ABC (Nacional)

El mejor partido del Real Madrid antes de la semana decisiva

Los blancos brillan con fútbol de quilates y velocidad. Goles de Asensio y Benzema

- TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN

MADRID

Magia, talento, lucidez, rapidez y movilidad en todas sus líneas. El Real Madrid sacó su mejor calidad antes de atacar los diez días que definirán su futuro con tres encuentros fundamenta­les, dos frente al Liverpool y el clásico del siguiente sábado ante el Barcelona. Era la mejor manera de preparar esas tres citas clave. El partido ante el Éibar fue bonito, frenético, alegre, divertido, mojado, ventoso. El estreno del duelo presentó todas las credencial­es del buen espectácul­o que se presenció. Courtois salvó una ocasión de Diop nada más empezar y el Real Madrid contestó con dos ocasiones de Benzema que Dmitrovic y el banderín de un linier anularon en un minuto total. Así se disfrutaro­n los noventa minutos, con frenesí, sin descanso, emocionado­s por un buen fútbol que no ha aparecido durante demasiados envites en esta Liga del Covid-19.

El madridismo ataca esperanzad­o los diez días que decidirán el porvenir de su equipo, porque sus ídolos, otrora vilipendia­dos, han comenzado a funcionar cuando más hace falta.

Zidane dejó en el banquillo inicialmen­te a Varane, Kroos y Vinicius pensando en el Liverpool. Militao, Marcelo e Isco fueron titulares en un once inédito. El lateral brasileño ejerció de quinto centrocamp­ista, por la banda izquierda, en un 3-5-2 con Asensio y Benzema en punta. Cambiadas las tres líneas, los blancos realizaron gran fútbol. Isco hizo caños de cine y Asensio envió un balón al palo y vio como le anulaban un gol antes de anotar el tanto que abrió el partido, al rematar con acierto, escurriénd­ose ante Dmitrovic, una pelota que Casemiro le cedió tras robarla en el centro del campo azulgana. Dedicó su diana a su abuela materna, fallecida recienteme­nte.

Cuarenta minutos tardaron los locales en traducir su superiorid­ad en el marcador. Esa tensión se dejó traslucir en el banquillo de Zidane, que lamentaba cada oportunida­d que el VAR, la madera o el propio Dmitrovic anulaban. La diana del mallorquín supuso un respiro.

La queja madridista se centró inicialmen­te en el árbitro, Díaz de Mera, que antes del 1-0 no señaló un penalti claro por agarrón a Casemiro. Lo peor es que el colegiado no se dignó siquiera a verlo en el VAR. Y en el seno m. 40: Asensio. m. 76: Benzema. (Castilla-La Mancha). Amonestó con tarjeta amarilla a Bryan Gil y Pozo. del Real Madrid están desesperad­os con esta situación. Desde que Koeman protestó el penalti de Piqué a Ramos señalado en el Clásico, nadie pita una pena máxima a favor de los blancos ni por equivocaci­ón. Da igual que sean o no. Sencillame­nte, no se castigan.

El acierto de Asensio premió por fin el buen juego local. La fluidez en los pases se casaba con los desmarques constantes en el ataque, cosa rara en otras ocasiones, para ofrecer un juego preciosist­a, veloz, distinto a lo habitual. Y eso se conseguía con el plan B, con Militao, Marcelo e Isco en el once. Modric era un escándalo de controles, regates, cambios de dirección y pases medidos. Isco brillaba por fin. Marcelo daba taconazos precisos.

El ritmo del Real Madrid fue muy alto, con una circulació­n rápida de balón. Tras el gol de Asensio, los hombres de Zizou persistier­on en su acoso sobre el área visitante, en su anhelo de sentenciar los puntos con otra diana, porque el 1-0 era jugar al filo del peligro. Bien que lo comproaron.

Vinicius es distinto

Una tromba de agua y el viento en contra de la portería de Courtois, producido por la tormenta, cambió las lanzas del encuentro durante diez minutos de infarto. Zizou introdujo a Kroos, Rodrygo, Vinicius y Arribas, en lugar de Modric, Asensio, Isco y Marcelo, con el fin de refrescar las dos líneas creativas. El miedo al empate llegó en una cesión atrás cuando el balón, ayudado por el viento, sorprendió a Courtois de tal forma que salvó la igualada in extremis, hasta chocar con un poste.

Sufrió el campeón bajo el diluvio. Pero en esas surgió Vinicius para decir que su regate es de otra época, el de siempre, el de Garrincha. Para decir que Vinicius no se vende.

Arribas le dio la pelota y el brasileño penetró por el flanco izquierdo hasta el fondo y colocó el balón medido para que Benzema cabeceara el gol de la tranquilid­ad, el que permitía nadar y guardar la ropa blanca y mojada. Fue la jugada perfecta, la que llega hasta la línea final para enviar el pase de la muerte. Era la decimoctav­a diana del francés esta temporada.

El Real Madrid mantuvo sus opciones ligueras antes de entrar en los diez días decisivos del club. Los pupilos de Zizou realizaron el mejor encuentro del curso, como exigía su jefe, pensando que los colores azulgranas del Éibar eran los del Barcelona. Zinedine les ha dicho ahora que todos deben estar en alerta roja.

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