ABC (Nacional)

«No hay huevos para ir a elecciones»

Puigdemont amaga con la repetición electoral porque conoce el pánico de ERC

- SALVADOR SOSTRES

Las negociacio­nes entre Esquerra y Junts por formar gobierno no sólo están estancadas sino que no existen. No se celebran reuniones ni por tratar de resolver los asuntos menores ni por abordar las distancias más insalvable­s. Ni en lo concreto ni en lo general existe de momento ninguna idea en la que pudiera inspirarse un principio de acuerdo.

Esquerra quiere gobernar por fin Cataluña, y hacer valer su peso en el Congreso para obtener, primero, el indulto de Oriol Junqueras, y luego el mayor número de concesione­s del Gobierno a Cataluña. Junts quiere minimizar la victoria de los republican­os, rebajar la presidenci­a de la Generalita­t a mera gestoría, y que sea el Consell de la República, controlado por Carles Puigdemont desde Waterloo, quien ejerza la representa­ción simbólica de Cataluña y marque el ritmo de las negociacio­nes con el Gobierno.

La frase está dirigida a los negociador­es de Junts y es de uno de los más cercanos colaborado­res de Pere Aragonès: «No tenéis huevos de ir a elecciones». Puigdemont amaga con la repetición electoral porque conoce el pánico de ERC a perder su oportunida­d histórica. Esquerra siente este miedo pero cree que los convergent­es van de farol. «¡Sin pistolas, no sois nada!», gritaban los manifestan­tes contra ETA. Pues lo mismo: «Sin sopa boba, no sois nadie», le contestó por WhatsApp, hace tres días, el mismo negociador republican­o a otro del expresiden­te fugado.

Sin proyecto común

Es cierto que las presiones de los cargos intermedio­s de Junts, entre consejeros y jefes de gabinete y de comunicaci­ón, crecen cada día en número e insistenci­a para formar gobierno y

El candidato de ERC a la presidenci­a catalana, Aragonès mantener el sueldo. La mayoría parlamenta­ria del independen­tismo no halla su articulaci­ón política. Los recelos, el resentimie­nto y el odio existen y son concretos y personales. No hay en cambio un proyecto común, ni una hoja de ruta clara. Las discusione­s son todas por el liderazgo simbólico, por el control de los medios de comunicaci­ón y por el dinero. La secretaría de Difusión, encargada de repartir las subvencion­es a los medios, y la presidenci­a de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisua­ls, órgano de gobierno de TV3 y Catalunya Ràdio, están en el centro de la bronca y el desacuerdo.

También la Consejería de Obras Públicas (Territori i Sostenibil­itat), por las conocidas e ilegales comisiones, cifradas ingenuamen­te en el tope del 3%. Y por supuesto el millón largo de euros al año que Puigdemont se agencia sin control ni transparen­cia y que aportan los más de 92.000 suscritos al mencionado Consell de la República.

Un acuerdo truncado

Lentamente se va disipando la sensación general de que el acuerdo entre las fuerzas independen­tistas era inminente e inevitable tras los resultados que arrojaron las urnas el pasado 14 de febrero. Contra lo que parecía obvio se han ido imponiendo los personalis­mos, el sectarismo, la ambición autonómica que tanto contrasta con la grandilocu­encia independen­tista y la guerra por el dinero.

Aún hoy, los líderes y negociador­es de los dos partidos dicen en público y en privado que lo más probable es un acuerdo a regañadien­tes y en el último minuto, pero los pasos que cada parte va dando no sólo no acercan el entendimie­nto sino que lo alejan. En caso de tener repetirse, las próximas elecciones serían el 18 de julio.

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EFE
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