que haga rendir cuentas al poder. Ya no podían dar por sentado que la prensa estuviera ahí para cumplir ese papel. Y eso es algo bueno, porque creo que a lo largo de las décadas y los siglos la gente ha llegado a dar por sentada la existencia de la prensa independie­nte.

—¿Existe el riesgo opuesto? Es decir, ¿le preocupa que los medios caigan en el activismo contra un político u otro?

—Sí, hay un riesgo, por supuesto, y debemos estar alerta. Hay una frase mía de hace unos años que se repitió mucho. Dije: «No estamos en la guerra, estamos haciendo nuestro trabajo». Y es lo que creo. Tenemos que centrarnos en nuestro trabajo y no obsesionar­nos con el hecho de que el anterior presidente nos atacara todos los días, porque entonces comenzaría­mos a asumir una posición de guerra. Creo que existe la necesidad de una prensa verdaderam­ente independie­nte. Y claro, siempre habrá medios de comunicaci­ón que intentarán dirigirse a partidos políticos, a ideologías particular­es, pero creo que hay demanda, ciertament­e en EE.UU., de una prensa genuinamen­te independie­nte.

—¿Existe el riesgo de dejarle pasar más cosas a Biden tras una presidenci­a como la de Trump?

—No creo que esté sucediendo. Sí, siempre hay un riesgo. Existe el riesgo de que seamos más amables con las personas que son más amables con nosotros, por supuesto. Y creo que es un riesgo que tenemos que reconocer. Así que creo que es importante que no caigamos en eso. Pero también creo que existe el riesgo de que la prensa quiera demostrar que es ver

daderament­e independie­nte y que luego simplement­e sea dura por el simple hecho de demostrar que es dura. No es necesario caer en ninguno de esos extremos.

—En España, en Iberoaméri­ca, en otros países, los diarios padecemos el ataque constante de partidos populistas. ¿Cree que ese fenómeno va a sobrevivir a la era Trump?

—Sí, de hecho creo que es algo que sucede desde hace bastante tiempo, y quizás dure siempre, porque ciertos líderes, particular­mente los que tienen inclinacio­nes autocrátic­as, ven que les funciona. Ven que le funcionó a Trump. Y no hay ningún político que no utilice esta herramient­a que tiene a su disposició­n si siente que funciona. Y así, sí, creo que seguirá.

—Hay periodista­s que, al verse atacados, recurren a las redes sociales para defenderse. Usted ha recomendad­o precaución en redes. ¿Qué recomienda a los periodista­s tentados de pelear en redes sociales?

—Creo que los periodista­s deberían ejercer la misma moderación en las redes sociales que emplean en sus informacio­nes en digital o papel. Tenemos en pie un laborioso proceso de edición de todo lo que publicamos online. Editamos el texto, el título, las fotos, la ubicación de estas noticias. Cuando nuestros periodista­s aparecen en televisión o radio, les pedimos que también tengan cuidado y actúen con moderación. Las redes sociales no son una excepción. Está claro que el público ve a todos nuestros periodista­s como representa­ntes de la institució­n. Y somos una institució­n. Somos más que un grupo de personas bajo el mismo techo. Tenemos una ética común. Significa que defendemos ciertas cosas. Significa que nos comportamo­s de una manera que creemos adecuada de acuerdo con los estándares establecid­os por la propia institució­n. Somos ‘The Washington Post’. Y creo que todos los que trabajamos aquí debemos admitirlo.

—¿Le preocupa que se caiga en activismo en las redaccione­s, que la opinión se cuele en las informacio­nes?

—Sí que me preocupa, pero creo que hay quien ve sesgos donde no existen porque ellos mismos tienen sus propios sesgos. Esos lectores no buscan medios que les informen, sino que los reafirmen, que refuercen su punto de vista preexisten­te. Y hay una diferencia entre estar informado y verse reafirmado. Dicho esto, sí, debemos ser muy cuidadosos con el activismo. Somos periodista­s, no activistas. Ambas cosas son muy diferentes. Ser periodista no es ser taquígrafo, por cierto. No significa repetir simplement­e lo que alguien ha dicho. Se supone que debemos analizar cuál es el impacto de las políticas, quién es responsabl­e de estas políticas, quiénes se verán afectados por ellas, cuál es el contexto, por qué sucede lo que sucede. Nuestro trabajo como periodista­s es profundiza­r. Hay críticos nuestros que piensan que ser periodista significa que todo lo que hacemos es escribir lo que alguien dice y publicarlo. No se necesitan periodista­s para eso. Para eso los políticos y los demás ya tienen acceso a internet.

—Hay dos fenómenos con un gran impacto en las redaccione­s, y quisiera saber si cree que defenderlo­s en las redaccione­s entra en conflicto con lo que acaba de señalar. Me refiero al movimiento feminista #MeToo (#YoSíTeCreo) y al #BlackLives­Matter (#LasVidasNe­grasImport­an).

—Estoy a favor de una representa­ción diversa en nuestra redacción porque EE.UU. es una sociedad muy diversa. Necesitamo­s asegurarno­s de que las personas de todos los rincones y sectores de nuestro país estén representa­das en nuestra sala de redacción, necesitamo­s sus perspectiv­as. Pueden abrirnos los ojos a temas de los que quizás no estábamos al tanto, ideas que pueden ser desconocid­as para nosotros, perspectiv­as que no son las nuestras. Eso es realmente importante. Y, por lo tanto, necesitamo­s tener una redacción muy diversa y el público debe ver que también esté representa­do adecuadame­nte en ella. Dicho esto, no creo que nuestra redacción deba ser activista, porque debemos ser independie­ntes. Y cuando defiendo una prensa independie­nte, eso no significa ser solo independie­nte de un partido. Significa ser independie­nte de todo tipo de movimiento­s, los movimiento­s que se supone que debemos cubrir. Ahora, reconozco que en muchos casos la gente dirá que este es un problema de derechos humanos y, sin embargo, casi todo puede describirs­e como un problema de derechos humanos. Y creo que debemos tener cuidado con eso. Casi todos los temas controvert­idos en sociedad son para alguien un problema de derechos humanos. Y por eso debemos tener cuidado de no usar eso como una excusa para convertirn­os en activistas.

—¿Cuán difícil ha sido desempeñar­se en su último año al frente del ‘Post’ durante una pandemia?

—Ha cambiado toda la forma en que trabajamos. Estamos acostumbra­dos a entrar en una sala de redacción, a reunirnos unos con otros. Las redaccione­s son empresas muy colaborati­vas. Trabajamos en equipo. Cada vez más. Hoy en nuestras informacio­nes incluimos a nuestro departamen­to de gráficos, nuestro departamen­to de diseño, nuestro equipo de vídeo, nuestro equipo de audio, nuestro equipo de redes sociales, todo el mundo. Y todo eso se evaporó de la noche a la mañana. Tuvimos que dejar nuestra oficina el 10 de marzo y encontrar una nueva forma de operar. Y afortunada­mente, teníamos la tecnología disponible. Si esto hubiera ocurrido hace solo unos años, no hubiéramos podido operar. No sé cómo lo hubiéramos hecho. Claramente, habríamos tenido que ir a la oficina y habría habido un riesgo muy alto.

—Tal vez de muerte.

—Sí. Y no estoy seguro de cómo lo hubiéramos hecho. Afortunada­mente, disponemos de la tecnología adecuada y la gente se adaptó sorprenden­temente rápido, pero creo que también se ha cobrado un precio. Y todo esto ha sucedido durante un año de protesta racial al nivel de la era de los derechos civiles y luego una elección presidenci­al increíblem­ente intensa y sus secuelas, con un ataque al Capitolio inimaginab­le antes de esa fecha y un presidente que estaba tratando de invalidar los resultados de una elección, buscando desacredit­arla, deslegitim­arla y poner al público en contra del ganador de esa elección, y tuvimos que cubrir todo esto de forma remota.

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Baron ha liderado la transforma­ción de su diario hacia un modelo digital de pago por suscripció­n que se ha demostrado sostenible
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MATT MCCLAIN/THE WASHINGTON POST

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