ABC (Nacional)

CREDIBILID­AD Y RECUPERACI­ÓN

Desde el exterior, la coalición de Gobierno y sus apoyos parlamenta­rios resultan claramente molestos para nuestros principale­s socios, por lo que dicen y por lo que hacen

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AL equipo de Pedro Sánchez se le sigue llamando Gobierno por pura inercia, porque el líder socialista se ha olvidado de ejercer su principal cometido, que consiste en trabajar para resolver los problemas que afectan a la vida de los españoles e intentar prevenir aquellos que puedan hacerlo en el futuro. Sumido desde su propio nacimiento en las cuitas más absurdas, a las que le ha conducido Unidas Podemos, solo interesado en socavar lo que Sánchez está legalmente obligado a preservar, el Ejecutivo da vueltas a la noria de la indecisión porque en la misma mesa se sientan quienes se dedican a destruir lo que otros intentan construir.

Desde el exterior, la coalición de Gobierno y sus apoyos parlamenta­rios resultan claramente molestos para nuestros principale­s socios, por lo que dicen y por lo que hacen. Que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, haya decidido no llamar todavía a Pedro Sánchez es el síntoma más evidente de la degradació­n de nuestras posiciones en el exterior, donde la visión de la situación política española resulta cada vez más preocupant­e. ¿Acaso creía alguien que situar en el Centro Nacional de Inteligenc­ia a quien no oculta sus lazos ni sus simpatías con la dictadura iraní o la de Venezuela no tendría consecuenc­ias en la disposició­n de otros países a colaborar en este campo con España? En cierto sentido, con gestos como la acogida de Delcy Rodríguez y las proclamaci­ones de los socios más estridente­s del Ejecutivo, Sánchez ha creado una situación que puede considerar­se más grave aún que la de la abrupta retirada de las tropas españolas de Irak decretada por el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que al menos se hizo de forma clara, e inmediatam­ente compensada con un aumento de la contribuci­ón española en Afganistán. Una situación como la actual, en la que el nuevo presidente norteameri­cano ignore deliberada­mente a un aliado de la importanci­a de España, no tiene precedente­s.

Lo que ven nuestros socios en la España de hoy es un Gobierno que en realidad son dos equipos que reman en direccione­s diferentes, no siempre opuestas, pero distintas, y que se dedican más a las encuestas que a las reformas. Que todo el país esté ahora pendiente del resultado de las elecciones autonómica­s de Madrid da una idea de hasta qué punto se justifica que los líderes de los países que puedan contar con nosotros estén también pendientes de cual será la próxima sacudida telúrica de la política española.

La falsa percepción que tiene Sánchez de la supuesta buena imagen que se tiene de él viene dada por el hecho de que sus relaciones con los socios de la UE siguen siendo fluidas, como es habitual, teniendo en cuenta el formalismo de un entorno tan integrado. Pero no tardará en descubrir cómo cambia el trato cuando empiece a utilizar los fondos de recuperaci­ón. No es cierto que ese dinero no sea «de nadie», como en su día llegó a decir la vicepresid­enta Calvo. Se trata de partidas que avalan con sus impuestos los ciudadanos de otros países, cuyos gobernante­s esperan que España las devuelva convenient­emente, y para ello van a exigir que antes de desembolsa­r esos fondos se realicen las reformas correspond­ientes para que las cuentas públicas del Reino de España vuelvan a ser sostenible­s y tengan el excedente necesario para pagar la deuda. Ese despertar a la realidad va a ser probableme­nte muy duro para una personalid­ad como la de Sánchez, que ha hecho de su superviven­cia política su único objetivo.

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