Un año de amargura
Los gremios que viven de la Semana Santa afrontan un viacrucis económico sin precedentes para ellos. Oficios históricos como la imaginería, la orfebrería o el bordado están en peligro de extinción
Dolores, Penas, Amargura, Sacrificio, Buena Muerte, Expiración… Cualquier advocación de cuantas procesionan en España sirve para explicar el viacrucis que afronta la industria cofrade, un sector que ha perdido este año el 75 por ciento de su facturación y que sigue de brazos cruzados por la pandemia. La suspensión de las procesiones de Semana Santa no afecta sólo al turismo y a la economía del ocio. También es como la lanza de Longinos para los gremios artesanales que trabajan para conservar y ampliar el patrimonio de las hermandades. Si no fuera por las cofradías, muchos oficios con varios siglos de vida se habrían perdido. Los talleres de orfebrería y bordados, las cererías, los imagineros o las tiendas de túnicas y accesorios de nazareno dan trabajo a más de cinco mil familias en todo el país que ahora están pendientes de ayudas directas que les permitan no sólo sobrevivir, sino salvaguardar una tradición que sostiene artísticamente a la Semana Santa para que siga siendo un polo de atracción tanto de religiosidad popular como cultural.
Plateros, profesionales de la madera, floristas y bandas de música claman por un cirineo que les ayude a llevar esta cruz. En Sevilla, una de las capitales del universo cofrade, hay incluso un polígono industrial dedicado en exclusiva a este sector. Se llama Parque Arte Sacro. Lleva meses en silencio, como una cofradía de ruan, con muchos portones cerrados y algunos locales anunciando ya su porvenir: ‘Se alquila’. Lo habitual en este lugar hace sólo dos años era, incluso en el verano, envolverse en una amalgama de marchas rompiendo las ventanas de los talleres y nubes de incienso en cada puerta. Ahora está todo quieto. Como un cristo sobre su paso. No hay trabajo. Sólo les queda rezar.
Ante la incertidumbre de la pandemia, las hermandades de toda España que hacían encargos a estos talleres han paralizado sus contratos. El poco dinero que entra es para la acción social. La caridad se lo lleva todo ahora. En eso se centra la estación de penitencia diaria de las cofradías: en pagar la luz de las familias de la collación que se han quedado en el paro, en enviar el cesto de comida caliente discretamente a una casa que lleva meses con la alacena vacía, en donar a una joven musulmana una cuna para el bebé que acaba de dar a luz… Todas cumplen la letanía de San Mateo: «Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público».
El hermano mayor de la Macarena, José Antonio Fernández Cabrero, un cofrade de San Felices de Buelna, en Cantabria, lo explica siguiendo la ley
de la papeleta de sitio de un nazareno, por el camino más corto: «El mundo de los valores constituye la puerta de entrada al mundo de la trascendencia. Por ello, instaurar en nuestros equipos de voluntariado de nuestra hermandad una pedagogía de valores es educar al hombre para que se oriente al hombre; es una pedagogía de encuentro entre todos los que creemos que la vida de Hermandad tiene un sentido». Pero, de repente, los beneficiarios de esta acción social han pasado a ser los propios autores del incalculable patrimonio cofrade. Juan Martínez Montañés, el escultor de obras como el Señor de Pasión de Sevilla o el San Juan Bautista que se expone en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, fue víctima de la plaga de peste de mediados del siglo XVII. La historia se repite. Fernando Aguado, imaginero sevillano que ha tallado para cofradías de lugares tan distintos como Albacete, Cuenca o Jerez de la Frontera, resume la caída en un símil del camino de Jesús de Nazaret con la cruz por la Vía Dolorosa: «Hemos caído ya dos veces, la tercera será definitiva para todos». Su taller tiene aún alguna faena, sobre todo para restaurar piezas históricas que necesitan un repaso, pero las contrataciones de nuevas tallas están paradas. Las hermandades no pueden pagar. Y su gremio, pese a todo, es de los menos afectados porque es el menos coyuntural. Los bordadores y plateros son los que más peso están cargando.
El presidente de la Asociación Gremial de Arte Sacro, Francisco Carrera Iglesias, conocido en el mundillo como Paquili, es actualmente el principal bordador cofrade de España. Su último trabajo ha sido el palio de la Macarena de Madrid, entregado esta misma semana. Para él, el fin se aproxima. «Necesitamos ayudas directas y actuaciones urgentes si queremos salvar esta tradición. El problema es que llevamos aguantando con pedidos de otros años y contratos firmados a largo plazo, pero esto se está acabando porque no hay demanda de piezas nuevas y muchos talleres no resistirán. En estos momentos no hay encargos de las hermandades porque están volcadas en sus bolsas de caridad y, además, han visto reducidos sus ingresos de forma considerable al no poder organizar eventos tradicionales
como cruces de mayo o tómbolas, que son fuentes de ingresos». Paquili es pesimista, pero no catastrofista: «Es vital que todos entendamos que sin este sector no se sostiene la Semana Santa como reclamo para el turismo, que a su vez sostiene a los sectores hosteleros y hoteleros». Hay que evitar el efecto dominó. La tercera caída.
Pero las señales son agónicas. La fábrica de velas y cirios Bellido, que fundó esta saga en el siglo XIX en el municipio jiennense de Andújar, ha perdido el 70 por ciento de la producción. Mantiene sólo ocho trabajadores. Todos los demás están en un ERTE. Pasa lo mismo en las grandes floristerías, cuyo mayor porcentaje de ingresos se viene de la ornamentación de templos y pasos en estas fechas. Rafael Martín, proveedor vallisoletano, lo ve todo negro: «Ninguna crisis ha sido peor que esta». El onubense Antonio Rivera busca el consuelo de sus compradores habituales: «Me llaman para darme ánimos».
El Parlamento de Andalucía ha aprobado una Proposición No de Ley presentada por el PP para destinar ayudas e incentivos a la modernización de los talleres y ampliación de estos negocios. Se aprobó por unanimidad con el objetivo de «salvaguardar las tradiciones culturales y señas de identidad y contribuir a la protección y el fomento de la producción de arte sacro». Pero no ha sido suficiente. El sector está en estertores. Está viviendo en sus propias carnes la pasión y, en muchos casos, también la muerte.
El Rey Felipe VI llamó el año pasado a los presidentes de los principales consejos de cofradías de España para reconocer la labor de las hermandades. El responsable de Sevilla, Francisco Vélez, cuenta cómo un número largo desconocido apareció de repente en la pantalla de su móvil en pleno Miércoles Santo. Al otro lado estaba el monarca, que se interesó por las consecuencias de la suspensión de las procesiones. «¿Hay muchas personas afectadas en las cofradías? Sé el trabajo que hacen las hermandades y lo importantes que son para la sociedad, por lo que les transmito mi apoyo a todas en estos días tan difíciles». Posteriormente, el Rey llamó también al presidente de la Agrupación de Cofradías de Málaga, que este año ha cumplido su centenario, al de Murcia… A nadie se le escapa la trascendencia de la Semana Santa para la economía española. De las paredes del Prado cuelgan el ‘Crucificado’ de Velázquez, la ‘Resurrección’ de El Greco, el ‘Lavatorio’ de Tintoretto…
«En estos momentos de sufrimiento también sale lo mejor de la gente, esa es la esencia de la Semana Santa, que es la fiesta del perdón. Hay muchos ciudadanos anónimos que están haciendo donaciones para sacar esto adelante porque las hermandades han perdido muchos ingresos y su labor social es muy importante. El problema es que lo primero que se recorta es el apartado patrimonial y, obviamente, eso repercute en el gremio de los artesanos», explica Francisco Vélez, el presidente de las cofradías sevillanas.
Las bandas, en silencio
Este año no será tan duro como el anterior. No habrá confinamiento total y quizás tampoco llamada del Rey. Habrá algunos gremios que podrán respirar un poco porque muchas hermandades van a montar sus pasos en los templos para que puedan ser venerados por los devotos. Algunos puristas critican la iniciativa porque defienden que los pasos son altares itinerantes y no tiene sentido montarlos si no van a procesionar, pero para otros muchos esta idea es una agarradera espiritual y económica. Floristas y cereros lo celebran. Sin embargo, hay otros gremios que permanecen in albis. Quizás el más perjudicado de todos es el de las bandas de música, cuyos únicos ingresos anuales se producen en Semana Santa. Con ese dinero mantienen locales de ensayo, uniformes, instrumentos… Pero con el bolsillo vacío, muchas agrupaciones tendrán que abandonar. Una buena banda cobra entre 6.000 y 12.000 euros por acompañar a una hermandad durante su estación de penitencia. Esto se traduce en una facturación de unos 60.000 euros a lo largo de toda la Semana Santa, lo que les da para mantenerse el resto del año, ya que casi todas son asociaciones sin ánimo de lucro. Las bandas profesionales, como la histórica del maestro Tejera, están sencillamente atravesando el peor momento de su historia centenaria. Su director, José Manuel Tristán, es tajante: «Nosotros sobreviviremos porque nuestra historia nos obliga a aguantar, pero este es el peor trance que hemos conocido. Ojalá podamos salir pronto a la calle a tocar porque, más allá de los económico, la música también cura». Ojalá. La incertidumbre es la cruz más pesada.
Bordar con hilo de oro, repujar la plata hasta conseguir que deslumbren al devoto, poner flores de Holanda en las jarras de un paso de palio y claveles reventones en un monte del Calvario, tocar marchas de Font de Anta o Gámez Laserna en la trasera de un paso o llevar un carro de cirios hasta un templo para que cada nazareno coja el suyo no son sólo tradiciones que vertebran España. Son también un medio de vida para muchas familias que esta semana van a entender mejor que nunca el sufrimiento de Cristo desde su entrada triunfal en Jerusalén hasta su muerte enclavado. Hoy es Viernes de Dolores. Para unos más que para otros. Pero de todas las advocaciones que tiene la Semana Santa, siempre hay una que prevalece: la Esperanza.
Auxilio
«Necesitamos ayudas directas o muchos oficios se perderán», alerta Paquili, prestigioso bordador
Viejos oficios El Parque Arte Sacro de Sevilla, único polígono exclusivo para estos oficios, languidece