El Madrid llega exhausto al final
➤ El Getafe tuvo más peligro y los blancos le deben el punto al acierto de Courtois
En la segunda parte debutó el centrocampista Blanco; también jugaron Chust, bien de titular, y Arribas
EL ÁRBITRO Sánchez Martínez (Comité Murciano). Amonestó a Vinicius, Nyom, Ángel y Cucurella. INCIDENCIAS
Partido correspondiente a la jornada 31 de la Liga Santander disputado en el Coliseum de Getafe.
Empezaba el Madrid en Getafe sus once finales, diez más una (la final). Once fueron los partidos que tuvo Zidane cuando retomó al equipo tras Solari; once fueron los partidos al volver del confinamiento para ganar la última Liga. Y estos once se presentan como una cuenta atrás de partidos vitales, tesitura en la que el Madrid se ha encontrado mejor.
El problema en Getafe era casi de quórum. Los jugadores del Madrid se han puesto a lesionarse a la vez, como las amigas que se embarazan. Aun así, Zidane se las ingenió para dar descanso a Kroos y Benzema. Sin ellos, y sin todos los demás, el Madrid perdía su hexágono de seguridad, eso que es mucho más que un pasillo de los que hablaba Luis Aragonés. Para su fortuna, aún quedaba Courtois, que evitó otro gol cantado en el inicio (minuto 7) y Modric, que se convirtió en el cinco, el Casemiro, el centro de todo. Parecía la única neurona, cerebro al que fueran todos los nervios. El equipo tenía tendencia a partirse: por un lado, Modric y la defensa; por otro, todos lo demás.
El mediocampo del Madrid se constituía con mediapuntas y delanteros falsificados como centrocampistas, casi forzados impostores. Rodrygo se iba al centro para aprovechar su exquisito juicio en el toque corto. No eran medios pero hacían de medios. Tampoco eran claramente delanteros.
El Madrid era, además, débil por alto, y no controlaba el partido como de costumbre, no tenía ese mazacote de fútbol experto, esa megaestructura de clase en el centro, así que el partido salió liviano, ligero, ofensivo y hasta ingenuo, como sus futbolistas. Hubo un gran intercambio al principio, idas y venidas, con más ocasiones del Getafe. Chust le sacó una muy clara a Mata, que después tiraría al palo.
En el Madrid, Militao era de lo mejor, y arriba se respondía al Getafe con balones a Mariano, que se quedó un par de veces en el ‘ay’ del gol, a muy poco, por un fuera de juego infintesimal o por un remate que se fue ralentizando a medida que se acercaba a la portería.
Poco más tenía el Madrid, que se defendía como podía y salía brioso, pero sin peligro al contragolpe. Faltaba el apoyo de la izquierda. Isco y Marcelo, perímetros distintos, parecían boyas de un fútbol extinto, en intentaban reunir entre los dos, como calderilla, vestigios de jerarquía suficiente; Vinicius solo era reconocible en una larga carrera y Asensio quedaba latente. Tuvo un poco más la pelota el Madrid, pero muy poco, la diferencia de alguna masticación de Isco, y el Getafe llegó más y con más peligro. Aleñá, por ejemplo, la mandó alta en el 45. El Madrid parecía frágil, pero a la vez (y esto es una mera intuición) protegido por algún escudo invisible, algún halo de potra indemostrable. No obstante, necesitaría algo más en la segunda parte. El descanso de Kroos y Benzema parecía mucho lujo.
El Madrid se fue vertebrando en Militao, Modric y también en Isco, que se iba calentando. La velocidad de Vinicius no era explotable porque estaba Djené y Marcelo parecía ya un holograma de nostalgia perdiendo balones. Así
El recurso del Castilla
que el Getafe seguía con aproximaciones regulares que encontraban a Courtois y sus escorzos de gigante.
El portero, Militao y Modric respondían, habían respondido, faltaba importancia arriba. Así que entró Benzema, junto al debut de Blanco, mediocentro, que recolocaba a Modric un paso por delante. Bordalás no era menos y sacaba a Ángel.
Cambios revitalizantes
El partido se fue espesando, se puso muy serio. Cuando más se ansiaba el gol, más lejos parecía. Los cambios le sentaban bien al Madrid, que ya era más reconocible y pasaba a ocupar el campo ajeno, aunque sin peligro alguno. Fue mayor el efecto ofensivo de Ángel, incordio fenomenal.
Era ya un Madrid con un par de castillistas cansados, por raro que suene (jugaron el día anterior), varios suplentes crónicos y algún prejubilado y ni siquiera estaba claro que pudieran tocar la trompeta de zafarrancho final, la canción épica. Pero el Madrid no fue capaz de arañar la cara del Getafe. Ni tirando de orgullo y fútbol de riñones pudo encontrar algo digno de llamarse ocasión. La frustración fue dando paso en el descuento a un realismo exhausto: el punto era un punto meritorio. El Madrid puede haber perdido la Liga, pero la sensación es que no ha sido en Getafe. Allí llegó ya en cuadro y exprimido.