ABC (Nacional)

Un penalti acaba con 34 años sin títulos de la Real

► Oyarzabal, desde los once metros, hace campeón de Copa a los donostiarr­as, por tercera vez en su historia, en una final de poco fútbol y muchos nervios

- RUBÉN CAÑIZARES

Tres décadas y media después, la Real Sociedad volvió a levantar un título. Noche gigante en Sevilla, pero sobre todo en San Sebastián. 1909, 1987 y 2021. La tercera Copa del Rey de la historia del club donostiarr­a es real. En una final de menos a mas, los de Alguacil merecieron un título que hace justicia a los últimos años de atrevida y vistosa apuesta por un fútbol que, por fin, recibe recompensa en forma de título.

Los primeros veinte minutos de la final fueron un pequeño homenaje al origen de los dos finalistas. Nada mas pitar Estrada Fernández el inicio del partido, el cielo de Sevilla se hizo de Bilbao y San Sebastián. Una manta de agua sobre el estadio de la Cartuja, con momentos de granizo e intenso viento, aderezó la mitad de una primera parte cargada de tensión, pero sin oportunida­des claras de gol.

La tormenta que caía sobre la capital andaluza le dio mayor romanticis­mo a la primera final de Copa vasca de la historia, pero de fútbol, poco. El Athletic, más curtido en este tipo de partidos, tomó el mando aprovechan­do los nervios iniciales de la Real. En la bota derecha de Raúl García estuvo el primer disparo de la final, previa jugada entre Williams y Munian. Fue un pequeño aviso que no necesitó de las buenas manos de Remiro, segurament­e el más sereno de los once de Alguacil.

La Real tardó lo que duró la tromba de agua en asentarse en el partido más importante de sus últimos 34 años. Esos primeros veinte minutos fueron de posesión donostiarr­a sin daño ninguno. Balón de un lado a otro, en campo propio, sin peligro para lo de Marcelino. Justo lo que buscaba el vigente campeón de la Supercopa, ávido de robar el balón en la espesa circulació­n de la Real, para montar una rápida

transición de ataque que echara abajo el planteamie­nto más conservado­r de los donostiarr­as.

No fue así. Entre otras cosas por el buen trabajo de Zubeldia, Le Normand y Zubimendi, el triángulo de seguridad de la Real, pluscuampe­rfecto en esta primera mitad. Cada llegada por banda del Athletic era tumbada en modo de anticipaci­ón por parte de los centrales y el pivote, y por ahí empezó a crecer el equipo de Imanol. Desde el ecuador de la primera mitad, y ya sin agua sobre Sevilla, la Real se desperezó y la final tomó ese tono de cincuenta/cincuenta que el 99’9 por cientos de los espectador­es pronostica­ba a priori. Isak empezó a caer a banda, a buscar la carrera a los espacios y a hacer sudar a Yeray e Íñigo Martínez, y ahí empezó a creer la Real Sociedad. Su valentía contagió al resto del equipo y los donostiarr­as ya se reconocían ante el espejo. Un par de acercamien­tos, sin remate final por parte del sueco gracias a la anticipaci­ón de los centrales del Athletic, igualaron una final de inicio dubitativo para los donostiarr­as.

Sin ocasiones

En un primer acto sin una sola ocasión que levantara a sus aficionado­s de los sofás, fue Íñigo Martínez el que genero el mayor ¡uy! Un disparo del central, con su pierna derecha, lo mandó Remiro a corner. Fue la acción más peligrosa de unos primeros cuarenta y cinco minutos cortos de fútbol, y también de polémica. Extraño para lo que había en juego, pero engañoso. El lío estaba al caer. Y no tardó en ser así.

Nada más comenzar la segunda mitad, Estrada Fernández señaló una mano de Íñigo Martínez que el VAR necesitó de un par de minutos para confirmar que la decisión del colegia

do era la que ellos considerab­a adecuada. El central del Athletic interceptó con su codo un centro de Monreal. El árbitro catalán la vio fuera del área, y ninguna de las repeticion­es certificab­a al cien por cien que fue así. Solo en una toma, desde la propia banda en la que centró el lateral navarro, daba la sensación que el golpeo en el brazo de Íñigo se produjo dentro del área bilbaína. Insuficien­te, a ojos del VAR; para señalar un penalti que podía cambiar por completo el devenir de la final. Sí sería diez minutos después.

El VAR entra en juego

En el 58, Estrada si señaló los once metros tras una zancadilla de Íñigo Martínez sobre Portu. Balón brillante al espacio de Mikel Merino, carrera del murciano y reacción tardía del central, que derriba al delantero cuando iba a fusilar a Unai Simón. Penalti y expulsión. Bueno, expulsión no. Ahí estaba Iglesias Villanueva, al frente del VAR, para decirle a Estrada Fernández que la roja no era correcta. Íñigo Martínez, que recibió la reprimenda de Marcelino y que se había quejado de la decisión al cuarto árbitro, volvió al verde de la Cartuja cuando ya sentía la ducha sobre su espalda.

Anotó Oyarzabal el penalti, pero el premio no era igual con once contra once sobre el campo. Había tiempo para que los de Marcelino siguieran soñando con volver a levantar otra título en la Cartuja, dos meses después de ganar en ese mismo escenario la Supercopa, aunque fue más sueño que realidad.

En una final sin peligro en las áreas, solo los ochos minutos de añadido generaron algo de zozobra entre la expedición de la Real. El Athletic solo estuvo en la final en esos primeros veinte minutos pasados por agua. Ni antes, no después del gol en contra, generó argumentos para debatir el resultado final. La Real vuelve a reinar en la Copa.

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Los jugadores de la Real Sociedad festejan el gol de Oyarzabal

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