ABC (Nacional)

La verdad es subjetiva

- J. B.

G

uindalera –la compañía creada hace algo más de dos décadas por Juan Pastor– es, en el teatro español, un sello distintivo y una garantía de un teatro cabal y riguroso. Acogidos últimament­e en los Teatros del Canal, presentan allí estos días su nuevo trabajo: ‘El curandero’, una obra del irlandés Brian Friel (un autor muy querido por esta compañía, que ya ha montado varias de sus obras, como ‘Bailando en Lughnasa’, ‘Molly Sweeney’, ‘El juego de Yalta’ y, ahora, ‘El curandero’, titulada originalme­nte ‘Faith Healer’). El propio Juan Pastor dirige la función, que interpreta­n Bruno Lastra, María Pastor y Felipe Andrés.

«En ‘El curandero’ –dice Juan Pastor– hay un tema dominante: la verdad es subjetiva, todo depende de la percepción y el recuerdo. La aparente carencia de acción convencion­al esconde una acción dramática insólita, se va más allá de las caconvenci­do de lo que quería contar, que precisaba madurar durante mucho tiempo las historias, que no tenía facilidad para enhebrar pasos y crear una coreografí­a (hombre sentencios­o, una de sus frases recurrente­s era que la danza no estaba en los pasos, sino entre ellos).

‘Carmen’ parece ahora un personaje ineludible para cualquier creador de danza española y flamenco; sin embargo, fue Antonio Gades quien lo tradujo a este idioma por vez primera –sí la habían abordado coreógrafo­s clásicos como Roland Petit o Alberto Alonso–. Y lo hizo en un entorno, el de los primeros años ochenta, época de muchas ‘Cármenes’ al quedar libre de derechos este personaje racterísti­cas narrativas al trascender lo narrado y conseguir una ‘realidad’ más poderosa. Entramos en lo invisible desde lo visible».

‘El Curandero’ cuenta la historia de Frank Hardy, el curandero, su mujer Grace y su representa­nte Teddy. Una destartala­da furgoneta les conduce a pueblos remotos de Inglaterra, Escocia y Gales ofreciendo a los enfermos crónicos el milagro de una curación con la imposición de manos del curandero. La historia de un suceso terrible, la muerte del hijo de Frank y Grace o la de la madre de Frank, actúa como un símbolo en el relato. Está estructura­da en cuatro monólogos.

«La fe en lo impalpable –sigue Juan Pastor– es más valiosa que el conocimien­to de la vista palpable. Viendo no necesariam­ente se cree, porque la auténtica fe depende de la verdad de lo no visible». ·Madrid. creado por Prosper Merimée e inmortaliz­ado por Georges Bizet.

La ‘Carmen’ de Antonio Gades está dominada por una palabra: libertad. Es el norte que guía su vida, su comportami­ento, la que domina sus amores y la que –el Romanticis­mo impera en el momento de su creación– la lleva a la muerte. Gades acude a la novela para contar la historia de la cigarrera, y lo hace desde una sobriedad cercana a la desnudez –unos falsos espejos y un puñado de sillas de enea son toda su escenograf­ía–, dando a la música y a la ‘palabra coreográfi­ca’. Y es que Antonio Gades es una figura esencial en la historia de la danza española, no solo como intérprete, sino también, y sobre todo, como creador. Su lenguaje austero, concentrad­o, su compromiso; esa maestría para llenar el escenario de personas, y no solo de bailarines; y su dramatismo –entendiend­o lo dramático como algo «capaz de interesar y conmover vivamente», en definición de la RAE– le confieren ese lugar de privilegio en nuestro baile.

Stella Arauzo, que trabajó codo con codo con Gades, y que dirige artísticam­ente la compañía, es la transmisor­a del legado del coreógrafo, mantenido con devota (quizás hasta demasiada) fidelidad. Eso permite al público de este 2021 conocer un fascinante clásico de la danza española que, sin embargo, en algunos momentos puede conservar algo de polvo.

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DIEGO CASILLAS Fernando Cayo e Irene Arcos, en ‘Antígona’

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