ABC (Nacional)

La otra crisis que deja la cancelació­n de la Feria taurina de Sevilla

► Ayer debería haberse celebrado el regreso de los toros a la Maestranza, pero la normativa impuesta por la Junta de Andalucía lo imposibili­tó

- JESÚS BAYORT

Ayer había toros en Sevilla. Todos estaban listos para la ocasión: los toreros en capilla, los ganaderos con sus animales a punto de embarcarse, los sastres dando sus últimas puntadas, los hosteleros con sus provisione­s, algunos hoteles pendientes para reabrir y los almohadill­eros con la mercancía cargada en las furgonetas. Era el día señalado para que se recobrase esa amalgama de olores que produce la fusión del habano con el Zotal. El sonido de los cascos de los caballos por el empedrado de la plaza. Ese vendedor ambulante que grita: «¡Agua, fanta, cocaaaaa!». O el heladero que anuncia el famoso: «¡Al bombón helado!». Sucesores todos del mítico Vicente ‘el del canasto’. Detalles que amortizaba­n una tarde de toros antes de que sonara el clarín.

Pero ayer nada fue igual. A las diez de la mañana el barrio del Arenal parecía un solar. Ni había taurinos ni había transeúnte­s. El único apoderado era el vacío, representa­nte del ambiente. El bar Taquilla, como cada domingo, con su persiana bajada. No hace falta decir que eso no hubiese pasado de haberse autorizado la corrida. Es su velador el primer punto de encuentro de las cuadrillas durante un día de toros: banderille­ros que discrepan sobre cómo deben enlotar los toros, picadores escogiendo caballos y puyas, los mozos de espadas que cruzan la acera para sellar en la oficina de Pagés los boletines y pedir algún pase de favor. Maneras de matar el tiempo hasta que el viento trae una voz desde las corraletas de la plaza que avisa de que ya ha llegado un nuevo camión de Ellauri con los remiendos que faltaban.

Año aciago para los toreros, empresario­s, ganaderos, apoderados y cuadrillas. Aunque la industria taurina es mucho más profunda. ¿Cuántos puestos eventuales dependen única y exclusivam­ente del desarrollo de una corrida de toros? Es incalculab­le, aunque se podría recordar que los escobones de los areneros siguen colgados en un cuartillo, las comisiones de los reventas se han esfumado, el bar Taquilla tiene la cafetera a medio gas, el bar Ventura con sus barriles sin gastar, la Bodeguita Reyes y Antonio Romero tenían piripis para un regimiento, la Cruz Roja con las almohadill­as sin desempolva­r, el camión sin animales que embarcar y los percherone­s comiendo en el campo.

El parón de la actividad es casi total. Estamos a 19 de abril y Sevilla sólo ha celebrado durante este año un festejo taurino en toda su provincia. La norma impuesta por la Junta de Andalucía no sólo afecta al ciclo capitalino. Prácticame­nte, ha segado el toreo por todos sus rincones. Sin televisión no hay paraíso. Y tampoco es que los derechos televisivo­s sean la panacea.

La cuadra, a pique

Uno de tantos afectados es Enrique Peña. Matador de toros retirado que en la actualidad regenta el secular negocio que fundó su bisabuelo: una cuadra de caballos de picar. Desde la Vega de Triana, en la otra orilla del viejo arrabal, mantiene una empresa que la pandemia ha traído a pique. Nadie ha preguntado por sus caballos durante estos últimos meses, pero ahí siguen: comiendo y recibiendo atenciones como si fuesen a volver los más de 80 festejos anuales en los que actuaban.

En 2020, año en el que conmemorab­an el centenario de su fundación, sólo participar­on en nueve festejos. Una empresa referente en el sector que se encuentra al borde de la asfixia: «En mi familia vivimos exclusivam­ente de la cuadra de picar. Un parón como éste nos ha supuesto un descuadre económico total. El año pasado nos suspendier­on casi el 90 por ciento de los festejos, pero lo más grave es que éste va por el mismo camino», señala Enrique Peña.

De vuelta de la cuadra de Peña, ya es mediodía en el Arenal. Los veladores están listos, pero pocos están ocupados. El principal reflejo de esta situación es el aspecto de la hostelería aledaña a la Real Maestranza. Hace varias semanas que completaro­n sus reservas para toda la temporada taurina. Pero el pasado jueves todo cambió: la cancelació­n de la feria se tradujo en un diluvio de llamadas y mensajes para liberar las mesas.

La Bodeguita Reyes iba a lleno de ‘no hay billetes’ por tarde. Nadie podía imaginar que las vacas flacas asomarían por la puerta de esta familia. «La pandemia está siendo muy dura para la hostelería. Hemos tenido que cerrar el local de la calle Gamazo y reducir de 52 a 18 empleados. Estamos facturando un 25 por ciento de lo habitual en años atrás. Que se dieran toros en Sevilla era fundamenta­l para nosotros. Es como una ruleta: si a la plaza le entran los clientes, nos entran a todos», cuentan.

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FOTOS: JUAN FLORES La Real Maestranza, cerrada a cal y canto
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Enrique Peña, con uno de sus caballos de picar

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