Y ahora vas y me votas, cretino
Nace un nuevo género para pedir el voto: insultando
Éramos cinco sentados a la mesa. El alcalde y otros cuatro. Él preguntó: «¿Cuál es el icono de Madrid?» Piénselo usted un segundo. Nuestras respuestas fueron cuatro, una por persona y al unísono: el Museo del Prado, la Puerta del Sol, el Palacio Real y El Escorial. Si la escena se volviese a repetir probablemente hubiéramos contestado distinto, y algún madridista habría añadido La Cibeles o el Bernabéu. La conclusión es obvia: Madrid no tiene un icono turístico principal, no tenemos un Golden Gate, ni la Sagrada Familia, ni la Torre Eiffel.
Me pregunto qué responderían los candidatos del 4-M. De Ayuso no tengo duda: «la libertad», pero gritándolo como William Wallace en ‘Braveheart’. Monasterio tal vez pueda recordar henchida de patria que aquí se alojó la Corte durante el imperio. Edmundo Bal podría irse con su rollete motero al Escorial, que también es un panteón. Gabilondo tal vez podría soltarnos una homilía soporífera de las suyas frente a la Biblioteca Nacional. Mónica García bastante tiene con aguantar ese disgusto permanente de sor Angustias. Estar tan indignada y tan empoderada de ideología no debe ser fácil en el día a día, pero es fácil imaginarla recetando más impuestos frente al Banco de España, icono del dinero público, ese que no es de nadie.
El problema de esta columna divagatoria está en Pablo Iglesias: jamás he visto un candidato que hable tan mal del ciudadano al que le va a pedir el voto. Según Iglesias, que considera que alegrarse por tener muchísimo trabajo es de «cretinos», Madrid es fascismo, racismo y homofobia y una ciudad insolidaria y ultranacionalista en la que es peligroso ser mujer. Tal vez por eso huyó al casoplón de La Navata, porque cuidado: decir que vive en Galapagar es como tener un chalé en La Moraleja y decir que vives en Alcobendas. El contrapostureo, un contradiós sólo al alcance de podemitas de clase.
Al lado de su descripción de Madrid, la canción de Sabina, esa en la que los pájaros visitan al psiquiatra y las estrellas se olvidan de salir, es un pasteleo romántico. Ajeno a la vida de la ciudad, a Iglesias lo vinculo al cerro del tío Pío y me lo imagino dando la espalda al ‘skyline’ y dirigiéndose arrogante al votante: «Y ahora vas y me votas, cretino».