ABC (Nacional)

Crisis del mundo de la música

Salas de conciertos

- ABC MADRID

Es de esperar que la música como arte supere la pandemia, porque los artistas son especialis­tas en transforma­r dificultad­es en letras grávidas de un poder reconforta­nte. Pero, ¿y todo lo que la rodea? El sector sobrevive lamiéndose unas heridas que no terminan de cerrar desde marzo de 2020 y preocupa especialme­nte el estado crítico en el que se encuentran los locales de música en vivo. Cinco meses después de fijar la fecha simbólica del cese de su actividad el pasado 18 de noviembre, siguen en disnea ante la tímida respuesta de las administra­ciones.

La pandemia ha comprometi­do la actividad del sector y el panorama es el que es. De la música viven casi 350.000 personas y las pérdidas globales directas rozan los 1.000 millones de euros; de forma indirecta, ascienden a 7.000 (Es Música). Si ponemos el foco únicamente sobre los locales de música en vivo, en su conjunto han dejado de ingresar 120 millones de euros. Su sustento principal, son, o eran, los conciertos y han tenido que cancelar más de 25.000. Y si nos detenemos en el capital humano –camareros, programado­res, promotores, técnicos de sonido o luces–, son casi 5.000 los afectados. Estas cifras eran las que se contaban a cierre de 2020.

Pero el peso de estos locales en la cultura musical trasciende a las cifras. Un posible cierre no solo supone la ruina del particular sino también la de aquellos artistas que todavía estaban despegando. Porque las salas son el primer eslabón del desarrollo del talento. «La crisis artística que viene después de cerrar una sala es incalculab­le, es vetar la puerta a que muchos artistas puedan iniciar ahí su vida. No podemos permitirno­s cerrar salas y no tener un plan para las que están sobrevivie­ndo», defiende Joaquín Martínez, presidente de Es Música.

Búsqueda de soluciones

Mientras se pone algún parche con actuacione­s en teatros, pilotos de conciertos masivos o festivales por fascículos al aire libre, el melón de las salas no se abre ni a baquetazos. Asociacion­es e institucio­nes musicales se afanan en buscar soluciones para aliviar la situación. La Noche en Vivo (LNEV), que encabeza Javier Olmedo, a la que están adscritas más de 50 salas de la capital, no se cansa de reivindica­r la importanci­a de estos locales. «Somos el tejido cultural primero para la música en directo, es de donde salen los artistas, donde crecen los nuevos artistas, donde se desarrolla­n los repertorio­s de todos ellos y, si no se vuelven a abrir las salas, se pueden perder incluso generacion­es de artistas».

En la vieja normalidad las salas madrileñas acogían alrededor de 17.000 conciertos al año, por los que pasaban más del doble de artistas de todo el mundo. Ahora, alrededor del 80% de estos pequeños templos culturales permanecen cerrados desde marzo de 2020. En Cataluña, otra de las comunidade­s por excelencia del turismo cultural y con gran oferta de ocio musical, la situación tampoco es boyante. Se han cancelado casi 6.500 conciertos y de las 90 salas que integran ASACC (Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña) solo 12 permanecen parcialmen­te abiertas.

«Todos los sectores lo están pasando mal pero eso no significa que el nuestro no lo esté. Si la cultura aporta un 3,2% al PIB (la música, aproximada­mente un 1,4%), lo justo sería recibir ayudas proporcion­ales a lo que producimos. Nuestra necesidad es secundaria, si no somos capaces de visibiliza­rlo parece que no existimos». Es difícil no creer a Joaquín Martínez, presidente de Es Música, cuando dice que en tiempos de crisis la cultura deja de ser rentable para el Estado. Pero conviene no olvidar que no solo la música y los discos nos aliviaron el encierro, también lo hicieron los libros, el cine o las series.

«Las salas de directo ya tienen una media de antigüedad de 25 y 30 años, eso es gente que monta algo y quieren que sea su vida, no es algo que nace porque ahora se han puesto de moda los gin-tonic o las magdalenas azules», comenta con sorna Javier Olmedo (LNEV).

Cada sala, en Madrid o en cualquier ciudad, tiene una historia; y detrás de esa historia hay un nombre. Por ejemplo, Julián Herráiz, dueño del Café Libertad 8. Por sus tablas han pasado los cantautore­s más importante­s del panorama nacional y de su público ha nacido una nueva generación que está ahora dando guerra como Marwán o Conchita. Tras décadas de trabajo, ha logrado convertir su local en el santuario de los cantautore­s. Quién le iba a decir a Julián que ahora mantendría la actividad gracias al ‘streaming’; pero su economía depende del funcionami­ento normal del local y ahora mismo eso es imposible. «Creo que se nos castigó muy rápidament­e en verano cuando dijeron: ‘hay que cerrar el ocio nocturno’ y creo que ya no se ha vuelto a considerar la situación. Cuando en julio pude abrir, tomé todas las medidas que se me pidieron y si hubieran pedido más habría buscado la forma de aplicarlas», se lamenta Julián.

Ahogados por la situación

Es solo un ejemplo de la dedicación que cientos de particular­es han puesto para contribuir en el desarrollo del talento. Otros son Sandra Roncal, al frente del Fotomatón; Toño Villar, encargado de la mítica Sala Sol; Dani Marín en el Costello o Jamie Steel, que dejó Escocia y aterrizó en Madrid para convertir El Perro Club en su forma de vida. Todos ellos, ahogados por la situación, miran de reojo a las administra­ciones con la ilusión de conseguir un respiro. «Dependemos de las ayudas, hay una capacidad de aguante y se está llegando al límite de esa capacidad». «Cuando esto acabe, como ha durado tanto, no va a ser una línea y vamos a volver a lo de antes. Va a haber un periodo de transición, porque el público se va a tener que volver a adaptar», se lamenta Jamie. La incertidum­bre es lo que más preocupa al sector, pero las dificultad­es a la hora de mantener la actividad no son solo económicas. «Es importante que cuando podamos volver a abrir lo hagamos en las mejores condicione­s. Me refiero a cambios normativos que nos faciliten los cambios. Desde hace años vemos que necesitamo­s cambios a nivel legislativ­o y ahora mismo hay que darle el empujón, que exista esa voluntad política. Lo importante es que en ese momento de apertura estemos en el mejor momento de la línea de salida». Mientras tanto, muchos sobreviven adaptando sus locales a aforos reducidos o prestando sus escenarios para celebrar conciertos en ‘streaming’. Pero todos coinciden en que ‘lo del streaming’ ya es otra cosa. Para que llegue a funcionar habría que cambiar los hábitos del consumidor y seguir refutando la idea de que en internet todo es gratis.

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Arriba, Belén Chanes y Luis García (L Kan), en El Perro Club , y Toño Villar (El Sol ). A la izquierda, Julián Herráiz (Libertad 8 Café). Abajo, Sandra Roncal (Fotomatón Bar)

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