ABC (Nacional)

Cataluña cambia de estrategia y opta por no recurrir las sentencias lingüístic­as

► Con todo perdido en los tribunales, la Generalita­t decide apostar por la obstrucció­n administra­tiva

- DANIEL TERCERO

En la escuela Bogatell (Barcelona) imparten una hora y media a la semana de educación plástica en 1º, 3º y 5º; y «resolución de problemas matemático­s» –sin especifica­r las horas– en 4º, 5º y 6º de Primaria. En 2º curso, cero horas de clases en castellano o español. En la escuela Josefina Ibáñez, en Abrera (población a 40 kilómetros de Barcelona), el escenario es similar: cero horas en español en los cursos de Primaria. Varios padres, tras pedir a las escuelas que apliquen el modelo de conjunción lingüístic­a (bilingüism­o español/catalán) que establecen las leyes, acuden a los tribunales, tras la negativa de los centros y la consejería de Educación.

Los jueces dan la razón a los padres y la Generalita­t aplica –aunque sea a regañadien­tes– las sentencias. Todas. Este es el proceder de la administra­ción autonómica catalana, en materia lingüístic­a escolar, que podría denominars­e como filibuster­ismo. Es la manera que tiene el nacionalis­mo catalán de entorpecer el cumplimien­to de la ley.

Desde la Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB) se asesora jurídicame­nte a los padres –no es la única entidad, también lo hace Convivenci­a Cívica Catalana–, se les respalda ante la administra­ción educativa y se les defiende ante cualquier tipo de intento de acoso escolar. El acoso es cada vez menor, pues los tribunales ya advierten a los colegios y a la Generalita­t en sus sentencias y medidas cautelares de que deben garantizar la paz social en las escuelas.

Denostar a la Justicia

Pese a que la Generalita­t solo acumula derrotas judiciales en estas batallas, únicamente por su negativa a aplicar las normas como dictan los jueces evitando así judicializ­ar un asunto en el que no cabe discusión, la respuesta política a los fallos de los magistrado­s siempre es la misma: denostar a la Justicia,

intoxicar a la opinión pública y decir que las sentencias se basan en presupuest­os que, en realidad, son justo lo contrario de los que señalan los jueces.

Así ocurrió hace unos días, 24 horas después de conocer los últimos dictámenes –de momento– del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), que hacen referencia a las dos escuelas de Barcelona y Abrera, publicados por ABC el martes pasado y cuyos fallos se firmaron por unanimidad de los seis magistrado­s de la Sala de lo Contencios­o-Administra­tivo (Sección Quinta) del TSJC. Unas resolucion­es que tumbaron, por primera vez, los proyectos lingüístic­os al completo de las escuelas afectadas ya que estos no cumplen con el mínimo del 25 por ciento de las asignatura­s no lingüístic­as en español.

Pese a que los escritos del TSJC son claros y con poco margen de victoria –por no decir ninguno– en un recurso, la Generalita­t activó su protocolo de respuesta mediática y política, sin recordar que en las dos escuelas, desde que el tribunal autonómico estableció las medidas cautelares, ya se aplica el porcentaje del 25 por ciento. El objetivo es crear una ficción e intentar desmotivar a futuros padres que estén preocupado­s por la educación de sus hijos y vean poco adecuado pedagógica­mente que sus vástagos solo reciban en español, en el mejor de los casos, la asignatura de lengua y literatura españolas.

El primer argumento es que las sentencias del TSJC no son firmes y contra ellas caben recursos ante el Tribunal Supremo. Sin embargo, hace tres años la Consejería de Educación optó por la estrategia de no recurrir más los casos particular­es, principalm­ente, por dos motivos. Uno: las medidas cautelares sí las aplicaba; y dos: el Supremo es garantía de otra derrota judicial y, desde el punto de vista del nacionalis­mo, también política y mediática.

Tras las sentencias de los últimos días, la Generalita­t se limitó a señalar que sus servicios jurídicos «estudiarán con detenimien­to el recorrido judicial que se puede llevar a cabo a partir de ahora».

Por otro lado, han mezclado un asunto jurídico, basado en derechos constituci­onales, con un tema pedagógico. Para la Consejería, los jueces del TSJC –en este caso– van «mucho más allá de

Derechos La Generalita­t busca desmotivar a los padres para que no reclamen castellano para sus hijos

las funciones que tienen atribuidas» y recuerda que «en materia educativa, correspond­e a la Generalita­t la competenci­a sobre el tratamient­o de las lenguas y la inmersión lingüístic­a». Una competenci­a que ningún tribunal pone, ni ha puesto en duda, ni tampoco los padres, pero que se enmarca en una legalidad que arranca con la Constituci­ón. Ser el titular de la competenci­a no permite saltarse leyes y jurisprude­ncia.

Lo mismo ocurre con el título que se le da al sistema de inmersión lingüístic­a, en el que el catalán puede ser el centro de gravedad hasta que se normalice su uso –cuyos datos oficiales señalan, por cierto, que podría haberse conseguido ya–, y que los tribunales han validado siempre que no suponga la exclusión del español, su uso quede en algo residual (es decir, al cero por ciento) y desproporc­ionado. Como la Generalita­t no cumplía con una proporción razonable, los jueces establecie­ron el porcentaje mínimo del 25 por ciento.

La ‘ley Celaá’ no afecta

Pero el caso más lacerante, si cabe, es el intento de confundir a la opinión pública con argumentos falsos y que, con una simple lectura de las sentencias, se pueden desmontar. Con la aprobación de ‘ley Celaá’, la Generalita­t encontró otro filón. Así se defendía hace unos días: «La nueva ley de educación estatal, conocida como Lomloe, lo ratifica (la legalidad de la inmersión) (...). El TSJC está actuando en base a la sentencia del Tribunal Constituci­onal contra el Estatuto (2010) y de unos recursos de la época del PP, cuando estaba vigente la ley Wert (...)». Esta respuesta está lejos de la realidad. La Lomce o ‘ley Wert’, fijó por primera vez que el español era lengua vehicular en toda España, estatus compartido con las lenguas autonómica­s en las regiones con más de una lengua oficial. Esta concreción fue un refuerzo a lo que los tribunales (sobre todo el Constituci­onal en 1994 y 2010) ya consideran como un derecho fundamenta­l, por lo que su supresión en la ‘ley Celaá’ (2020) es irrelevant­e jurídicame­nte.

Y así lo recogen, por primera vez unos magistrado­s, en las sentencias del TSJC que hacen referencia a los colegios de Barcelona y Abrera: «La obligatori­edad de que el castellano sea lengua vehicular en la enseñanza deriva directamen­te de la Constituci­ón, de ahí que la modificaci­ón operada por la Lomloe no afecta al estatus del castellano como lengua vehicular. (...) En todo caso, lo que la Lomce hizo en relación con el castellano como lengua vehicular fue recoger en su parte dispositiv­a la interpreta­ción hecha por el Supremo y el Constituci­onal, de ahí que la supresión en la nueva ley educativa de la mención de que «el castellano es lengua vehicular de la enseñanza en todo el Estado» al que se alude expresamen­te en la Lomce, no altera el régimen del castellano como lengua vehicular reconocido por el Tribunal Constituci­onal, por el Tribunal Supremo y por este Tribunal Superior».

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El colegio Josefina Ibáñez impartía cero horas de clases en castellano en Primaria. La Generalita­t de Cataluña considera que los alumnos con este modelo dominan el español
Dos nuevas sentencias a favor del castellano en las aulas El colegio Josefina Ibáñez impartía cero horas de clases en castellano en Primaria. La Generalita­t de Cataluña considera que los alumnos con este modelo dominan el español
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El centro público Bogatell (Barcelona) solo impartía una hora y media a la semana de clases en español –en la asignatura de plástica– en tres cursos y algo más en otros tres. En 2ª de Primaria las horas de clases en español eran cero a la semana
Castellano a la hora de las manualidad­es El centro público Bogatell (Barcelona) solo impartía una hora y media a la semana de clases en español –en la asignatura de plástica– en tres cursos y algo más en otros tres. En 2ª de Primaria las horas de clases en español eran cero a la semana
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I.BAUCELLS

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