Rocío Ybarra
veinte años, de 1987 a 2007, y porque nos hemos tenido que adaptar a las exigencias de diferentes generaciones. El deporte cambia mucho. Empecé con 17 años y todos tenían más experiencia que yo y cuando me retiré con 40 todos tenían más fuerza. Es un equilibrio entre el físico y la mente, con entrenamientos que te lleven a estar al más alto nivel siempre. Pero es un reto apasionante», relata. Eso sí, rememora que cuando empezó en la selección se iba a las cabinas a llamar a la familia –«con aquellos teléfonos de rueda»– y cuando terminó, en vez de celebrarlo tomando unas cañas con el grupo, los compañeros estaban jugando a la videoconsola.
En términos de presión, aunque por resultados sea parecida, Ybarra señala al conjunto nacional como símbolo de mayor esfuerzo. «El entrenamiento es diario para la selección y no tanto para el club. Y son 24 horas pensando en el grupo. Aunque no pudiéramos entrenarnos juntas enviábamos los horarios de sueño, los resultados de los gps de cada entrenamiento que hacíamos, cada una en sus vacaciones».
Fernández, en cambio, mide la presión de otra manera. «Para mí hay más en el club, porque cobras tu sueldo y con un mínimo de bajón de rendimiento te estás jugando la renovación o que te pongan en el banquillo y no juegues más. La selección es dar lo mejor de ti porque sí. Y por eso lo disfru