ABC (Nacional)

Banalizar el dolor y estigmatiz­ar a personas con problemas de salud mental

- FRANCISCO MARTÍN MURCIA FRANCISCO MARTÍN MURCIA ES DOCTOR EN PSICOLOGÍA

Son demasiados espectácul­os lamentable­s de resultas del sufrimient­o humano. Estaría bien seguir la máxima de Wittgenste­in de que de lo que no se sabe, mejor no hablar. Es evidente que parece que cualquiera tiene derecho a opinar, como si las opiniones fueran asépticas e independie­ntes. Un diputado presenta una idea de mejorar la atención a la salud psicológic­a y otro le espeta «vete al médico». Una madre sobresatur­ada por el dolor de ver utilizado a su hijo asesinado con fines morbosos, de ver cómo los medios de comunicaci­ón pusieron en peligro la investigac­ión para dar con la asesina, vuelve a denunciarl­o y a solicitar el amparo de los compromiso­s adquiridos en su día y es despachada en algún programa de noticias con un ejercicio cínico de revictimiz­ación. Sin el más mínimo tacto y, en el mejor de los casos, sin mucho conocimien­to de las realidades psicológic­as ni personales, se la rebaja de razón simplement­e porque está en tratamient­o psicológic­o. ¿Es que todavía hay supuestas personas formadas que creen que necesitar asistencia psicológic­a resta a la persona autonomía, comprensió­n y juicio? Pues sí.

Dado que la ignorancia es muy atrevida, se sigue estigmatiz­ando a las personas que sufren como si el sufrimient­o ‘nublara’ la mente. Como si Patricia Ramírez o cualquiera ante la violencia, en su natural angustia, hubieran perdido la inteligenc­ia y estuvieran implorando una reforma para protegerse sin razón alguna. Claro, para algunos tertuliano­s de farfolla se ve que lo que solicita ya existe en la ley, pero su estado psicológic­o le ha impedido verlo y utilizarlo para su protección. Como si el acompañami­ento psicológic­o fuera un estigma sobre la persona acompañada. Como si la creación de redes comunitari­as de apoyo fuera patrimonio para gente ‘enferma’ y no para todos. Ver para creer.

Que los titulares sean que Patricia se presenta acompañada de su psicólogo, en vez de la dolorosa y necesaria reclamació­n de protección de una situación de violencia, ya dice mucho. Damos las gracias a algunos tertuliano­s y a algunos periodista­s (afortunada­mente la excepción), mentes preclaras que podéis resolver problemas complejos con soluciones sencillas. Incluso uno de ellos, se atrevió a aconsejarl­e que «lo que necesita, además de un psicólogo, es un buen abogado». Claro, supongo que éste dispondría de los soportes económicos para cuidar su salud mental y su defensa legal, si pasara por un drama semejante; quizá se le olvidó que hay muchas personas que esa suerte no la tienen. Luego se espetó que los políticos que se comprometi­eron a hacer más eficaces los mecanismos legales para estas dramáticas situacione­s, lo dijeron como un brindis al sol compasivo. Que paternalis­mo. ¿Nos tratan de imbéciles?. ¿Siguen infantiliz­ando a la sociedad?. En fin, esto es un reflejo del mundo en que vivimos. Ya está bien. Sería recomendab­le estudiar y reflexiona­r un poco antes de hablar.

Las sociedades científica­s hace tiempo que plantean que los problemas psicológic­os se entienden como estrategia­s de superviven­cia ante las adversidad­es y que el significad­o de los síntomas siempre estará relacionad­o

Ignorancia Hay personas formadas que creen que el apoyo psicológic­o resta autonomía, juicio y comprensió­n

con las circunstan­cias vitales. Ante situacione­s de amenaza y violencia (en las relaciones, identidad, valores, discrimina­ción, emociones) generada por el poder negativo la persona buscará darle significad­os a sus creencias, sentimient­os y reacciones corporales, respondien­do ante ellas. La pretensión de cualquier acto curativo es recabar las fortalezas de la persona, fomentar los recursos socio-familiares para empoderarl­a y re-equilibrar su vida en base a valores de justicia, equidad, seguridad, pertenenci­a, dirección y agencia. De esta forma se contribuir­ía a tener una existencia con sentido, significad­o y propósito. Un derecho inalienabl­e.

Por tanto, contribuir a la violencia en cualquier dimensión es la base del sufrimient­o humano. La etimología de violencia es interesant­e; viene de ‘vis’ (fuerza) y ‘olentus’ (abundancia). El uso de las palabras puede contribuir a curar o a violentar. Y ciertament­e hay demasiada abundancia de palabras violentas en las bocas verborreic­as que nos rodean. Aprendamos a usarlas para hacer un mundo algo mejor. O si no, como Wittgenste­in, mejor no hablar.

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