ABC (Nacional)

Entre el sadismo y la brujería

Un libro de George Blin repasa los aspectos más escabrosos de la obra del polémico poeta en el bicentenar­io de su nacimiento

- BRUNO PARDO PORTO

MADRID

Charles Baudelaire vivió por y para la poesía, que para él estaba por encima de cualquier convención social o ética, e incluso de Dios. Convirtió su biografía en una obra literaria cortada por el mismo patrón escandalos­o que ‘Las flores del mal’, un libro por el que fue condenado por «ofensa a la moral y las buenas costumbres», en un juicio que recuerda al que, cien años después, en 1957, sufrió el mítico ‘Aullido’ de Allen Ginsberg. En fin, Baudelaire constató entonces su condición de maldito, de ser molesto para los poderes públicos, una etiqueta que no se ha quitado de encima ni en el bicentenar­io de su nacimiento, que se cumple el 9 de abril: en Francia no hay ningún acto previsto para ese día, y la efeméride se celebrará a lo largo de este año de forma bastante discreta. Eso a pesar de lo que sentenció Paul Valéry: «Entre nosotros hay poetas más grandes que Baudelaire, no los hay, en cambio, más importante­s». Tampoco más incómodos.

Acaba de publicarse en España ‘El sadismo de Baudelaire’ (Ediciones del subsuelo), un volumen en el que se recogen cuatro breves ensayos que George Blin, uno de los referentes de la crítica literaria francesa y profundo admirador de Baudelaire, dedicó al poeta en 1948. Sus estudios reflejan la inclinació­n de éste por los márgenes, la violencia sexual, el esoterismo y demás terrenos pantanosos (o fantasmale­s) de la existencia. Su querencia por los abismos. Allí donde había sordidez, él veía la posibilida­d de epatar al personal convirtien­do en literatura lo que antes solo era pecado, señalamien­to u ostracismo. Los dos textos más largos de esta compilació­n los dedica Blin al sadismo y a la brujería, asuntos capitales para el francés, y que se ciernen como sombras sobre sus versos.

Amor y tortura

«Baudelaire identifica la unión de los cuerpos o bien con una ‘tortura’, o bien con una ‘operación quirúrgica’. (...) En ambos casos el goce se presenta como un injerto en el dolor. Así, la pareja de amante y amada, para Baudelaire, es sustituida de manera natural por la pareja de ‘verdugo y víctima’, del ‘ejecutor’ y el ‘sujeto’, el uno ‘tortura’, el otro ‘profiere gritos’», escribe el filólogo. Hay ejemplos sobrados de su atracción por la violencia y la sangre. «Sobre la fresca almohada, / su sangre viva y roja, empapándos­e el lienzo / Con la avidez de un prado», celebra en ‘Una mártir’. En uno de sus célebres poemas en prosa nos presenta a una mujer enjaulada que grita al ser golpeada y «resplandec­e toda entera como el hierro a ser batido». Blin asevera que todo son ensoñacion­es de su imaginació­n, que fue tachada, claro, de depravada más de una vez: «Cabe preguntars­e si nuestro autor cruzó el límite que separa la alucinació­n sangrienta de los actos de sadismo real. Pero en su vida nada permite creer que pasara jamás a la acción». Lo que sí parece evidente es que hay una creencia que late en el fondo de sus fantasías: que la vida humana se precipita hacia el mal, y que el crimen responde a esa naturaleza oscura.

Baudelaire dejó inacabadas dos obras, ‘Cohetes’ y ‘Mi corazón desnudo’, con las que podríamos saber el conocimien­to exacto que tenía de la magia. Blin afirma que el poeta tuvo que ser ducho en la materia, pues en los círculos literarios en los que se movía había un interés evidente por el ocultismo y la cabalístic­a, y en varias ocasiones él hizo referencia­s a lecturas eruditas sobre estas cuestiones. Lo que buscaba en la brujería era el estado de gracia, de euforia gloriosa, de éxtasis creativo: unas cuantas ‘horas bellas’ para lograr el lirismo que tanto ansiaba.

Era, él, un férreo defensor de cualquier ‘sobrenatur­alismo’, y precisamen­te por eso dedicó tantas alabanzas a los milagros y la religión, por contradict­orio que pueda resultar. Siempre, eso sí, desde su particular mirada: hablaba de la ‘brujería de los sacramento­s’, y de que la magia blanca utilizaba a Dios como la negra al Diablo. No veía sacrificio en los rituales, sino modos de mejorar su existencia. Así, se recetaba una ‘oración inmediata antes del aseo’, y durante tres meses, nada menos, estuvo rezando a cualquier hora. «¿A quién? ¿A qué ser definido? No sé absolutame­nte nada sobre eso», confesó en una carta fechada el 1 de abril de 1861. «Para Baudelaire, el estado de gracia poética pudo parecer el sustituto más alto del estado de gracia mística, y la técnica del Verbo, la ‘técnica de la salvación’», propone Bin.

Al final del libro, tras recorrer todas las miserias y los delirios de Baudelaire, el analista afirma que quienes arremetier­on contra él no lo hicieron tanto por sus excesos como por su deseo de decadencia: lo que les quemaba no era tanto lo que hacía sino por qué lo hacía. Ese misterio.

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En 2007, Nórdica publicó la primera edición ilustrada en España de ‘Las flores del mal’, el célebre poemario de Baudelaire. Ahora, el sello reedita este bello volumen, en el que los textos del literato francés comparten páginas con las imágenes de Louis Joos.

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