El rincón del vago (político)
Podrán vivir años de ese cuento de servirse, que no servir, de lo público
LEVANTABA acta el lunes mi compañera Gregoria Caro del exiguo currículo laboral de los asaltantes de cielos en busca de poltrona eterna, que en eso consiste aposentarse en el paraíso. Lo suyo, que nadie les regatee méritos, confirma que prosperar no es cosa solo reservada al esfuerzo, la formación y el sacrificio sino también algo que los de su casta practican con fe de converso: el don de la oportunidad, saber dónde colocarse para lograr sestear ‘sine die’ sin pasar por el engorroso viacrucis de laborar como aquellos a quienes aspiran a gobernar. Eso no, el currículo se puede cebar con cursos, estudios, ensayos, másteres e interminables títulos de dudosa fiabilidad. Así, estas rémoras se convierten en personajes que han dedicado tanto tiempo a ilustrarse que al final no han tenido ocasión de trabajar, de cotizar a la Seguridad Social, de ser útiles a la sociedad. Vivir podrán hacerlo el resto de sus días de ese cuento en el que han convertido la política. El gobierno de los mejores lo es ahora de los más avispados. Se entiende así esta obsesión muy de izquierdas de querer igualar por abajo para apuntalar su mantra: servirse, que no servir, de lo público.
Ser como ellos provoca esperpentos como el que contaba Josefina G. Stegmann en este diario. Promueve el ministerio unas becas ‘low cost’ donde vale lo mismo optar a ellas con un 6,5 que con un cinco. Buscan nuestros próceres que seamos todos iguales, a ellos, no porque todos destaquemos sino por la fórmula infalible de que no lo haga ninguno, que la excelencia en su paroxismo sea una suerte de desigualdad insalvable salvo por la muleta de la política que acoge a los más incapacitados.
El problema a largo plazo es que esta tropa de receptores netos exacerban sus derechos e ignoran deberes, por eso, con billetera ajena son pródigos en el despilfarro porque no han administrado la hacienda propia y piden hacerlo con la de todos bajo la premisa, siempre, de que su inocuo esfuerzo merece la mayor de las recompensas. Unan ustedes la línea de puntos entre lo que cuenta Gregoria y remata Josefina y tendrán el renglón torcido de nuestro futuro en manos de unos políticos sólo aptos para ser mantenidos por cuenta ajena, la nuestra.