ABC (Nacional)

Combatir la pandemia al cobijo de las partituras de Mozart y Beethoven

·Estudiante­s de 30 nacionalid­ades conviven en la Escuela Reina Sofía de Madrid, una de las más exclusivas de Europa, intentando cumplir su sueño

- ISRAEL VIANA

MADRID

Cuando ABC le pregunta a Ramsés Martínez si le costó entrar en la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid, la expresión le cambia de inmediato. «¡Uy, sí, sufrí mucho! Es una historia complicada», reconoce, con su contrabajo apoyado en el suelo muy cerca de él. A continuaci­ón respira hondo y comienza el relato: «En Maracay, la ciudad al norte de Venezuela de donde soy, hay una orquesta y un conservato­rio en cada esquina, a pesar de lo cual el centro Reina Sofía es muy famoso. Mis profesores, de hecho, ya me hablaban de él cuando tenía 17 años y yo soñaba con estudiar aquí, pero era imposible. Mi familia no tenía dinero para que viniera a hacer la prueba ni para grabarme un vídeo de calidad para la preinscrip­ción».

Ramsés habla demasiado tranquilo y ordenado para tener 21 años, como si fuera más adulto de lo que en realidad es. «Cuando comenzó la crisis en Venezuela hace dos años –continúa–, decidí huir del país sin nada para perseguir mi sueño. Crucé Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y llegué hasta Buenos Aires, donde empecé a trabajar lavando coches. Entonces contacté con un profesor de música que me dejó un contrabajo viejo para tocar en el metro y sacarme algo más de dinero mientras preparaba las pruebas. Cuando ahorré lo suficiente, me compré el billete a Madrid y seguí tocando en los trenes de Cercanías para sobrevivir, ya que estaba ilegal en España. En ese momento comenzó el confinamie­nto y todo se complicó, pero justo me acogió en su casa la directora de la Joven Orquesta de Estudiante­s y Colegios Mayores, a la que conocí un día que me invitó a tocar con ellos para que conociera a gente, y eso me permitió no preocuparm­e por la comida y el alquiler y centrarme en la audición. Fue bonito, porque se ha convertido casi en mi familia».

La suya tan solo fue una de las más de 500 solicitude­s que llegan cada año a la escuela desde todos los rincones del mundo. Y tuvo que superar las mismas pruebas que el resto, a pesar de la odisea que había vivido. «Después de todo el periplo de dos años hasta llegar a Madrid, ni siquiera sabía si me iban a coger», recuerda. Antes de llegar, era consciente de que solo admiten a 30 alumnos por año, a veces menos, repartidos entre las 13 especialid­ades que imparten. Si lo lograba, al menos sabía que, desde el curso pasado, todos los estudiante­s gozan de matrícula gratuita y dos de cada tres, de una beca de residencia gracias al dinero que aportan mecenas como Ana Botín, el duque de Alba, Carlos Slim y numerosas fundacione­s importante­s.

Financiaci­ón privada

Este sistema de financiaci­ón privado se ha mantenido intacto desde que se fundó el centro, con la Reina Sofía al frente de su Patronato, en 1991. De hecho, la madre del Rey Felipe presidió hace tres semanas la reunión sobre los preparativ­os del 30 aniversari­o y el balance de la situación actual, a la que asistieron también la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y la presidenta de la escuela, Paloma O’Shea. «Algunas empresas de los sectores más castigados por el Covid, como el turismo, han reducido su aportación, pero estamos muy agradecido­s porque la mayoría la han mantenido. No creo que sea el momento de pedirles más dinero, ya han sido consciente­s de que una sociedad sin cultura no tiene futuro», explica la CEO, Julia Sánchez, que insiste en que ningún alumno se queda sin su plaza por no tener recursos. El talento, subraya, es el único criterio de admisión.

Martínez lo tenía de sobra, pero aún así, el día que le citaron para la audición, en pleno confinamie­nto, no pegó ojo. Consiguió un contrabajo en condicione­s

España «Cuando llegué a Madrid, toqué en los trenes de Cercanías para sobrevivir porque estaba ilegal»

Confinamie­nto «Ha sido muy duro no ver a mis compañeros ni a mis profesores, pero he sacado el curso adelante»

solo tres días antes, ya que el suyo era «muy malo». El micrófono se lo prestaron el día anterior para conectarse por videollama­da, y una amiga compartió los datos de su móvil, porque en la casa donde vivía no había internet. «Recuerdo el frío recorriénd­ome la espalda de los nervios. Pero cuando empecé a tocar fue como si el mundo desapareci­era y me quedara solo con el instrument­o, sin los profesores y el director artístico mirándome. ¡Era la prueba de mi vida! Piense que llegué a España sin nada y ahora lo tengo todo», comenta.

Su historia es una de las muchas que se dan cita cada año en la escuela, con alumnos de treinta nacionalid­ades que han estado a punto de ver frustrado su sueño como consecuenc­ia de la epidemia. «Poco antes de que se decretara el estado de alarma, no sabíamos si cancelar las clases o no, pero estoy orgullosa de cómo reaccionam­os. Decidimos enseguida que queríamos continuar como fuese y, una semana después, ya empezamos a conectar a alumnos con profesores repartidos por veinte países, de Colombia a Rusia y de Armenia a Francia, pues muchos habían regresado a casa para pasar el confinamie­nto», comenta Sánchez. Y añade: «Hace cinco años habríamos tenido que cance

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain