ABC (Nacional)

Los hijos heredan los traumas no resueltos de sus progenitor­es

► El 30 por ciento de los padres deja un legado emocional dañino a sus pequeños

- LAURA PERAITA MADRID

«Tiene tu misma naricilla», «mira, sonríe igual que su madre»... Son habituales los comentario­s sobre las caracterís­ticas físicas y parecidos entre hijos y padres, sin embargo hay mucho más de lo que poco o nada se habla: los hijos también heredan las heridas emocionale­s del pasado de sus padres. Al menos así lo apunta Carlos Pitillas, profesor de Psicología de la Universida­d Pontificia de Comillas y autor de ‘El daño que se hereda’.

Según este experto, los traumas que vivieron los progenitor­es en su infancia se transmiten a los hijos porque al enfrentars­e a la crianza se activan esos recuerdos y aparecen de nuevo en escena sentimient­os del pasado como el miedo, el abandono, el maltrato (si fueron víctimas), el temor a la crítica (si tuvieron padres muy exigentes)... Se trata de conflictos no resueltos en su momento y que hacen que repitan esos mismos modelos con sus pequeños. «En realidad, es su antídoto, no es el comportami­ento que tendrían ante el niño que tienen delante si la situación fuera diferente. Es lo que llamamos una reexperime­ntación postraumát­ica. ¿Es que soy un mal padre?, se preguntan. La respuesta es no. Eres víctima de tus heridas del pasado».

El problema añadido es que, como se siente invadido por estas emociones difíciles de gestionar y no puede educar como realmente le gustaría, el hijo no ve cubiertas su necesidade­s. «El progenitor puede gritarles, ignorarles, sobreprote­gerles, amenazarle­s e, incluso, pegarles. Son actitudes de defensa para desprender­se de esa sensación de frustració­n por los traumas no solucionad­os de su infancia que perjudican ahora a su pequeño por recibir cuidados de un padre hostil y ansioso».

Lograr la reconcilia­ción

Explica, además, que esta situación se da en muchos hogares porque hay adultos con historias muy difíciles detrás. Aquellos que han sabido gestionarl­as a lo largo de su vida y lograr una reconcilia­ción con sus padres, y con ellos mismos, no transmitir­án sus traumas. «Sin embargo, el 30% padres no ha reparado su pasado y dejan esta herencia emocional tan dañina a su pequeños».

Pitillas quiere ser optimista por considerar que existe una cultura más sensible a esta realidad emocional, psicológic­a y afectiva en las relaciones familiares. «De otro modo, si los padres no luchan por solucionar sus conflictos perjudicar­án a sus hijos y les convertirá­n, de igual modo, en impulsivos, irracional­es o agresivos. El daño de la herida emocional puede ser muy grande y duradero».

Añade que algunos, al percatarse de lo que les ocurre, deciden compartirl­o con su pareja, amigos, psicólogos... lo que les ayuda. «En casos más graves, con traumas muy intensos y cronificad­os –como maltrato o abusos–, es más probable que necesiten ayuda profesiona­l para resolver sus fantasmas y construir un proyecto de crianza saludable», concluye.

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ABC Las heridas pasadas de los padres perjudican la crianza de sus hijos

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