Trabajo de mujeres y hombres: la diferencia empezó en el Neolítico
La división por sexos de las tareas ya existía hace 7.000 años, según un estudio europeo
La incorporación de la mujer al mercado laboral en lo que tradicionalmente se han considerado trabajos masculinos es sin duda alguna un logro. Y uno reciente. No ha sido hasta las últimas décadas que, en los países occidentales, ellas han podido optar a puestos o sectores que antes les estaban vetados. No es extraño que haya costado tanto, ya que la división sexual del trabajo es prácticamente tan antigua como la agricultura. Un equipo de investigadores españoles lo ha constatado tras analizar centenares de herramientas en tumbas de principios del Neolítico en el centro de Europa. Las halladas en enterramientos de varones habían sido empleadas para cazar o en actos de violencia, mientras que las de las mujeres tenían marcas de haber tratado pieles de animales.
El estudio, publicado en la revista ‘Plos One’, supone la evidencia más temprana de la división por sexos del trabajo en el continente. Comprende el análisis de unas 400 herramientas de piedra enterradas en 600 tumbas en seis necrópolis de hace 7.000 años de lo que hoy son Eslovaquia, República Checa, Alemania, Austria y Francia. Los arqueólogos se interesaron por esos yacimientos porque pertenecen a los primeros grupos llegados del Próximo Oriente por los Balcanes con sus semillas y su ganado que iban extendiendo las prácticas agrícolas y ganaderas por toda Europa.
Azuelas y sílex
«En las tumbas, mayoritariamente en las masculinas pero también en las de las mujeres, encontramos azuelas (un tipo de hacha que se enmanga perpendicular al filo) y láminas de sílex», explica Alba Masclans, de la Institución Milá y Fontanals de investigación en Humanidades (IMF-CSIC) en Barcelona. Para determinar cómo y para qué fueron utilizadas estas herramientas, la arqueóloga y su equipo examinaron al miscroscopio las características físicas y los patrones de desgaste de los filos. Al observar las trazas de la materia prima en los objetos, comprobaron que las herramientas relacionadas con varones «fueron utilizadas para la caza, la carnicería, la tala de árboles, la carpintería o incluso la violencia interpersonal. Sin embargo, vemos que las mujeres las empleaban en el tratamiento de fibras, cueros y pieles de animales», apunta.
Los investigadores también encontraron variaciones geográficas en estos resultados, lo que sugiere que a medida que las prácticas agrícolas se extendían hacia el oeste, la división sexual del trabajo pudo haber cambiado. Las herramientas analizadas no fueron necesariamente utilizadas por las personas con las que fueron enterradas, pero podrían haber sido elegidas para representar actividades típicamente realizadas por cada sexo.
Pero, ¿por qué hombres y mujeres a educación ha entrado en la campaña de la mano de Pablo Iglesias, que ya se adjudica la Consejería de Educación en un hipotético gobierno de la izquierda, un escenario que pone los pelos de punta a numerosas familias de espectro ideológico muy amplio. La Comunidad de Madrid ha desplegado en los últimos 25 años un amplio esfuerzo educativo que ha mostrado la complementariedad de las redes estatal y concertada, y ha conjugado la calidad con el principio constitucional de libertad de elección.
Lcomenzaron a realizar trabajos diferentes? «Aquí está el quid de la cuestión», reconoce Masclans. «Durante el Neolítico hay una mayor producción. La población acumula grano para el año que viene y esto permite el trabajo especializado. La cuestión es que hasta este momento nadie había planteado si ese inicio de la especialización pudo estar vinculado a la división sexual del trabajo, y nuestro estudio indica que pudo ser así», afirma. En algo no se equivoca Iglesias: la libertad de educación es un factor clave para entender el tono general de la sociedad madrileña, ese que pretende alterar entrando como elefante en cacharrería. La política educativa de la CAM ha demostrado que la libertad no limita el acceso universal a la educación, y promueve la cohesión social y el equilibrio territorial. Iglesias se atreve a calificar a la concertada como «dispositivo de adoctrinamiento ideológico». Esos dispositivos los diseñan muy bien en su factoría, pero la concertada es mucho más plural que lo que reflejan sus pasquines. También en educación, y esto es vital, los madrileños tendrán que elegir entre libertad e imposición ideológica.