ABC (Nacional)

Tan francés y tan amigo americano

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

En sus dos últimos títulos, ‘Las películas de mi vida’ (2016) y ‘Crónicas diplomátic­as’ (2013), Bertrand Tavernier dejó asomar a borbotones el crítico que llevó siempre dentro; crítico cinematogr­áfico en ese documental que exprime lo mejor de la historia del cine francés, y crítico sagaz, bienhumora­do e irrespetuo­so con la política de su país. Tavernier es, sin duda, uno de los directores más interesant­es y más difíciles de clasificar del último medio siglo de cine en Francia, que comenzó su filmografí­a ya a ‘nouvelle vague’ agotada, que ha tenido muy buen saque para el cine de intriga y el relato policial y social, que ha ironizado sobre el pasado y el presente y que ha sabido manejar con notable destreza la ficción, el documental y el territorio que pisan ambos. Tavernier era un hombre que sabía mucho y de muchas cosas, con un probado paladar para el cine, la literatura, la música y la cocina (se leía hasta las notas a pie de página y mojaba pan aunque no hubiera salsa), pero eso no dejó de sorprender cuando hizo su mejor película, ‘Alrededor de la medianoche’, una arrebatada declaració­n de amor a la música jazz, a la bohemia y a la amistad protagoniz­ada por un marchitado y sublime Dexter Gordon.

Cómo poner en la misma balda al director de ‘El relojero de Saint-Paul’, ‘Que empiece la fiesta’, ‘La muerte en directo’ (no busquen otra Romy Schneider), la brutal ‘1280 almas’ o la pictórica ‘Un domingo en el campo’ y al que capturó ese ambiente ‘blue’ de la amistad entre el saxofonist­a Dale Turner y Bud Powell y Lester Young…

En los noventa, Tavernier cambio con naturalida­d de balda y se colocó en otra más áspera, menos pulida, con un cine social, ideológico, con títulos como ‘Ley 627’, ‘Capitán Conan’, ‘La carnaza’ y ‘Hoy empieza todo’. Como personaje clave del cine francés (y ameri

cano) era mucho mejor entrevista­dor que entrevista­do, y ahí están sus dos gordos libros que lo certifican: ‘Amis americains’, colección de entrevista­s con los grandes autores de Hollywood, y el exhaustivo ‘50 ans de cinema americain’, una auténtica joya (y con el precio de una joya auténtica).

Que sólo podía ser un buen hombre lo sugiere el hecho de que una de sus películas preferidas fuera ‘Dejad paso al mañana’, obra maestra de McCarey que sin duda vio (o al menos, olió) Ozu para hacer sus ‘Cuentos de Tokio’.

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