Un plan muy español
De aquí saldrá una nueva elite de poder empresarial en España, funcional al poder político que le está dando forma
Aprimera vista, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de Pedro Sánchez es el sueño húmedo de un burócrata. Parece la parrilla de cursos de una universidad o la transcripción de una partida de ajedrez. En sus tablas se combinan programas, componentes, reformas, inversiones, hitos y CSR. Esto último, las ‘Country Specific Recommendations’, son las siglas de las recomendaciones de Bruselas que es lo que importa porque todo lo anterior debe ajustarse a ellas. Todo el mundo en el Gobierno tiene que saber desde ya que ‘C2.R5’ es la quinta reforma prevista en el Componente Nº2 que corresponde al ‘Plan de rehabilitación de vivienda y regeneración urbana’. En concreto, la quinta reforma corresponde a la creación de una ventanilla única para las futuras Oficinas de Rehabilitación que gestionarán las ayudas para la renovación de viviendas dotadas con 5.800 millones.
Un tuit del eurodiputado Luis Garicano sobre el asunto («el ‘nuevo modelo de país’ era esto: el Gobierno no gastará el dinero en aceras y rotondas sino en ventanas») enfadó al Ejecutivo. Lo cierto es que la rehabilitación de viviendas por razones de ahorro energético es una idea que los alemanes usaron ante la burocracia de Bruselas para justificar las ayudas para rehacer las viviendas comunistas de la RDA que eran un desastre en términos de aislamiento y buena construcción. Pero ha pasado el tiempo desde la unificación teutona. De hecho, no existían internet ni los teléfonos móviles cuando se ideó esa medida.
La polémica de las ventanas ha dejado al descubierto que cuando el plan de Sánchez aterriza, es más limitado y realista que lo que dice su ampuloso verbo. Colocaremos ventanas de Climalit, pondremos ladrillos y pintaremos porque es imposible acostarnos en un país de albañiles y camareros, y amanecer en Silicon Valley.
Pero, sobre todo, haremos eso porque el plan de Sánchez es un plan muy español. Y eso frustrará a los orteguianos y a los reformistas que esperaban un plan europeo. Tan español es el plan de Sánchez que ha sido ideado unilateralmente y negociado con nadie, como denunció Casado en el Congreso, y pretende ser impuesto. Es verdad que hay algunos expertos que han participado en su desarrollo y eso se nota en ciertos pasajes y en determinados cálculos, pero hay muchísimas personas que no fueron convocadas y que podían haber aportado para hacerlo mejor.
Que nadie se llame a engaño, detrás de este plan hay una multimillonaria reasignación de recursos con las más variadas justificaciones literarias y técnicas. De aquí saldrá una nueva elite de poder empresarial en España, funcional al poder político que le está dando forma. Será interesante observar cuántos de la vieja elite sobreviven y son capaces de hacer la transición hacia el nuevo ‘statu quo’. Y entre los nuevos, habrá luchas cainitas por hacerse con el poder y el dinero. Atentos al marcador.